Miércoles 25 de diciembre de 2024

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Misa por la vida. Fiesta de los Santo Mártires Inocentes

Homilía de monseñor Damián S. Bitar, obispo de Oberá, en la misa por la Vida (Catedral San Antonio de Padua. 28 de diciembre de 2020)

Levántate, toma al niño y a su madre…porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” (Cf. Mt 2,13-18)

Parece mentira que esta palabra del Evangelio pronunciadas hace más de 2000 años en medio del gozo del nacimiento de Jesús, se resignifiquen hoy ante los “nuevos Herodes” obsesionados en aprobar una ley que permita la muerte de niños inocentes engendrados en el seno materno…

Herodes se altera cuando le dicen que ha nacido un rey…Mata el cuerpo de los niños porque a él, el temor de perder el poder le mata el corazón… (Aquí descubrimos una lección: cuando no se adora a Dios, uno se adora a sí mismo; se adora el poder, y todo lo que esto arrastra...).

Dice un texto muy antiguo: “Aquellos niños sin saberlo, mueren por Cristo…cuando eran todavía incapaces de hablar de Cristo se convierten en idóneos testigos suyos. Sus cuerpos no tienen aún la fuerza suficiente para la lucha y han conseguido ya la palma de la victoria”. (Oficio de Lecturas- 28/12)

En la numerosa familia de los santos Niños Inocentes están asociados los que mueren por el aborto provocado, los niños muertos por las guerras y todo tipo de abuso y violencia, los que mueren de hambre y de sed, en estado de abandono y soledad…

Hermanos queridos: hoy concluimos el triduo por la vida convocado por la Conferencia Episcopal Argentina, a horas de que el Senado, en un trámite casi “exprés”, intente aprobar la ley del aborto en Argentina. ¡Que penoso! El Congreso va a cerrar un año

signado por la oscuridad (pandemia, pobreza, duelos…) “debatiendo” el quinto mandamiento, intentando aprobar la pena de muerte para los niños inocentes. Lo afirmamos una vez más: la vida no se debate, se defiende, se custodia, lo que se debate es como salvar vidas, como dignificar la vida de cada ser humano, sobre todo de los más débiles…Es inconcebible que en nombre de los “derechos humanos” y de la “salud pública” se eliminen vidas indefensas...

El sábado nos decía en la Basílica de Luján Mons. Oscar Ojea: Transitamos un momento de la patria en el cual necesitamos reconstruir y sanar ante la crisis socio-económico, educativa y cultural, fruto amargo de diversas pandemias, pero no podremos construir si se suelta la mano al indefenso, si se desconocen los derechos al más débil.

Hoy, 28 de diciembre vivimos una jornada de oración y ayuno.

¿Porque oración y ayuno? Porque la oración es la llave que abre el corazón de Dios y tiene la capacidad de derribar muros y de “mover montañas”…pero también porque Jesús nos enseñó que ciertos demonios sólo se vencen con ayuno y oración. (Cf Mc 9,29)

Los demonios no son el Presidente, ni el Ministro de Salud, ni los Diputados ni Senadores que votan a favor del aborto; tampoco los colectivos de mujeres que destilan violencia y resentimiento…No, no afirmamos que estén “poseídos, pero san Juan en su primera carta nos dice claramente: El que no ama a su hermano, está en tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va, porque las tinieblas lo han enceguecido. (1 Jn 2,11) Poseídos no, pero hombres y mujeres con ideologías infectadas por el “mal espíritu” y por la acción del “padre de la mentira”, sin duda que sí…

Por eso estamos ante una problemática con un trasfondo que no debemos perder de vista…

La verdadera batalla no es contra personas, la verdadera batalla se libra a nivel espiritual. Lo dice la carta a los Efesios (6,12): “Nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio”.

Me trae a la memoria una vez más, la carta que Hna. Lucía (pastorcita, vidente de Fátima), le escribía en torno al año 2000 a un Cardenal: en esta hora de la historia la batalla decisiva se librará en el campo de la vida y de la familia…Una verdadera profecía. Detallemos algunas señales:

Detrás de la plaga del divorcio que debilita el matrimonio y la familia, del caos afectivo que lastima la vida de jóvenes y adultos, del genocidio silencioso del aborto, del descarte de los jóvenes por el narcotráfico, las adicciones y el desempleo, más el descarte de los ancianos…sin duda se percibe la estrategia del demonio que no descansa para extender por todas partes la cultura de la muerte a través de refinadas colonizaciones ideológicas, intentando en esta etapa de la historia dar un golpe mortal: derribar uno de los baluartes más fuertes de la familia y de la sociedad, herir algo “sagrado”: la mujer, su femineidad, la maternidad…

Detrás de legítimos derechos y reclamos en defensa de su dignidad se ha ido camuflando un radicalizado feminismo de género que distorsiona hasta la naturaleza misma. Sirva como ejemplo el triste espectáculo de mujeres de todas las edades festejando y aplaudiendo una ley que les permita matar un niño inocente concebido en su propio seno, tapando -con gritos y violencia-, lo que no se puede tapar: legal o ilegal el aborto mata igual.

Todo esto pueden llevarnos exacerbarnos o indignarnos. Se corre el riesgo de tomar las armas de la violencia y la descalificación. No es

ese el camino a seguir. Discutimos ideas, no personas. Porque la lucha -como dijimos- se libra a otro nivel. De ahí la necesidad de ayuno y de mucha oración.

Dios ha nacido. Nadie podrá matar al autor de la Vida. El resucitado vive para siempre. Recibamos al autor de la paz, de esa paz, que nada ni nadie nos podrá arrebatar…Y pase lo que pase seamos misioneros, “cuerpo a cuerpo” de la defensa de la vida, venga como venga.

“¡El amor es más fuerte que la muerte”! La debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza de los hombres…y Dios no fracasa…Decía el Papa Benedicto: “O más exactamente, al inicio Dios fracasa siempre y deja actuar a la libertad del hombre, y esta dice continuamente “no”. Pero la creatividad de Dios, la fuerza creadora de su amor, es más grande que el “no” humano. A cada “no” humano se abre una nueva dimensión de su amor” (A los obispos Suizos 2006).

Santos Niños Inocentes, rueguen por nosotros. Amén.

 

Mons. Damián S. Bitar, obispo de Oberá