Nuestro Dios, desde la eternidad tuvo un sueño y proyecto original (Ef 1, 3-14), conforme a él creó todo lo que existe “y vio que era bueno” (Gn 1, 12), coronó la Creación haciendo al Ser Humano a su Imagen, los creó varón y mujer (Gn 1, 27), “y vio que todo lo que había hecho era muy bueno” (Gn 1, 31).
Con la irrupción del pecado, se desató la más grande y furiosa pandemia de la historia, afectando la armoniosa y original relación del Hombre con Dios, con los demás hombres, consigo mismo y con la creación (Gn 3, 1-18). Dios Amor, respondió de manera inédita a éste tremendo desafío. “El hombre llamó a la mujer Eva por ser ella la Madre de los vivientes” (Gn 1, 20) y desde la esperanza de éste primer evangelio, con gran y paciente pedagogía fue acompañando la historia hacia su madurez y “al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer” (Gal 4,4) y “María dio a luz a su Hijo Primogénito y lo recostó en un pesebre” (Lc 2, 7).
¡QUÉ ADMIRABLE! Dios no se deja vencer por los desafíos ni por el mal, lo vence con el bien (Rm 12, 21); no es indiferente ni huye de la caótica realidad, sino todo lo contrario la asume y entra en ella (Ex 3, 7ss). Y “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). Jesús, nació para ser Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) se abajó, se anonadó (Flp 2, 1- 11), se acercó e inclinó sobre la humanidad herida, la curó, se hizo cargo y pagó por ella el precio de su sangre derramada en la Cruz (1 Pe 1, 18-20; Mc 15, 37).
De ésta manera la Navidad nos enseña y propone como camino el principio de la Encarnación: para redimir hay que asumir, por eso San Ireneo de Lyon decía “lo que no se asume, no se puede redimir”. Estamos invitados a “actualizar” la Navidad en la propia vida, en la familia, en la Iglesia y en la sociedad, transformando desde adentro “como la levadura en la masa” (Mt 13, 21), desde lo pequeño “como semillas de mostaza” (Mt 13, 19) haciendo nacer a Jesús que vino, vivió y dijo:
Esta Navidad acontece en el marco del Año Jubilar Diocesano, y año dedicado a San José.
Navidad es Jesús y nos dice: “Como el Padre me envió, Yo los envío” (Jn 20, 21), y quiero que mi Iglesia (Mt 16, 18-19), esté en permanente salida misionera, por eso: “VAYAN JUNTOS Y TESTIMONIEN MI VIDA”:
Deseo que ésta experiencia de Navidad nos regale la capacidad personal y comunitaria, como Iglesia y sociedad para dar respuestas inéditas apostando decididamente a la Vida, al cuidado de la Casa Común, a la Fraternidad Humana Universal y a la Amistad Social, siendo “una Iglesia en salida misionera, como Pueblo de Dios y con estilo sinodal”.
Con un abrazo de Hermano, Padre y Pastor les deseo.