Queridos hermanas y hermanos:
¡Feliz fiesta de Nuestra Señora de la Merced! Patrona de nuestra Diócesis y titular de nuestra Iglesia Catedral y las parroquias de General Lavalle y General Guido. La Patria. El Bien. La Cruz.
1. Ante todo quiero invitarlos, al entrar en nuestra Iglesia Catedral o al salir de ella, a detenerse unos instantes ante el bello vitraux en la puerta principal para contemplar la escena en la que el general Don Manuel Belgrano pone en manos de la Virgen de la Merced el bastón de mando y la proclama como Generala del ejército por haber vencido en la Batalla de Tucumán en el marco de la guerra por la Independencia. Nuestros próceres al igual que nuestro pueblo más sencillo no tenían temor ni vergüenza de testimoniar libre y públicamente la fe que animaba sus vidas. Era un momento crítico y difícil de nuestra historia que siempre estuvo iluminada por la fe cristiana. Cambiadas las circunstancias hoy es también crítico y difícil el tiempo que providencialmente nos toca vivir. Por eso ponemos en el corazón fiel de la Virgen las tristezas y las alegrías, los dolores y las esperanzas (cf. Gaudium et spes 1) de todo el pueblo argentino. Como pueblo de Dios no podemos quedarnos paralizados frente a una lógica que enfrenta y divide. La Iglesia no puede ser parte del problema en enfrentamientos, rencores, visiones sesgadas y menos aún en la tentación de la violencia. La Iglesia está llamada a ser puerta de solución, espacio donde sea posible el respeto y el diálogo en la búsqueda incansable del bien común poniendo en el centro a los más pobres. Como pueblo de Dios caminamos juntos con Maria, para desarrollar la ?cultura del encuentro? a la que nos llama constantemente el Papa Francisco para la "construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad" (cfr. Evangelii Gaudium 220-221). Somos como el mismo Santo Padre nos pide desde el Evangelio los que tendemos puentes y no los que levantamos muros.
2. La página Evangélica proclamada nos hace peregrinar al Calvario para contemplar al Señor que vive en la Cruz el culmen de su amor y de su libertad. A los pies de la cruz está María, la mujer serena y fuerte, que permanece de pie. Con esa actitud María nos muestra que se puso íntegra y definitivamente del lado del Bien y nos entrega una enseñanza para todas las circunstancias de la vida: ponernos siempre con libertad del lado del Bien.
3. San Bernardo dice que María entró en la Pasión de su Hijo por la compasión y desde ella asume la nueva misión que su Hijo le encomienda cuando le presenta al discípulo y en él a todos nosotros diciéndole: "Ahí tienes a tu hijo" (Jn. 19, 26-27). ¡Junto a la Cruz estaba María! La pasión de Cristo se prolonga en la historia y sigue crucificado en sus hermanos. Nos toca junto a María estar junto a esas cruces con amor, con misericordia, con compasión, dejándonos herir por las heridas de los hermanos e inclinarnos para curarlas. El Papa Francisco nos presenta cruces cuando nos muestra las nuevas esclavitudes: tráfico de seres humanos, trata de personas, con fines de explotación sexual o laboral de niños y adolescentes... Hay un llamado para nosotros: reconocer y luchar contra las causas de las esclavitudes modernas: pobreza, subdesarrollo, exclusión, falta de educación y de trabajo; asumir el compromiso común de ayudarnos con mayor colaboración para superar esta desigualdad y discriminación y devolver a tantos hermanos y hermanas su libertad y dignidad. María de la Merced, entregada al servicio de Dios y el prójimo, nos ayude a seguir a Jesús para conocer la verdad y vivir la libertad en el amor. Amén.
¡Nuestra Señora de la Merced, ruega por nosotros!
Mons. Carlos H. Malfa, obispo de Chascomús