Viernes 15 de noviembre de 2024

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Solemnidad de Nuestra Señora de Itatí

Homilía de monseñor fray José Adolfo Larregain OFM, obispo auxiliar de Corrientes, en la solemnidad de Nuestra Señora de Itatí (Basílica Nuestra Señora de Itatí, 9 de julio de 2020)

Lecturas: Is 7,10-14; 8,10 -Salmo Lc 1, 45-55; Gal 4,4-7; Lc 1,39-47

Damos gracias a Dios por este día que celebramos, en su casa y a sus pies, a nuestra “Tierna Madre de Itatí”. También por un aniversario más de la independencia de nuestra Patria.

Hemos finalizado la novena patronal presidida por los obispos del NEA bajo el lema “María, Madre del pueblo, esperanza nuestra”. Se rezó por los grupos parroquiales, los trabajadores, las familias, las comunidades rurales y los peregrinos, por los servidores públicos y las fuerzas de seguridad, por los agentes de caridad, por alumnos y docentes de las escuelas, por los enfermos, las vocaciones y la vida consagrada.  Se medito cada día reflexionando sobre “María como Madre de la Iglesia”, “madre de Dios y madre nuestra”, “madre de familia”, “mujer peregrina en la fe”, “fuente de amor”, “mujer servidora”, “modelo de valores”, “intercesora” y “a los pies de la cruz”.  El evangelio que hemos proclamado es una bella síntesis que hace las veces de compendio de toda la novena.

Casi nunca la historia nos narra los acontecimientos simples, sencillos y cotidianos que viven los pobres. Hoy encontramos una excepción. San Lucas nos muestra con algunos detalles una realidad que aparentemente no tiene importancia en el desarrollo histórico de una sociedad. El lugar donde acontece tampoco tiene relevancia ni precisión: es en la serranía, en un pueblo de Judea y sucedió en una casa. A veces sólo se considera trascendente lo que sucede en las ciudades, en los lugares prominentes, lo que hacen los grandes, los de renombre, los que se creen en sí mismos los únicos protagonistas de la historia.

Prestemos atención a las personas que aparecen en el texto evangélico que acabamos de escuchar. Nos encontramos que son un par de mujeres y dos niños en el vientre de cada una de ellas: María, Isabel, Jesús y Juan. Las mujeres de por sí devaluadas en una sociedad que no las tenía en cuenta. Una era de edad avanzada, la otra joven. Ambas son madres que portan un niño en el seno de su vientre. En los dos intervino Dios, con su gracia y su misericordia.

El texto nos quiere narrar como Dios hace historia con aquellos que no cuentan para nada ni para nadie. Vale la pena considerar este encuentro entre María e Isabel, está lleno de vida y de amor, de solidaridad. Es modelo de servicio, de ayuda y sostenimiento mutuo, de unidad fraterna, de afecto familiar, de capacidad de compartir los acontecimientos simples y ordinarios de la vida.

Los dos niños están llamando la atención, uno saltó de gozo en el vientre de su madre al percibir la presencia del Señor. El Espíritu Santo llena de gozo a Isabel y a María. Las dos mujeres se encuentran, es mucho más que una simple visita de una pariente a otra. Es una enseñanza sobre la manera que Dios actúa en la historia humana y como Dios obra a través de la misma. Eso es lo que proclama Isabel en las palabras que dirige a su prima y que refrenda María y lo explicita en su canto que la tradición consagró como el “Magníficat”. En los labios de la Madre del Señor se expresa lo que todo creyente de corazón sencillo no solamente debe proclamar sino que también debe realizar con su vida cada día.

La primera lectura que corresponde al Profeta Isaías nos habla de ese niño que será llamado Emanuel, que traducido significa “Dios con nosotros”. El texto nos habla de una joven en estado de contraer matrimonio o ya casada. La tradición cristiana encontró aquí el anuncio profético del nacimiento de Jesús, descendiente de David y salvador de su pueblo. La segunda lectura nos hace referencia el Apóstol san Pablo, el cual nos dice que en la plenitud de los tiempos el Padre envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley para rescatarnos y para que recibamos la condición de hijos de Dios que nos permite llamarlo “Padre”.

Las lecturas que hemos escuchado nos recuerdan que nuestro Dios es el Dios de la Vida, la fuente de nuestra vida, que ha vencido a la muerte en Cristo resucitado. La vida es el primer don que hemos recibido, es el regalo fundamental. Sin ella nada es posible. En estos tiempos de pandemia lo experimentamos en el día a día, nos ayuda a valorarla, a cuidarla, cuidarnos y cuidar a los demás.  Yo me pregunto: ¿por qué cuidar nuestra vida y no cuidar la vida del otro?, ¿por qué ser tan precavidos con nuestra propia vida y no en la vida del por nacer?, ¿hay vidas que valen más o son más importantes que otras? Toda vida es importante y necesita ser cuidada.

En los más simples y sencillos encontramos una profunda valoración a la vida como don de Dios. La defensa de la vida nos lleva a cuidar de los niños no nacidos, pero también de la vida de los pobres, de los indefensos, de los vulnerables, porque toda vida es sagrada. Estamos convencidos que la propuesta cristiana tiene una palabra luminosa, liberadora de esperanza para vivir con sentido, alegría y plenitud nuestra vida. Recordemos siempre que nuestra provincia de Corrientes optó por la vida en todas sus instancias, desde el primer instante en el vientre materno hasta el día que llama el Señor. Tenemos que trabajar incansablemente para que la opción por la vida en todo su desarrollo sea realidad.

Necesitamos recrear permanentemente en nosotros la mirada de fe sobre los signos de estos tiempos. Cuantas tristezas, dolores, desesperanzas, amarguras, desalientos, estamos experimentando por lo que estamos viviendo. Es un tiempo difícil, la noche se hace larga y parece retardarse el amanecer. Surge de un corazón creyente alabar a Dios por todo lo que Él es y todo lo que hace, como lo hizo la Virgen. También esa mirada nos hacer discernir lo que nos hace bien y lo que nos daña, descubriendo los signos del paso de Dios en medio de nuestro.

Estamos invitados, como nos presenta el evangelio, a ser constructores de cultura del encuentro. A pesar del distanciamiento social exigido por el cumplimiento de la cuarentena, se nota una actitud del pueblo de cercanía y de caminar juntos. Hay como una voluntad de sostenernos unos a otros.

Vivimos distanciamiento por un lado y cercanía por el otro. Explosiones de solidaridad, manifestada especialmente entre los pobres. Se percibe un proyecto en las actitudes de las gentes sencillas, de las organizaciones barriales, de nuestras comunidades. Ese proyecto no está explicitado: es el proyecto simple y sencillo de ser comunidad. El pueblo lo expresa en acciones concretas que lo muestran, son signos pequeños, sencillos y cotidianos. Signo de querer ser comunidad. Se trata de que todos los que tenemos en algún sentido la responsabilidad de la dirigencia asumamos ese proyecto: queremos ser comunidad. Como Patria y como Pueblo, queremos ser comunidad. No sólo se trata de técnicas administrativas y burocráticas: se trata de ser una Nación que privilegie la cultura del encuentro y de la vida. María e Isabel nos enseñan a ser constructores de encuentro y comunidad desde la simpleza y la fragilidad.

La presencia del Mesías en nuestras vidas nos trae alegría. Hoy necesitamos renovar nuestra alegría, confianza y esperanza. Por eso hemos venido a tus pies Virgencita querida: queremos dejar nuestras tristezas, agobios y preocupaciones para compartir el gozo de Jesús en nuestras vidas.

Elevamos ante Ti, nuestra acción de gracias a Dios en este nueve de julio por nuestro hermoso y querido pueblo argentino y correntino. Por sus históricas luchas, por sus deseos de vivir en libertad, por su creatividad, por su religiosidad, por sus ganas de gozar de la vida a través de sus fiestas, tradiciones y costumbres. Hoy algunas de estas potencialidades están aletargadas por la pandemia. Sigue muy presente su ser solidario, su capacidad de donación al otro, su mística de lucha, su Fe, su entrega, su solidaria generosidad! Son regalos que ha dado a nuestro Pueblo el Dios de la Vida.

Tierna Madre de Itatí: ¡Ruega por nosotros!

Mons. Fray José Adolfo Larregain OFM, obispo auxiliar de Corrientes