Miércoles 25 de diciembre de 2024

Documentos


Tedeum del 9 de Julio

Homilía de monseñor Enrique Eguía Seguí, obispo prelado de Deán Funes, en el tedeum por el Día de la Independencia (Iglesia catedral, 9 de Julio de 2024)

Jn. 13, 1-17.

Hace algunos años el Papa Francisco compartió algunos mensajes inspirado en la figura y el testimonio de San Francisco de Asís: las encíclicas Laudato si y Fratelli tutti. En ellas despliega, desde la Doctrina Social de la Iglesia, un conjunto de reflexiones para crecer en fraternidad, amistad social y compromiso con los más pobres, los que sufren y los excluidos.

Dice el Papa: “«Fratelli tutti», escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos consejos quiero destacar uno donde invita a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él». Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite.”

Las cuestiones relacionadas con la fraternidad, la amistad social y la dignidad humana han estado siempre entre las preocupaciones del Papa Francisco y de la Iglesia, y deben ser también preocupación de todos, en particular de los protagonistas de la construcción del bienestar social y del quehacer político.

Así lo entendieron los congresales reunidos en Tucumán hace 208 años. Después de varios meses de debate, alentados por San Martín, Belgrano y el Pueblo, declararon la Independencia: “…Invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia,… Aclamaron primero, llenos del santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime voto por la independencia del país…., comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama…”

Hoy nosotros celebramos este acontecimiento con el deseo y compromiso de continuar enarbolando estas banderas de independencia y de amistad social por el bien de todos los que habitan en nuestra querida patria. Lo hacemos dando gracias a Dios del mismo modo que lo hicieron estos ejemplares congresales.

Recordemos que al día siguiente de la declaración de la Independencia, el primer acto de los congresales fue implorar la ayuda de Dios. “A las nueve de la mañana se reunieron los señores diputados en la casa congresal y de allí se dirigieron a la Iglesia de San Francisco, donde asistieron a la Misa del Espíritu Santo”, que fue celebrada por el sacerdote Pedro Ignacio de Castro Barros, diputado por La Rioja.

Escuchamos en el evangelio la enseñanza de Jesús a través del lavatorio de los pies. Allí Él deja en claro que el despliegue de la caridad, que se hace servicio a los hermanos, es el camino más sencillo para alcanzar la felicidad: “ustedes serán felices, si sabiendo estas cosas las practican”.

Conocemos que la experiencia de felicidad incluye muchos sentimientos: bienestar, plenitud, integración, libertad, sentirse amado y poder amar. Todos estamos llamados a experimentar estas dimensiones en nuestra vida y nuestro corazón.

El servicio desinteresado, en particular por los que sufren, los más pobres, los excluidos o los que no pueden devolvernos de ninguna manera lo que les estamos entregando, pasa a ser el despliegue visible de esta búsqueda de plenitud para todos.

Aunque parezca incomprensible… ya Jesús se lo decía al apóstol Pedro “no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”. Es que la entrega servicial es una siembra dificultosa y ardua, no se pueden calcular sus resultados inmediatos, pero es fecunda y llena de vida. Se verán los frutos más adelante o verán los frutos otros que no seremos nosotros… las próximas generaciones…

Aquellos congresales, y nosotros soñamos con una Argentina en donde todos podamos alcanzar la felicidad y vivir en el servicio fraterno. Y hacerlo cada uno desde su propio lugar, vocación o trabajo. Que cada acción que realizamos sea una búsqueda de construir fraternidad y amistad social. En el gesto directo “cuerpo a cuerpo” con el que nos necesita, o a través de políticas y proyectos en orden al bienestar de nuestros hermanos.

Nos recuerda el Papa Francisco en Fratelli tutti que “reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en «el campo de la más amplia caridad, la caridad política». Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. Una vez más convoco a rehabilitar la política, que «es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común».”

También nos dice el Papa: es “un acto de caridad igualmente indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria». Es caridad acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que se realiza, aun sin tener contacto directo con esa persona, para modificar las condiciones sociales que provocan su sufrimiento. Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye un puente, y eso también es caridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el político le crea una fuente de trabajo, y ejercita un modo altísimo de la caridad que ennoblece su acción política.”

Como vemos la libertad se construye y se despliega en el amor, que en la perspectiva de la organización comunitaria tiene un nombre: amistad social, fraternidad, cercanía y compromiso con los más pobres y los que sufren.

En una Argentina, desde hace tiempo, fragmentada y dolida por la pobreza, la falta de trabajo, las discordias y enemistades en todo el país y también en nuestras ciudades, pueblos y parajes más pequeños, necesitamos trabajar por el encuentro y la amistad para ser plenamente libres, y plasmar así los sueños de aquellos congresales reunidos en Tucumán un 9 de julio hace 208 años.

La figura del Beato Fray Mamerto Esquiú, en un tiempo posterior de gran significancia para la construcción de la Nación Argentina, es un ejemplo para nosotros, cordobeses del norte de la provincia. Él recorrió nuestra tierra, ciudades y pueblos y todavía quedan huellas de su paso. Su mensaje evangélico y social sigue vigente en nuestros días.

Ponemos la mirada en Jesús y su gesto de servicio en el amor. Sólo así como nos dice el Evangelio podremos vivir con la esperanza de una felicidad que sea plenitud de vida y libertad: “ustedes serán felices, si sabiendo estas cosas las practican”. Que así sea.

Mons. Enrique Eguía, obispo Prelado de Deán Funes