Miércoles 25 de diciembre de 2024

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Msa en memoria de los Mártires Palotinos

Homilía de monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, durante la misa en memoria de los mártires palotinos (Parroquia San Patricio, 4 de julio de 2024)

Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados». Algunos escribas pensaron: «Este hombre blasfema. Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados te son perdonados", o "Levántate y camina"? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres. Mt 9, 1-8

Le presentaron a un paralitico tendido en una camilla. Y el evangelio dice: “Al ver la fe de esos hombres” Parecería que a Jesús le llama más la atención la fe de los que cargaban la camilla que el mismo paralítico. Y esa fe debía verse, debía notarse mucho, y por eso la atención del Señor.

Debía ser una fe cristocéntrica, centrada en Jesús: por eso van a su encuentro con la confianza de que Él podrá hacer algo por el enfermo. Una fe comunitaria: llevan la camilla entre varios. Una fe comprometida: no se quedan en creer en Dios nada más, lo traducen en obras: concretan el mandamiento del amor. Una fe audaz, se abren camino entre la muchedumbre que sigue al Señor, se animan a mostrarse necesitados de la ayuda de Dios, no les importa el qué dirán.

Así debe haber sido la fe de nuestros hermanos palotinos, los padres Alfredo Leaden, Pedro Dufau y Alfredo Kelly y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti. Su fe también llamó la atención en su momento histórico y lo sigue haciendo hoy, 48 años después.

Una fe muy centrada en Jesús, por eso la insistencia del padre Dufau con la oración como modo para comunicarse con el Señor; (y cito textual): “Lamentablemente, todavía subsiste la creencia, entre no pocos católicos practicantes, de que hacer oración es algo propio de frailes y monjas. Además, hoy es fácil comprobar que los fieles, incluso los buenos, debido a esa tendencia a secularizar todas las actividades humanas, gradualmente están desterrando de sus vidas la oración personal. Y, sin embargo, sin oración no hay comunicación con Dios. Y sin comunicación, el Señor será para nosotros nada más que una idea imprecisa o una vaga imagen. Me pregunto si habrá alguna posibilidad de amar, hasta el extremo de una total lealtad, a una imagen vaga o a una imprecisa idea”[1].

Una fe comunitaria: porque, como decía el cardenal Bergoglio, “juntos vivieron, juntos murieron”[2]. No vivían su fe de modo individualista o privado, lo hicieron tan unidos que hasta mezclaron su sangre, sangre de hermanos.

Una fe comprometida con su tiempo, como decía Salvador Barbeito:

“Cada año, a cada paso en el tiempo, debemos replantearnos la fidelidad de nuestra vocación como respuesta a las necesidades de la Iglesia en cada época histórica”.

Una fe audaz, pero no valiente como los súper héroes de historieta; una fe muy humana con las fragilidades y vulnerabilidades que todos tenemos; expresada de manera tan conmovedora por el Padre Kelly tres días antes del asesinato: “He tenido una de las más profundas experiencias en la oración. Durante la mañana me di cuenta de la gravedad de la calumnia que está circulando acerca de mí. A lo largo del día he estado percibiendo el peligro en que está mi vida. Por la noche he orado intensamente, al finalizar no he sabido mucho más. Creo sí que he estado más calmo y tranquilo frente a la posibilidad de la muerte. Lloré mucho, pero lloré suplicando al Señor que riqueza de su gracia que me ha dado para vivir acompañara a aquellos a quienes he tratado de amar, recordé también a los que han recibido gracias a través de mi intensión, lloré mucho por tener que dejarlos. Nunca he dudado que fue Él quien me concedió la gracia”[3].

El texto del evangelio continúa diciendo que cuando Jesús perdona los pecados del paralitico, algunos escribas pensaron: “Este hombre blasfema.” Y Jesús, leyendo sus pensamientos, les dirá ¿Por qué piensan mal? Pensar y hablar mal de los demás, fue también lo que sufrieron nuestros siervos de Dios, fue como volver a matarlos. Como decía el Papa Francisco refiriéndose a la persona de San Oscar Romero: “Una vez muerto fue difamado, calumniado, ensuciado, o sea que su martirio se continuó incluso por hermanos suyos en el sacerdocio y en el episcopado. Solo Dios sabe las historias de las personas y cuantas veces, a personas que ya han dado su vida o que han muerto, se las sigue lapidando con la piedra más dura que existe en el mundo: la lengua”[4].

Jesús le dice después al paralitico “levántate”. Lo anima a ponerse de pie y a caminar.

Levántate, como esa alfombra roja, color sangre, levantada orgullosamente en el oratorio con las marcas de las balas que traspasaron los cuerpos de nuestros hermanos a quienes hoy recordamos[5]. Ponete de pie a pesar de las dificultades; de pie defendiendo la verdad y la justicia; de pie, aunque las piernas duelan y las parálisis nos parezcan ganar. De pie, como Alfredo, Pedro, Alfie, Salvador y Emilio que con su sangre fecundaron nuestra Iglesia. De pie como María al pie de la cruz.

Porque ellos encarnaron las palabras del documento de Aparecida cuando dice: “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. (...) Se vive mucho mejor cuando tenemos libertad interior para darlo todo: “Quien aprecie su vida terrena, la perderá” (Jn 12,25). Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión”[6].

Esa fue su misión hace 48 años. Esa es hoy también nuestra misión, dar la vida.

Mons. Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires
4 de julio 2024


Notas:
[1]Dufau, Pedro, Homilía La Eucaristía, agosto 1973 en Testigos de la fe en Cristo, con la palabra y con la sangre, Buenos Aires 2023.
[2]Bergoglio, Jorge Mario, Homilía 25 años de la masacre de San Patricio, Buenos Aires julio 2001.
[3] Kelly, Alfredo José, Diario personal, 1 de julio 1976.
[4]Francisco, Discurso a una peregrinación de la república de El Salvador, Ciudad del Vaticano abril 2015.
[5]Cfr. Eguía, Enrique, Homilía 47 aniversario de la masacre de San Patricio, Buenos Aires julio 2023-
[6]V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida 360, Aparecida 2007.