Jueves 26 de diciembre de 2024

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Tres imágenes bíblicas para recuperar la unidad y animar la esperanza

Homilía de monseñor Ariel Torrado Mosconi, obispo de Nueve de Julio, en el tedeum por el aniversario de la Revolución de Mayo (Iglesia catedral, 25 de mayo de 2024)

Hch 2,1-11; Sal 22; Mc 4,35-41

Las lecturas de la Palabra de Dios recién proclamadas evocan tres imágenes cargadas de sentido capaces de iluminar nuestro caminar como nación, sociedad y pueblo, orientándonos por una senda de solidaridad y esperanza.

Ellas son el Pentecostés de la venida del Espíritu Santo sobre la primitiva comunidad cristiana; el buen pastor que va en busca de la oveja perdida, para recuperarla y reintegrarla al rebaño y Jesús en la barca con los discípulos en una noche de tormenta.

Pentecostés
La inflación y la inseguridad, la corrupción y falta de justicia, junto a la polarización ideológica, la conflictividad como método y la profundización de lo que se dio en llamar “la grieta”, son dañinos y corrosivos para cualquier sociedad. Los relatos ideológicos sostenidos dogmáticamente, para ganarse
el favor de un sector en detrimento de otro, manipulando información y atizando la conflictividad, terminan produciendo desencanto, incertidumbre y desesperanza. En todo esto, se deja ver la incapacidad de diálogo y comprensión, generosidad y magnanimidad, responsabilidad y un buen grado de desinterés, condiciones de toda convivencia social. No puede haber un verdadero pacto como nación sin una superación de estos antagonismos, sin una verdadera actitud de respeto, escucha y diálogo.

La imagen de Pentecostés con el Espíritu Santo descendiendo para iluminar y esclarecer, fortalecer y unir a aquellos primeros creyentes provenientes de distintos orígenes culturales, sociales y geográficos, es un fuerte llamado a saber y buscar convivir en “unidad en la diversidad”. El método no es ya impulsar el conflicto, sino el diálogo franco, honesto y desapasionado, capaz de ponerse en el lugar del otro, comprender sus razones y admitir sus intereses, buscando siempre el consenso, los acuerdos y la integración.

Pentecostés es la otra cara -según la misma Biblia- de la narración de la Torre de Babel. Allí, la soberbia y el egoísmo provocaron ruptura, confusión y anarquía. El llamado a trabajar y luchar por integrarnos en una convivencia sana y pacífica, es posible y vale para creyentes y toda persona de buena voluntad. ¡No sigamos las voces de quienes nos ponen unos contra otros! Dejémonos orientar por aquella Luz que nos hace más lúcidos, sensatos y responsables en la cotidiana tarea de labrar el bien común.

El Buen Pastor y la oveja perdida
En la búsqueda de soluciones a los grandes problemas que nos aquejan como sociedad, centramos nuestra atención en los indicadores macroeconómicos, en las estadísticas globales, en las tendencias mayoritarias o nos dejamos arrastrar y seducir por los millones de “like” de cualquier “influencer”. Es decididamente trágico el olvido de la persona “de carne y hueso”, del hombre y la mujer concretos, que no son ni un número ni una cosa, sino el prójimo real y verdadero. Ello constituye, propiamente, una seria alienación: se pierde la conexión con la realidad de la gente, postulando -falaz o fanáticamente- relatos mesiánicos que suelen esconder oscuros intereses de un determinado sector o pretensiones de colonización ideológica y cultural.

La imagen del Pastor, tan cara a la literatura y enseñanza bíblica, nos recuerda a aquel que deja a las noventa y nueve en la serenidad del rebaño y va a buscar a la extraviada y perdida, herida y hambrienta. No es debilidad ni pérdida o “des-inversión”, apostar por la compasión, es la condición básica para la recuperación y la reconstrucción genuinas. La indiferencia generada por un frío individualismo, puede llevarnos igualmente a la desintegración y la anarquía fruto del egoísmo y una mal entendida competitividad. Empatía y comprensión y una decidida apuesta por la reconciliación, son el camino más sensato y constructivo. ¡Necesitamos entrar en la lógica y el dinamismo de la unidad y la amistad social!

La tempestad calmada
La imagen bíblica de la tormenta nos toca muy de cerca a los nuevejulienses. Acabamos de atravesar y todavía estamos en la tarea de recuperarnos, una fuerte tormenta de viento que dañó hogares -afectando a familias que recién comenzaban a tener su vivienda propia- y los bienes de empresas e instituciones. Agradecemos no haber tenido que lamentar víctimas fatales. Los momentos críticos de una nación también pueden compararse con una tormenta. Oscuridad e incertidumbre. Confusión y temor. Desesperación cuando parece que todo va a terminar de la peor manera.

Jesús en la barca con los discípulos en medio de aquella noche de tormenta -este mismo texto sirvió al Santo Padre Francisco para su memorable mensaje al mundo al comienzo de la pandemia- nos recuerda que el grito, la queja o el lamento miedoso y desesperado nunca sirve de nada: ni salva ni ayuda. Solamente la confianza y la solidaridad nos sacan propiamente “a flote”. Los argentinos estamos todos en la misma barca, no cabe ni sirve el “sálvese quien pueda”. Solamente dejándonos de quejar y lamentarnos, reavivando la confianza y la esperanza, remando juntos, esforzándonos, codo a codo, solidariamente, apuntando al horizonte del bien común, vamos a superar la tormenta.

A “escala pueblo” estamos pudiendo y lo seguimos intentando. La tormenta nos unió y despertó los buenos y mejores sentimientos de solidaridad, generosidad y trabajo compartido. El ciudadano común, las autoridades, las instituciones se unieron mancomunadamente para ayudar y reconstruir.

Quiera Dios también ayudarnos a tener estos sentimientos, convicciones y actitudes, cada vez más en todos los momentos y ámbitos de la vida comunitaria. Este será nuestro “granito de arena” al pueblo y a la nación. Este es nuestro “modelo y estilo” ¡Unidos podemos!

Dios, fuente de toda verdad y justicia, nos conduzca a vivir, trabajar y luchar por este camino.

Mons. Ariel Torrado Mosconi, obispo de Nueve de Julio