Miércoles 25 de diciembre de 2024

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50 años del asesinato del P. Carlos Mugica

Desgrabación de la homilía de monseñor Gustavo Carrara, obispo auxiliar de Buenos Aires, en la misa por 50 años del asesinato del padre Carlos Mugica (Parroquia Cristo Obrero, Villa 31, Ciudad de Buenos Aires, 11 de mayo de 2024)

Les tengo que confesar tengo que estoy con un poco de temor, no porque esté desacostumbrado a hablar ante por mucha gente, pero estoy como cayendo en cuenta de que estamos ante un hecho histórico: estamos celebrando algo que esta comunidad, que este barrio ha venido preparando hace ya tiempo, estamos celebrando los 50 años del martirio del padre Carlos Mugica. Estamos en un momento histórico hoy, por eso decía que estoy con un poco de temor de alguna manera.

Tal vez como los discípulos que ven que Jesús asciende a los cielos y se quedan ahí mirando y los ángeles le dicen “¿qué se quedan ahí mirando?, aquel que sube a los cielos va a volver”. Y es lo que decimos en cada eucaristía, en cada misa que celebramos: anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús.

¿Qué tenemos que hacer en este tiempo? Sabemos lo que no tenemos que hacer: Quedarnos con los brazos cruzados. Lo que tenemos que hacer es anunciar la alegría del evangelio, es anunciar el triunfo del amor de Jesús sobre la muerte, sobre el dolor, sobre la maldad, anunciar la resurrección y la vida de Jesús. ¿De qué modo? ¿De qué manera? Con una fe que obra por el amor. 

Los sacerdotes tenemos esta frase del padre Carlos Mugica: “Tener fe es amar a tu hermano”. Tener fe es amar al prójimo y eso es lo que nos enseñó el padre Carlos Mugica. El evangelio de Jesús lo llevó a él a los más frágiles, a los más pobres. El evangelio de Jesús que nació en las periferias y con los pobres va hacia todos. Ese evangelio de Jesús vivió el padre Carlos Mugica y la razón última de su martirio es el haber optado ofrendar su vida para con los más pobres.

Se fue metiendo de a poco en la vida de este barrio hace más de 50 años. Se fue metiendo y fue siendo feliz en este barrio. se fue metiendo y enamorando de la gente sencilla y humilde de este barrio y con los vecinos y vecinas también peregrinó a Luján con las otras Villas. Hay una frase que hace poquito, esta semana, releía y que revelaba cómo el padre Carlos Mugica estaba muy atento a lo que decían sus vecinos y sus vecinas en este barrio. Un hombre, allí, en una de las peregrinaciones de las villas a Luján, dijo así: “Venimos a pedirle a la Madre del Divino Peleador que nos ayude en nuestras luchas”.

¿Y cuáles son las luchas que son los deseos? Simplemente vivir bien, vivir con dignidad. Hoy, ¿cómo diríamos eso que decían los vecinos y vecinas de esos barrios y que el padre Carlos escuchaba y trataba de apoyar? Hoy diríamos Tierra, Techo y Trabajo. Hoy diríamos pedimos, suplicamos, una tierra para trabajar, para construir un techo, para cuidar una familia.

El padre Carlos Mugica predicaba que el Evangelio de Jesús reconociendo en cada ser humano una dignidad infinita que no puede ser avasallada, ninguneada, pisoteada. Por eso él hablaba y, sobre todo, vivía el Evangelio de Jesús a fondo. Por eso su figura nos interpela, su figura nos hace preguntarnos, ¿qué sería de nosotros como Iglesia si realmente nos comprometiéramos más en serio en la causa de los más frágiles?
Vivimos un mundo muy individualista, vivimos una cultura que se hace cada vez más fuerte en ese decir “salvate a vos mismo que no te importen los demás”. Pero ese no es el camino. El “salvate a vos mismo” termina en el “todos contra todos”.

Jesús también en la cruz fue tentado tres veces. Le dijeron “salvate a vos mismo” y la respuesta de Jesús fue amarnos y salvarnos, dar la vida por nosotros. No hay amor más grande que dar la vida era una frase que el padre Carlos Mugica valoraba mucho del Evangelio de Jesús, no hay amor más grande que dar la vida por los amigos.

También en esta noche, hace 50 años, después de haber celebrado la misa, después de haber bebido en el cáliz la sangre de Cristo, también el padre Mugica derramó su sangre por sus amigos. Porque el padre Carlos Mugica no fue solo generoso con los más pobres, lo fue, pero fue mucho más profundamente evangélico porque fue amigo de los más pobres. El paso verdaderamente evangélico no es solo ser generoso sino entrar en amistad, compartir la vida. Por eso el padre Carlos dio la vida por sus amigos, dio la vida por este barrio, dio la vida por la causa de los más pobres y humildes. Y ese es su legado.

Muchas cosas cada uno de los que está acá podría decir, estamos en un momento histórico realmente. Le pedimos al padre Carlos Mugica que nos dé la gracia de ser cada vez más comunidad, una comunidad que se organiza en torno a la misericordia, que abrace el dolor de los que más sufren, que no deje a nadie afuera. Esa gracia le pedimos. Que así sea.

Mons. Gustavo Carrara, obispo auxiliar, vicario general y vicario para las villas de la arquidiócesis de Buenos Aires