Miércoles 25 de diciembre de 2024

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Misa por la paz y el cese de la violencia

Homilía de monseñor Eduardo Eliseo Martín, arzobispo de Rosario, durante del 4º Domingo de Cuaresma (Santuario arquidiocesano de Nuestra Señora del Rosario, 10 de marzo de 2023)

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo a las autoridades presentes, a los hermanos de los gremios, especialmente a aquellos que hoy han perdido a sus trabajadores y están padeciendo las amenazas por esta situación tan tremenda que vive la ciudad.

Ciertamente que esta violencia que podemos llamar irracional, inhumana, nos deja como petrificados, como impotentes ya que cualquier rosarino puede ser el blanco de esta violencia. Algo casi nunca visto. ¿Qué habrá en el corazón de esta gente, qué tendrán en su corazón? El deseo de venganza, este deseo de revancha, esta maldad que como dice hoy el Evangelio: “todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella”.

Vivir en la luz, es vivir en la verdad, en la transparencia, es vivir a la luz del día, como la inmensa mayoría, que quiere vivir sin tinieblas, sin oscuridades. Ciertamente, esta violencia brota de las tinieblas, no brota de la luz. Brota de las tinieblas.

La realidad golpea hoy a la puerta de nuestra Ciudad, a la puerta de nuestras casas, a la puerta de nuestros corazones y lo hace así, de este modo tan tremendo, tan brutal, donde deja familias destrozadas, familias llenas de dolor, como las familias de estos hermanos nuestros Héctor, Diego, Bruno, Marcos, César… Jimy, o el taxista de San Lorenzo.

¿Qué podemos decir?

Primero que todo, queremos mirar con fe la realidad, con la fe de Cristo y Cristo no vino a matar sino a morir, a dar la vida por nosotros. Por eso el Evangelio dice que Jesús tiene que ser crucificado por nuestros pecados. Con su muerte, con su sangre, Jesús paga por nuestros pecados, también por estos crímenes. Jesús sigue crucificado en estos hermanos que han muerto. Sigue crucificado en sus familias. Jesús sigue en la cruz. Por eso tenemos que mirar hoy a Jesús y encontrar toda la fuerza que necesitamos, la unidad que necesitamos, el compromiso para trabajar por el bien, por la justicia, por la paz y no dejarnos amedrentar.

Esta violencia casi diabólica, quiere paralizarnos, quiere hacernos detener, lograr terror en la ciudad, lograr terror en cada uno de los rosarinos. Pero tenemos que encontrar en Jesús esa fuerza para seguir adelante, con la certeza de que el mal no vencerá, de que el mal no tiene la última palabra, que la última palabra la tiene el bien, la tiene Dios sobre el mundo y sobre la vida, la última palabra es misericordia, la última palabra es vida, no muerte. Esta es nuestra fe. Por eso nos podemos levantar aún en medio del dolor y seguir caminando.

Por eso, tenemos que rezar. Frente a esa impotencia, los ciudadanos comunes, los que caminamos por la calle todos los días, tenemos que levantar la mirada al Señor, mirar a Jesús y pedir que toque el corazón de estas personas violentas y decirles en nombre de Dios: cesen de hacer el mal, cesen de matar gente. No es este el camino que los puede llevar a la vida. Ese es un camino de muerte y de destrucción.

Rezar. Pedir a Dios que tenga piedad de todos nosotros. Implorar esa gracia y esa paz que tanto necesitamos, que tanto necesita nuestra ciudad, que tanto necesitamos desde lo más profundo del corazón.

Rezamos por las almas de estos hermanos nuestros. Tenemos una certeza desde la fe: la vida no termina con la muerte, la muerte es paso a la vida eterna. Por eso ofrecemos el Santo Sacrificio de la Misa. Por eso, también queremos estar cerca de sus familias, destrozadas por este dolor producido por estas muertes injustas, y estar cerca de ellos para darles consuelo.

Los otros días, estuve con la viuda del taxista que mataron el Tablada y realmente me asombró la fe de esta mujer, ¿saben lo que me dijo? Me dijo que estaba con sus hijos y que ella reza por los que mataron a su esposo, porque Jesús también derramó su sangre por ellos. Realmente me dejó asombrado. Cómo puede una mujer a la que le matan su esposo decir eso. Sólo la fe, sólo por la fe, por tener a Dios en el corazón se puede tener esta grandeza, esta grandeza de ánimo porque la venganza no lleva a ningún lado, sólo el perdón, sólo el amor es lo que salva el mundo. Por eso, pedimos de modo especial por las familias de las víctimas de la violencia.

Pero como dice San Benito, ora et labora, reza y trabaja. Nosotros rezamos pero también tenemos que trabajar. ¿Qué podemos hacer nosotros? Lo primero es dejar que Cristo pacifique nuestro corazón. Como dice el Evangelio lo que ensucia al hombre es lo que sale del corazón herido del hombre. Por eso, en este tiempo de cuaresma lo que podemos hacer es abrir nuestro corazón de modo sincero a Dios, de modo confiado. Él quiere entrar en nuestras vidas para pacificarnos, para perdonarnos y así poder irradiar esa paz en nuestras casas, en nuestras familias. Tenemos que pacificar nuestras familias también, para que no haya heridas, para que no haya gritos, para que no haya peleas.

Tenemos que pacificar nuestros barrios. Tenemos mucho por hacer y trabajar como ciudadanos, un compromiso por el bien común y la justicia. Sembrar paz. No es debilidad, es fortaleza. Paciencia como símbolo de fortaleza.

Pero también hay un ámbito que nos excede a nosotros y es el de las autoridades. Autoridades que el pueblo ha elegido para garantizar la seguridad y la paz. Para eso dice el Apóstol Pablo están las autoridades. Por eso también pedimos por las autoridades y queremos estar unidos y unidos junto a ellos en esta lucha contra el mal que nos aqueja, contra esta violencia injusta, contra esta violencia irracional. Siempre, y eso también hay que decirlo, dentro de las leyes y dentro del respeto de la dignidad de las personas. Nunca excediéndose. Siendo firmes, inteligentes y firmes pero siempre dentro de lo que es el derecho.

Rogamos al Señor para que les de inteligencia para desentrañar de dónde viene esta violencia, dónde está la raíz de todo esto. Inteligencia y firmeza. HAce unos años atrás decía que se necesitaba esa decisión política de nación, provincia y municipio. Bueno, hoy parece que se están alineando porque esto no se resuelve solos, desde nuestra ciudad. Se necesita de ese compromiso serio y profundo contra el crimen organizado y la violencia que nos asola. Por eso rezamos por las autoridades para que Dios les de esa firmeza y esa templanza y buscar el bien y la defensa de la vida de todos los rosarinos tan seriamente amenazadas por estos actos de terror.

Quería terminar, dirigiendo nuestra mirada a la Virgen. Hay un canto que solemos cantar: “Junto a la cruz de su Hijo, la Madre llorando se ve, el dolor lo ha crucificado el amor la tiene en pie. Quédate de pie junto a Jesús que tu hijo sigue en la cruz”.

Miramos a María, nuestra Madre, la que estuvo al pie de la cruz de su hijo. También hoy la Madre está al pie de la cruz de los rosarinos, al pie de la cruz de las familias que han perdido a sus seres queridos, al pie de la cruz de todos los que están amenazados.

Por eso recurrimos a ella con confianza e imploremos que ella nos traiga la paz, que intercediendo ante su Hijo Jesús nos traiga la paz.

Trabajando nosotros: luchando por la justicia, luchando por la paz, luchando por el bien, luchando en contra de la violencia y elevando nuestras manos a Dios y confiando plenamente que en Él está el bien de todos nosotros.

Que María Santísima del Rosario, nuestra Patrona y fundadora nos mire ahora y tenga compasión de todos nosotros, los rosarinos. Amén

Mons. Eduardo Eliseo Martín, arzobispo de Rosario