“Examinen todo y quédense con lo bueno” (1 Tes 5,21)
Revisión personal de nuestras “Prioridades Pastorales Diocesanas”
Ya en los tramos finales del “Sínodo sobre la Sinodalidad 2021-2024”, y siguiendo con nuestros aportes diocesanos según la modalidad que explicará oportunamente el Consejo Diocesano de Pastoral, considero que estamos en el momento propicio para revisar la vigencia de nuestras prioridades diocesanas, confirmarlas, modificarlas o cambiarlas, de acuerdo a lo que el Espíritu nos inspire y al discernimiento que podamos hacer juntos.
Pienso que, para poder lograrlo, es necesario darnos tiempo, esperar los primeros frutos del sínodo y, sobre todo, orar personal y comunitariamente para alcanzar la claridad necesaria sobre lo que el Espíritu quiere decir a la Iglesia (cf. Ap 2,11 pasim). El año dedicado a la oración se constituye en un contexto adecuado para tal fin.
Por estos motivos, y para que la conversión pastoral permanente arraigue en la conversión personal de cada uno, les propongo vivir este tiempo de cuaresma como primer momento de la revisión de las prioridades pastorales, referidas a la familia, los jóvenes y los pobres, desde la oración personal. A continuación, las transcribo tal como las formulamos hace diez años, y agrego algún comentario para ayudar a este ejercicio orante.
Mirada retrospectiva
Pasados aproximadamente diez años de camino, orientados por estas prioridades pastorales, es tiempo de discernir su vigencia. Las recuerdo en su formulación original:
– La familia, con sus diferentes realidades, atendiendo especialmente a los niños y ancianos.
– Los jóvenes, especialmente los que están en riesgo y en búsqueda del sentido de sus vidas.
– Los pobres, en sus distintos aspectos (material, moral, espiritual, etc.).
Estas opciones fueron ocupando un lugar en nuestro caminar diocesano, de diversas formas, y marcando nuestras actividades pastorales. Considero que un primer paso que podemos dar es tomar cada una de estas frases y volver a pasarlas por el corazón, a la luz de la Palabra de Dios, y confrontarlas con lo vivido durante este tiempo. Esta práctica no debiera consistir tanto en una evaluación racional, midiendo cuantas cosas hicimos o dejamos de hacer, sino tratar de percibir su incidencia y su actualidad.
Los animo a que cada uno pueda rezar por y con su familia. ¿Cómo estamos en familia? ¿Qué cosas me alegran y que cosas me duelen de mi familia, de otras familias? ¿Cuidamos de nuestros niños y de nuestros ancianos? Si soy joven, pedir la luz para revisar mi experiencia de encuentro con el Señor. ¿Es realmente Jesús alguien vivo, que me acompaña en mi camino? Contemplar también las búsquedas y situaciones difíciles de los jóvenes y preguntarnos que nos dicen y que nos reclaman. En cuanto al tema de la pobreza, el ámbito de oración y reflexión es muy amplio. Podemos pensarla como actitud personal, como vivencia de austeridad y despojo, como opción. Más todavía, volver a revisar cuál es nuestra reacción ante Jesús, escondido en aquel que está caído al borde del camino (cf. Lc 10,1-10).
Buscando “ensanchar el espacio de nuestra tienda”
El Documento de Trabajo para la Fase Continental del Sínodo ha sido un texto muy iluminador. Ya su título, inspirado en el profeta Isaías dice mucho: “Ensancha el espacio de tu tienda, extiende las cortinas de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, refuerza tus estacas” (Is 54,2). Es cierto que se necesitan opciones relativamente estables para una pastoral orgánica, pero cada tanto es necesario ampliar la mirada, el horizonte. Dejar que pueda entrar aire fresco y claridad, que la tienda pueda ventilarse, revitalizando nuestro caminar.
En vistas a discernir caminos a transitar en el futuro, señalo algunas cosas que, a mi entender son relevantes en la realidad actual, y que no están incluidas, al menos directamente, en nuestras prioridades. Debemos abordarlas en general, incluirlas en nuestro discernimiento orante, y tal vez asumirlas, de algún modo, en las prioridades o líneas de acción. Dios nos irá marcando el camino.
Entre estas cosas, expreso mi preocupación por la formación de los laicos, especialmente en la Enseñanza Social de la Iglesia en lo que atañe a la libertad, al bien común, a la política, a la propiedad, a la ecología integral; las dificultades para constituir equipos de animación para las áreas sociales de la pastoral; la poca relevancia que le damos, a nivel estructural, al cuidado de la casa común; la falta de conciencia y compromiso de todos en el sostenimiento de la Iglesia y las dificultades para encontrar voluntarios que se dediquen a la pastoral orgánica (Consejos, Equipos Diocesanos y Parroquiales, etc.); el rol de la mujer en nuestras comunidades y su participación en la toma de decisiones (cf. Síntesis Diocesana, Fase inicial del Sínodo). Podríamos seguir ampliando el elenco de temas a meditar. También la “Síntesis Diocesana” de la consulta para el sínodo, puede ser un instrumento útil en la oración. A modo de resumen, anoto un comentario, que me fuera expresado por alguien que caminó mucho tiempo entre nosotros y hoy vive en otro lugar. Me decía, preocupado: “¿Cómo hacer para que la Iglesia y su mensaje se pueda conectar más con nuestra vida cotidiana, y las luchas diarias de las personas?
Con gratitud y compromiso
En mi última Carta Pastoral “Eucaristía y Sinodalidad”, he intentado poner de manifiesto el enorme valor de la Misa Dominical para nuestro camino personal y como Pueblo de Dios. Ella es escuela de discernimiento y sinodalidad. En ella aprendemos a agradecer, a permanecer juntos, a buscar los consensos del Espíritu, a tomar las decisiones adecuadas y a lograr el impulso necesario para traducirlas en acciones concretas. La Eucaristía es, sin lugar a dudas, la forma eminente de oración.
Además, esta invitación a comenzar la renovación de nuestras prioridades pastorales con un espíritu orante coincide con la convocatoria del Papa Francisco a dedicar este año a la oración, en vistas al jubileo de la redención 2025. Así lo decía en la Plaza de San Pedro: “Los próximos meses nos conducirán a la apertura de la Puerta Santa, con la que comenzaremos el Jubileo. Les pido que intensifiquen la oración para prepararnos a vivir bien este acontecimiento de gracia y experimentar la fuerza de la esperanza de Dios. Por eso comenzamos hoy el Año de la Oración, un año dedicado a redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo” (Francisco, Angelus 21 de enero 2024).
Que San José, patrono de la Diócesis, y María Santísima nos acompañen con su testimonio e intercesión en este tiempo de oración, penitencia y solidaridad.
Mons. Ángel José Macín, obispo de Reconquista
Sede Episcopal de Reconquista, 14 de febrero de 2024, Miércoles de Cenizas