Estamos celebrando el aniversario número cuarenta del acontecimiento de María del Rosario de San Nicolás, con el lema: “Gracias Madre por darnos tu corazón en esta tierra bendita”. Uno de los aspectos del corazón de María es su solidaridad, su visión del bien común, porque después que el Ángel le anuncia que será Madre de Dios, parte sin demora para ayudar a su prima Isabel que transcurre su sexto mes de embarazo. María es una mujer empática, sabe percibir la necesidad, ponerse en el lugar del otro y hacer un gesto: es lo que ocurre en las Bodas de Caná, la Virgen se da cuenta que los novios se han quedado sin vino y se lo dice a Jesús para que haga el milagro. María se da cuenta de lo que nos hace falta antes que se lo pidamos y con su actitud nos indica el camino: darnos cuenta de lo que necesita el hermano y hacer un gesto.
El bien común como clave
Hay una frase clásica de la doctrina católica que dice: “para salario de gloria no hay trabajo grande”. Con nuestras palabras diríamos: si trabajar para Dios y con el estilo que Jesús nos enseñó hace que Él nos regale una vida feliz ahora y plenamente más allá de esta vida, no midamos los esfuerzos para vivir como cristianos cultivando el amor social que tuvo María que es el que nos hace felices: tener sentido de bien común apasiona y lograrlo da alegría.
Tomar la palabra “bien común” como una clave, puede ser una muy buena motivación para generar solidaridad desde la imaginación de la caridad en este delicado momento que estamos viviendo y sufriendo en nuestro país, donde se han multiplicado las personas que viven en condiciones de pobreza y de indigencia. ¿Qué es la indigencia? Si vas a las periferias de las ciudades de más de 20 0 25 mil habitantes vas a ver casas construidas con paredes de ladrillos y techo de lona; o paredes y techos de chapa, sin sanitarios, sin agua corriente; con catequistas que enseñan el catecismo de comunión a niños que no saben leer ni escribir.
Compartir en vez de saquear
La consigna para lograr el bien común puede ser: “compartir en vez de saquear”. El Papa Francisco tiene una frase fuerte referida al cuidado de la naturaleza, lugar de vida y de trabajo de la humanidad toda: “no al saqueo si al compartir”. El Papa dice que hay empresas multinacionales que “exprimen el planeta como se exprime una naranja”, sacando los frutos y dejando desolación. Pensemos por ejemplo en el talado de bosques en el Amazonas para explotarlo para la agricultura. Si como se sabe científicamente, el Amazonas es el “pulmón del planeta”, las grandes empresas que lo explotan egoístamente son como fue el Covid 19; están dejando sin oxígeno a muchos. Esta frase se puede aplicar a nuestro país: algunos lo han saqueado y no son los más pobres, de modo que la mayoría lo está sufriendo, y no me estoy refiriendo a ningún partido político en particular, porque este proceso en la Argentina viene de lejos. Por eso el desafío está en pasar del saqueo al compartir, de la inequidad al bien común
Si quieres la paz, trabaja por la justicia
Por eso, los tiempos que vienen piden comprometernos juntos en el trabajo por la justicia y el bien común porque los carenciados quedarán más necesitados que antes y es altamente probable que la clase media trabajadora se convertirá en pobre. Si no sabemos regenerar el trabajo con solidaridad y no tenemos una visión de bien común, si no tenemos la empatía que tuvo la Virgen María para con su prima Isabel, la gente marginada no podrá reintegrarse a una vida digna, y como la injusticia trae violencia, tendremos ambientes más violentos y más inseguros que los actuales.
El mensaje es claro: es tiempo de una opción por el bien común que promueva la dignidad humana, una solidaridad que no sea crear dadivas clientelistas, lo cual no es solidaridad sino egoísmo; necesitamos una solidaridad capaz de crear trabajo digno, porque a nadie le gusta recibir en limosna lo que puede ganar con sus manos. Es tiempo de darle sentido social al capital.
La Argentina se parece al gobierno de una familia que ha gastado más de lo equivalente a sus ingresos, se ha endeudado y ha tenido que salir a pedir préstamos que la han hundido aún más, haciendo sufrir sobre todo a los más pobres. Si no achicamos los gastos políticos y del Estado que asfixian a la gente que los paga con sus impustos. Si no dejamos de gastar más de lo que tenemos, la convulsión social puede ser el resultado.
Conviene pedirle a Dios sabiduría para darnos cuenta que no tiene sentido acumular egoístamente porque con la muerte, que puede venir en cualquier momento para cualquiera, nadie se podrá llevar nada material; conviene pedir a Dios el regalo de creer en su Reino, donde los que acumularon egoístamente y saquearon la casa común serán los últimos, serán juzgados y tendrán que restituir, mientras que los que teniendo más capacidad y recursos tuvieron una visión de bien común, serán los primeros y serán recompensados por Dios que tiene hambre y sed de justicia.
Una espiritualidad de comunión
Por eso, como programa de vida, tenemos que tomar la espiritualidad de común unión que nos propuso el Papa san Juan Pablo II al inicio de este tercer milenio; espiritualidad que se vive desde cuatro consignas:
La primera: ver en el rostro del hermano el misterio trinitario; es decir, las personas estamos hechas para la común unión, por eso el individualismo que causa marginación nos entristece. Por eso, la búsqueda del bien común es una consigna clave: hay una casa común y tienen que entrar todos, nadie debe quedarse a la intemperie.
La segunda consigna es el espíritu de cuerpo. Considerar al hermano como uno que me pertenece: si el sufre, sufro también, si está alegre, me alegra, somos complementarios, nos necesitamos mutuamente porque somos un cuerpo. Necesitamos del que junta la basura, del empresario, del docente, del médico, porque nos somos el cuerpo, somos sólo un miembro.
La tercera consigna es considerar el don del otro como un don para mí. Si alguien es inteligente es para ayudar a pensar a los demás, si alguien tiene capacidad relacional, es para enseñar a los demás a relacionarse, si alguien es alegre, es para alegrar a los demás, si alguien tiene espíritu de cuerpo es para enseñar a jugar en equipo.
La última consigna es dar lugar al hermano. Es la escucha, la participación y la integración del otro, sacarlo de la marginación mediante la educación y el trabajo, de modo que tenga acceso a un salario digno y por el salario a los derechos humanos fundamentales: vivienda, educación, descanso.
María partió sin demora a ayudar a Isabel que la necesitaba, pidamos esta gracia a María para construir una casa común donde todos sean cobijados y vivan dignamente, para eso tenemos que tener el espíritu de María y partir sin demora a ayudar a los que nos necesitan. ¡Viva nuestra Madre! Viva la Virgen del Rosario de San Nicolás!
Mons. Hugo Santiago, obispo de San Nicolás