Queridos hermanos y hermanas, paz y bien.
La Iglesia de la Nueva Orán, se alegra con el don del ministerio episcopal de nuestro hermano Claudio Pablo Castricone. Este acontecimiento es manifestación del cuidado y de la bondad del Padre Dios que bendice a su pueblo para que viva en plenitud su vocación bautismal. Queremos hacer memoria agradecida de la ternura de Dios para con esta Iglesia recordando a su primer Pastor, Monseñor Muguerza, que con su ardor misionero imprimió una identidad misionera a esta Iglesia diocesana.
Una Iglesia misionera
Identidad misionera que se reconfiguró con la beatificación de los Mártires del Zenta. En ellos, contemplamos el ardor misionero que los llevó a incursionar en estas tierras, sin armas, sin ejército que los secundara, sin el poder de los conquistadores. Inspirados en la vocación de servicio, de una vida de proximidad y de entrega, viviendo en plenitud el mandato de Cristo: “anuncien la Buena Nueva en todo el mundo”.
La entrega martirialmente de esta comunidad misionera es el signo tangible de que la evangelización no es una cruzada sino un abrazo amoroso a los pueblos, a sus culturas y espiritualidades. El llamado a la misión nace en el bautismo. Por el bautismo cada miembro del Pueblo de Dios se convierte en discípulo misionero. Por ello, en la misión evangelizadora todos somos protagonistas activos, con el compromiso de salir al encuentro de los hermanos en las diversas periferias territoriales y existenciales.
Como pueblo fiel que peregrina en el norte salteño, vivimos realidades que son en sí mismas clamores proféticos que quieren ser escuchados, que necesitamos escuchar: Reconstruir la amistad social desde el respeto y cuidado de los últimos y los más vulnerables; reconocer los derechos de los diversos pueblos y culturas; preocuparnos por el cuidado de la madre tierra. Acompañar la diversidad en todos los espacios y estamentos sociales generando puentes que posibiliten encuentros fraternos. Buscar nuevas formas de relacionarnos que generen vinculaciones más fraternas y solidarias en la vida familiar, social y política.
Volver a Jesús, el Señor
Nos recuerda el Papa Francisco en Evangelii Gaudium que “Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque ´El viene en ayuda de nuestra debilidad´. (Rm8,26)”. Renovamos nuestra convicción de escuchar la acción del Espíritu en los acontecimientos de nuestra historia, en el clamor de la madre tierra y en la vida de los hermanos. Acogemos la novedad que el Espíritu nos regala en el ministerio episcopal del Padre Claudio cuyo lema de ordenación es: “Jesucristo es el Señor” (Fil.2,11)
Lema que guió a nuestro hermano durante estos casi 40 años al servicio de la evangelización, que ha configurado su identidad como sacerdote y como padre de aquellas comunidades cristianas a las que acompañó en su misión de pastor en las Iglesias hermanas de Rosario y Formosa. El Espíritu es el que ha guiado su ministerio en la instauración del señorío de Jesucristo en el corazón de cada persona, en la historia de cada comunidad, y muy especialmente en la vida y en la historia de los más sufrientes y abandonados.
La confesión de fe en Jesús como el Señor, nace de la experiencia del encuentro con el Resucitado que nos transforma por la acción de su Espíritu. Él nos infunde la pasión por realizar la voluntad del Padre, que quiere la plenitud de vida para todos. Volver a Jesús y recuperar la frescura original del Evangelio es la renovación que necesita hoy la Iglesia. Ello exige una conversión profunda para que esos cambios se vayan haciendo con el Espíritu de Jesús y en un clima más evangélico.
Convertirnos a Jesús significa dejarnos alcanzar por su persona. Dejarnos seducir no solo por una causa, un ideal, una misión, sino por la persona de Jesús, por el Dios vivo encarnado en él. Dejarnos transformar poco a poco por ese Dios apasionado por una vida más digna, más humana y dichosa para todos, empezando por los últimos, los más pequeños, indefensos y excluidos.
Lo primero que se aprende de Jesús en los evangelios es un estilo de vida: es decir, una manera de estar en la vida, una forma de habitar el mundo, de interpretarlo y de construirlo. Nace de la relación con él, se nos contagia su Espíritu, poco a poco nos vamos convirtiendo en sus discípulos y discípulas. Así la comunidad cristiana se convierte en un espacio de discernimiento y acompañamiento mutuo del camino de Jesús.
Conversión sinodal
Para caminar juntos, la Iglesia de hoy necesita una conversión a la experiencia sinodal. Es necesario fortalecer una cultura del diálogo, de la escucha recíproca, del discernimiento espiritual. Un espíritu de comunión para encontrar espacios y modos de decisión conjunta para responder a los desafíos pastorales. Así se fomentará la corresponsabilidad en la vida de la Iglesia con un verdadero espíritu de servidores del Reino.
El camino de conversión sinodal exige de la inclusión de todo el pueblo de Dios, de la participación activa de sus dones, de la inmensa riqueza de su sabiduría. De la “riqueza ancestral viva” de las comunidades originarias, de la maravillosa diversidad en que ha sido fecundado. Para caminar juntos es esencial escuchar a nuestro pueblo sencillo y aprender de su espiritualidad. Imploramos que la gracia del Espíritu Santo reanime nuestra fe para que se abran las puertas de nuestras comunidades, para que escuchemos cuales son sus clamores y esperanzas.
La Iglesia misionera y sinodal, decíamos con motivo de la acción de gracias por la beatificación de los Mártires del Zenta: es “salir, ir al encuentro, escuchar, caminar juntos. La sinodalidad, entendida como aceptación del otro, del diferente, pero desde la unidad reconciliada. Esa impronta trinitaria de la Iglesia se manifiesta como comunión, participación, caminando juntos en misión.”
“Queremos hacer ese camino en nuestra Iglesia diocesana, es tiempo de volver a escucharnos, es tiempo de discernir juntos, es tiempo de preguntarnos cómo podemos ser más coherentes siendo discípulos misioneros. Discernir lo qué nos está pidiendo el Señor a cada uno de nosotros y a nuestras comunidades, cómo podemos servir mejor a las necesidades de los hermanos; es tiempo que nos experimentemos parte de una Iglesia viva, que camina guiada por el Espíritu, que peregrina hacia el encuentro definitivo con el Señor.” (Homilía de acción de gracias de la beatificación, 2/7/22)
Querido hermano Claudio, este Pueblo fiel de Dios que acoge con amor y ternura tu entrega esponsal y tu compromiso de fidelidad en la escucha al Evangelio y del pueblo fiel, quiere renovar contigo su identidad misionera, sinodal y samaritana.
Hoy, el don Espíritu Santo por la unción y la imposición de las manos te constituye en sucesor de los Apóstoles y te integra al Colegio episcopal para que junto con tus hermanos sirvas, cuides y apaciente al Santo Pueblo fiel de Dios.
Querido hermano, recuerda que fuiste elegido por el Señor, escogido entre los hombres y puesto para su servicio en las cosas de Dios. Llamado a ser “servidor de Cristo” (Gal.1,10) para anunciar la Buena Noticia, aprendiendo cada día a renunciar a disponer de tu vida y de tu tiempo. Estar disponible a lo no programado, solícito para todos y abierto a lo imprevisto. Siendo hermano y menor en una Iglesia que debe regirse por “la lógica del abajamiento”: Todos estamos llamados a abajarnos, porque Jesús se abajó, se hizo siervo de todos.
Como servidor humilde cuida y acompaña a la Iglesia que se te confía y se fiel dispensador de los misterios de Cristo. Elegido para el cuidado de la familia de Jesús ten siempre antes tus ojos al buen Pastor que conoce sus ovejas y es conocido por ellas. Ama con amor de padre y de hermano a cuantos Dios pone bajo tu cuidado: especialmente, a los presbíteros colaboradores en el ministerio apostólico, a los pobres, a los más débiles y vulnerables, a los excluidos.
Llamado a vivir tu vocación de pastor acompañando y exhortando a los laicos a vivir su vocación de ser discípulos misioneros, fieles a su misión de instaurar el Reino en medio de las realidades temporales; compartiendo la proclamación de la Palabra en el ministerio catequístico, privilegiando el anuncio del kerigma y progresividad del proceso de la fe en el camino a la santidad.
No te olvides que formas parte del Colegio episcopal en el seno de la Iglesia católica, que es una por el vínculo del amor. Por tanto, tu solicitud pastoral debe extenderse a todas las comunidades cristianas, dispuesto siempre a acudir a las más olvidadas en los barrios marginales y en las periferias territoriales de nuestra diócesis.
Cuida de todo el Pueblo fiel que el Espíritu Santo te encarga guardar, como Pastor de la Iglesia que en el nombre de Jesús ofrece el don del perdón y de la reconciliación para que todos lleguen al encuentro con el Padre de la misericordia y Dios de todo consuelo.
Que bajo la protección de la nuestra madre la Virgen del Carmen; por intercesión de San Ramón Nonato y los Mártires del Zenta, hagan fecunda tu entrega en el ministerio que el Señor te encomienda. Amén.
Mons. Luis Scozzina OFM, obispo de San Ramón de a Nueva Orán