1. Con gran alegría nuevamente nos encontramos como familia diocesana para realizar esta celebración tan sentida por todos nosotros, como es la Misa Crismal. En ella bendeciremos los óleos, el santo crisma y los sacerdotes frente al Pueblo de Dios que nos acompaña, haremos la renovación de nuestras promesas realizadas en el día de nuestra ordenación.
2. Hoy nos encontramos en un contexto social y cultural muy convulsionado, con dolorosos síntomas de intolerancia y violencia. Lo vemos a nivel global –un ícono de ello es la dolorosa y larga guerra en Ucrania- y a nivel local, la dificultad de encontrar puntos convergentes entre personas que piensan distinto o que imaginan sociedades o culturas diversas.
3. El fenómeno es tan complejo y como difícil de comprenderlo. El individualismo y el paradigma tecnocrático[1] progresivamente se va adueñando de nosotros, favoreciendo que algunas personas cuenten con más posibilidades en detrimento de otras, condenadas a vivir en la indigencia. Algunos tanto y otros nada, incluso privándolos de la maravilla de ser personas. En oportunidades ese individualismo con el consumismo consecuente, se vuelve inescrupuloso. Llega al punto de manchar con hechos luctuosos a personas honorables. Así es como aparecen actos de corrupción –de cualquier tipo-, los arreglos debajo de la mesa, la compra de voluntades a cualquier costo, la búsqueda del poder a precio de condenar al clientelismo esclavo a sus propios paisanos, hasta el extremo de sacrificar al dios dinero víctimas humanas cuyas jóvenes vidas se ven canceladas por el flagelo de las adicciones en cualquiera de sus manifestaciones.
4. Este tipo de maltrato lo vemos incluso reflejado con el mismo mundo que nos rodea, nuestro medio ambiente, cuyas consecuencias dolorosas se van manifestando entre nosotros: el progresivo cambio en nuestro clima y de nuestra biodiversidad, las sequías prolongadas, los incendios incontrolables, el progresivo calentamiento global, el crecimiento de los océanos, la constante disminución de los glaciares, la aparición de endemias o pandemias infecciosas a nivel global, etc. Nuestra casa común se manifiesta y cruje porque en realidad, estamos abusando de ella.
5. El famoso y emblemático paradigma laico de la revolución francesa de libertad, igualdad y fraternidad, que por haberse proclamado parecía haberse ya logrado, hoy está siendo lamentablemente un horizonte cada vez más lejano y hasta imposible, no sólo para el mundo globalizado sino también para nosotros, los argentinos.
6. Un tema no menor en este sentido, son aquellas realidades que hasta hace poco tiempo eran el cauce natural al devenir de la historia y de sus acontecimientos. Me refiero a las instituciones y sus estructuras, que propiciaban la participación y la responsabilidad de la ciudadanía y favorecían un cierto orden social. Entre tantas es de mencionar la democracia –hoy bastante debilitada- que ha sido sin duda, uno de los mayores logros de la modernidad. Y también pienso en los diversos modos de liderazgo –de cualquier tipo-, personas beneficiarias de un talento que los hacía tener –y proponer- una mirada particular, una visión más completa de la realidad en su complejo conjunto.
7. El cambio cultural mencionado con la consecuente modificación del paradigma institucional progresivamente ha hecho mutar el prototipo de los liderazgos y el modo de vivirlos. Hoy más que las ideas y las personas, lamentablemente lo que cuenta son los procesos publicitarios y los sondeos de opinión. Se trata de líderes previamente confeccionados. Debemos tener claro que cuando un líder se convierte en mesías en el campo político, social o religioso en cualquiera de las órbitas posibles (local, regional o nacional), suscitando cierto grado de fanatismo, estamos frente a un grave problema del que debemos tener mucho cuidado. Nuestra larga historia –secular y religiosa- alberga una importante lista de dolorosas situaciones en este sentido.
8. La Iglesia, y todos los cristianos que la componemos no somos extraños a este particular proceso. No es una época de cambios: es un cambio de época. Por tanto, somos una generación que nos toca navegar por aguas desconocidas y con muy pocas referencias. Ello nos coloca frente al privilegio de ser artífices de este tiempo histórico y frente a una gran responsabilidad. No podemos improvisar ni dejarnos llevar por una especie de acedia generalizada, dejando que todo fluya como si nada pasara. En esta coyuntura no podemos jugar. Debemos comprometernos.
9. En la institución eclesial de la que todo bautizado forma parte, también han pasado cosas. Algunas de las cuales lindas y edificantes -pensemos entre tantas, en el Pontificado del papa Francisco- y otras, que han sido feas y nocivas –pensemos en algunas actitudes soberbias y peyorativas frente a los que pensaban o vivían de modo distinto, pensemos en los diversos tipos de abusos tristemente cometidos por agentes de pastoral, administraciones poco transparentes, algunos silencios, algunas actitudes cómplices con ámbitos de poder, etc. Todo lo cual hace que quienes pertenecemos a la comunidad cristiana nos sintamos particularmente movilizados de cara a esta situación.
10. En el contexto reflejado y en el clima consiguiente ubicamos el camino sinodal que estamos transitando. Si bien no es una novedad para nosotros tiene algunas particularidades disruptivas respecto a lo anterior. Este proceso reconfigura el modo de organizar nuestra institución eclesial[2] y siguiendo la lógica del CVII reordena con mayor fidelidad cada vocación y las distintas dinámicas internas consecuentes. Cambia el modo de comprender el liderazgo (el pastoreo) y el modo de ejercer la autoridad.
11. Frente al individualismos y al consumismo tecnocrático al que hicimos referencia más arriba, el Espíritu Santo inspira a la comunidad cristiana un arduo itinerario comunitario -caminar juntos- y un trabajoso proceso de despojo evangélico respecto de lo que veníamos haciendo. “Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra «Sínodo». Caminar juntos -laicos, pastores, Obispo de Roma- es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica”[3]. Esto nos moviliza y nos saca de esquemas preestablecidos que todos traemos y que luchamos por convertir. La cuaresma y la vida cristiana bien llevada, es una linda oportunidad para ello. Se trata de aquel llamado a la conversión pastoral, que como bien dijimos en otras oportunidades es imposible, sin una auténtica conversión personal.
12. A este trabajo de conversión debemos hacer presente las múltiples limitaciones y debilidades personales de los que formamos parte de la comunidad cristiana. Debilidades que nos han marcado y cuyas huellas conviven en nosotros. Estas fragilidades necesitan ser valientemente reconocidas, tiernamente acompañadas por la gracia de Dios y pacientemente evangelizadas. Si las negamos o no las trabajamos de modo adecuado, se vuelven peligrosas, dañinas y venenosas, como las serpientes que aparecieron en el Pueblo de Israel en su tránsito a la tierra prometida.
13. Todo lo que acabamos de decir, impacta no sólo en los diversos ámbitos de la comunidad eclesial, sino también en el modo de vivir y ejercer, la autoridad y los liderazgos en la Iglesia. Hay un modo sinodal de vivir el pastoreo y de ejercer la autoridad. Entre bautizados nadie es superior de nadie. En el Evangelio no existe el superior y el inferior. Por tener una misma dignidad todos somos hermanos, a quienes se nos encomiendan ministerios complementarios[4]. Creo que, sobre este horcón, el Espíritu de Dios que es el alma de la Iglesia y está “está sobre nosotros” (Lc 4,18), irá realizando ese trabajo artesanal como es el de renovar de nuestras comunidades cristianas[5]. Quizás es por ello que Dios, ha sembrado en nuestro corazón un inmenso y maravilloso sueño[6]: ser una Iglesia de corazón joven[7], dispuesta a caminar, a cuidar y anunciar.
14- Movido por este deseo, me permito describir algunas notas que creo, pueden ayudar a rejuvenecer nuestro corazón y nuestras comunidades cristianas. Ojalá marquen nuestra espiritualidad en este tiempo y caractericen nuestro pastoreo[8]:
15. Para ello, como devotos y promeseros, nos encomendamos a nuestros patronos. Que Nuestra Señora de Itatí y el Apóstol Santo Tomás, intercedan fuertemente por todos nosotros. Que así sea.
Mons. Gustavo Montini, obispo de Santo Tomé
Notas:
[1] Francisco, Laudato Si, Nº108: “No puede pensarse que sea posible sostener otro paradigma cultural y servirse de la técnica como de un mero instrumento, porque hoy el paradigma tecnocrático se ha vuelto tan dominante que es muy difícil prescindir de sus recursos, y más difícil todavía es utilizarlos sin ser dominados por su lógica. Se volvió contracultural elegir un estilo de vida con objetivos que puedan ser al menos en parte independientes de la técnica, de sus costos y de su poder globalizador y masificador. De hecho, la técnica tiene una inclinación a buscar que nada quede fuera de su férrea lógica, y «el hombre que posee la técnica sabe que, en el fondo, esta no se dirige ni a la utilidad ni al bienestar, sino al dominio; el dominio, en el sentido más extremo de la palabra». Por eso «intenta controlar tanto los elementos de la naturaleza como los de la existencia humana». La capacidad de decisión, la libertad más genuina y el espacio para la creatividad alternativa de los individuos se ven reducidos”.
[2] Francisco, conmemoración del 50 aniversario de la institución del sínodo de los obispos, 17 de octubre de 2015, Aula Pablo VI, nº 17: “Jesús ha constituido la Iglesia poniendo en su cumbre al Colegio apostólico, en el que el apóstol Pedro es la «roca» (cf. Mt 16,18), aquel que debe «confirmar» a los hermanos en la fe (cf. Lc 22,32). Pero en esta Iglesia, como en una pirámide invertida, la cima se encuentra por debajo de la base.Por eso, quienes ejercen la autoridad se llaman «ministros»: porque, según el significado originario de la palabra, son los más pequeños de todos. Cada Obispo, sirviendo al Pueblo de Dios, llega a ser para la porción de la grey que le ha sido encomendada, vicarius Christi, vicario de Jesús, quien en la Última Cena se inclinó para lavar los pies de los apóstoles (cf. Jn 13,1-15). Y, en un horizonte semejante, el mismo Sucesor de Pedro es el servus servorum Dei”.
[3] Ibidem, conmemoración del 50 aniversario de la institución del sínodo de los obispos, nº 6.
[4] Ibidem, conmemoración del 50 aniversario de la institución del sínodo de los obispos, nº18 “Nunca lo olvidemos. Para los discípulos de Jesús, ayer, hoy y siempre, la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el poder de la cruz, según las palabras del Maestro: «ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser primero, que se haga esclavo» (Mt 20,25-27). «Entre ustedes no debe suceder así»: en esta expresión alcanzamos el corazón mismo del misterio de la Iglesia —«entre ustedes no debe suceder así»— y recibimos la luz necesaria para comprender el servicio jerárquico”.
[5] Francisco, Evangelium Gaudium, nº 26: “El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo: «Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación […] Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad”.
[6] Francisco, Evangelium Gaudium, nº 27 “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.
[7] Francisco, Christus vivit, nº 34: “Ser joven, más que una edad es un estado del corazón. De ahí que una institución tan antigua como la Iglesia pueda renovarse y volver a ser joven en diversas etapas de su larguísima historia. En realidad, en sus momentos más trágicos siente el llamado a volver a lo esencial del primer amor…En ella es posible siempre encontrar a Cristo «el compañero y amigo de los jóvenes”.
[8] Cfr. Carta Pastoral, Renovar nuestras comunidades cristianas, de los Obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastian y Vitoria, Pascua 2005, en Pastores, Nº 51, mayo 2012.
[9] Para profundizar sobre las notas referidas, sugiero: Francisco, Gaudete et exsultate sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, Oficina del Libro 2018, algunas notas de la santidad en el mundo actual, Nº 110-157. Pbro. Carlos Ponza, Brochero modelo de una espiritualidad discipular, en Pastores Nº 50, octubre 2011.