Miércoles 25 de diciembre de 2024

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"Lo que pasó luego del terremoto"

Homilía de monseñor Gustavo Manuel Larrazábal CMF, obispo auxiliar de San Juan de Cuyo, en el 79° aniversario del terremoto del 15 de enero de 1944

La Iglesia de San Juan quiere compartir con las nuevas generaciones algunos hechos que sucedieron esos terribles días después del sismo que dejó a la ciudad en una montaña de escombros entre llantos, gritos, pérdidas de todo tipo aún de la razón en muchos de ellos. Exilio de familias, huérfanos, viudas.

Independiente de la fe que profesamos, hay una realidad histórica que no podemos negar y, es posible mirarlo desde los que contribuyeron también a forjar un nuevo pueblo sanjuanino, manos silenciosas que trabajaron denodadamente por acompañar a los sobrevivientes, el obispo Audino Rodríguez y Olmos, los sacerdotes, religiosos y religiosas.

En la carta Pastoral monseñor Audino pronunció una frase que no deja de ser actual: “A todos nos ha unido el mismo dolor y nos ha nivelado la misma ruina”. En 7 segundos la vida cambió inesperadamente para muchos sanjuaninos, la tierra se estremeció y el 80% de la ciudad y alrededores se vino abajo, las sombras cubrieron como piadoso sudario los horrores de la tragedia, era de noche y entre gritos, lágrimas, rezos fue amaneciendo y las primeras luces del alba comenzaron a desvelar la inmensidad del daño, la magnitud del desastre. En esa misma noche sacerdotes comenzaron su labor incansable por socorrer, bendecir, absolver a los moribundos y fallecidos.

En la Iglesia Nuestra Señora de los Desamparados, por ej. Esperaban los novios, familiares, amigos fuera de ella para celebrar el sacramento del matrimonio, se disponían a ingresar, cuando comenzó el sismo, la gente corrió y una de las agujas de la torre cayó sobre el padrino encontrando así, la muerte. Los novios fueron bendecidos en la plaza por el Sacerdote y de inmediato comenzó el rescate de los que yacían bajo escombros. Los presos de Marquezado fueron ágiles brazos para remover escombros, sacar personas de entre las ruinas, buscar los armarios destruidos de la sacristía y sacar velas para distribuir y ayudar a quiénes más alcanzaban.

El Padre dominico Gonzalo Costa, no conoció descanso hasta el día 17. Monseñor Silvino Martínez salió en busca de su padre y, hasta llegar a él, su sacerdocio estaba primero, por lo tanto, en el camino ejercía su ministerio. Otros sacerdotes debieron acompañar a su familia herida en Mendoza y volver para continuar la tarea. Se desmoronó la Jesuítica Iglesia Catedral, joya de la ciudad, Iglesias, Capillas, el Seminario, las casas parroquiales… Muchos sacerdotes vivieron bajo parrales, ramadas, a la interperie entre moscas, viento, lluvia, frío como la mayoría de los sobrevivientes. Celebraban Misa en las plazas, carpas de campaña y allí mismo Bautismos, Confirmaciones y Casamientos. Providencialmente ese Año 1944 la Iglesia propuso al comienzo del año, centrar la predicación sobre el tema de “LA FE”. Se hizo un calendario para meditar durante el año, el Credo. En esto podemos ver como el Espíritu inspiró a la Iglesia para preparar las almas a la prueba que se el Señor en ese momento permitió. Le dio el arma para enfrentar lo que sólo la fe puede soportar.

Las Religiosas, no menos activas en el trabajo de asistencia a los heridos, tuvieron que vivir 4 comunidades juntas donde las Constituciones propias de cada Instituto quedaron de lado para vivir unidas bajo una misma caridad. En condiciones sumamente precarias.

Gran sorpresa fue para el obispo de Mendoza, monseñor Alfonso Buteler y ex secretario, encontrar en Mendoza a los sanjuaninos que fueron trasladados, sanos y heridos, todos confesados. Monseñor Audino recibió felicitaciones del Nuncio Apostólico, José Fietta por los sacerdotes de la Diócesis y no menos por las Religiosas. Esa noche murieron también dos religiosas de la Esclavas del Corazón de Jesús y el único sacerdote que oficiaba un matrimonio en la Parroquia de Concepción. El Señor los encontró ejerciendo su vocación, estaban en su presencia.

Mons. Gustavo Manuel Larrazábal CMF, obispo auxiliar de San Juan de Cuyo