Mons. Castagna: 'Es preciso arriesgarlo todo por el Evangelio'

  • 10 de enero, 2025
  • Corrientes (AICA)
"Adoptar el método evangelizador de Jesús incluye rechazar toda otra metodología que se aparte de los criterios evangélicos", sostuvo el arzobispo emérito en su sugerencia para la homilía.

Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, consideró que "es preciso arriesgarlo todo por el Evangelio, hasta la prudencia humana y el qué dirán de la gente poderosa de este mundo". 

"Es preciso adoptar el método evangelizador de Jesús. Incluye rechazar toda otra metodología que se aparte de los criterios evangélicos; que encuentran su apoyo en una valoración que desestima la humildad y la pobreza", detalló. 

El arzobispo recordó que "es Dios quien se revela en la pobreza y la muerte cruenta de Cristo. La contemplación de la humillante crucifixión -del inmaculado Cordero- constituye la participación del Amor sin medida".

"Volver a Cristo es readoptar los criterios evangélicos que jamás debiéramos haber abandonado. Tiempos, como los litúrgicos que atraen hoy nuestra atención, nos ofrecen la ocasión de producir esos imprescindibles cambios", sostuvo. 

Monseñor Castagna aseguró que para lograrlos "será preciso confrontar nuestra vida con quien es el Hijo encarnado de Dios y, por lo mismo, el Hermano universal y constructor de toda auténtica fraternidad: 'en cuanto a ustedes, no se hagan llamar maestro, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos'".

Texto de la sugerencia
1. "Viene uno que es más poderoso que yo". El Bautismo de Juan es, como él mismo, una preparación para la institución del Bautismo de Jesús. El mismo Precursor lo aclara con una humildad que no deja espacio a la duda: "Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego" (Lucas 3, 15-16). El bautismo de Juan es una declaración humilde de la condición de pecadores, da lugar al arrepentimiento y a la conversión y predispone al perdón divino. El Bautismo -"en el Espíritu y en el fuego"- que instituye Jesús es una verdadera regeneración. El fuego, y el Espíritu que lo genera, causan una verdadera eliminación del pecado y un estado de santidad que hace nueva a la persona. Es el Bautismo que dispensa la Iglesia a quienes, por la conversión y la penitencia, se acercan para celebrarlo, y que produce sacramentalmente el mismo efecto transformador. Por falta de una catequesis adecuada, un porcentaje muy alto de bautizados vive al margen del Bautismo recibido, ya desde los comienzos de su existencia terrena. La consecuencia inmediata de un Bautismo bien celebrado, es la vida nueva que produce la gracia bautismal. No es automática, requiere el esfuerzo del bautizado de trasladar -a la vida cotidiana- lo que se ha celebrado en el sacramento. El clima de esa Vida nueva, depende de la familia que ha solicitado el Bautismo y de la comunidad eclesial que la contiene. Jesús, al exigirle a su precursor que lo bautice, manifiesta que viene a estar con los pecadores, para conducirlos a la vivencia de su propia condición de Hijo del Padre Dios. Se da lo de Dios, que Cristo realiza, y lo del hombre, que es el necesario consentimiento a la obra de Dios. El hombre es perdonado, si se deja absolver por Cristo; y es santificado si se deja santificar por el Espíritu que Cristo le envía, como fruto de su Resurrección. Es la oportunidad ideal para revalorizar la gracia del Bautismo.

2. La gracia de Cristo no hace genios sino santos. A veces no encontramos tiempo para pensar en lo más importante, por atender ciertas inconsistentes urgencias.  Nuestra vida está asediada por imposiciones, indebidamente plantadas, en todo lo que pensamos y hacemos. Es preciso que, mientras el tiempo nos dé lugar, decidamos cambios oportunos en nuestros proyectos y realizaciones. Entre ellos está nuestra relación con Dios, que designamos con el término "Religión". El Bautismo nos recuerda la importancia de la religión en nuestro quehacer temporal. Se ha generalizado la indiferencia, hasta el menosprecio, cuando se trata de lo religioso y de la Iglesia. La oposición intenta negar la trascendencia del hombre y su necesidad de Dios. La consecuencia de esa metódica oposición es la deformación de la naturaleza y las diversas crisis que lastiman peligrosamente a la humanidad. Cristo vino a restaurar la naturaleza humana con una representación inconfundible de su Padre. Se lo ve como obsesionado con el propósito de regresar a la humanidad, ahora sin rumbo, al encuentro con el Padre, y al cumplimiento de su voluntad.  La religión, como relación con Dios, consiste en establecer un orden, que debe ser generado por la obediencia a la voluntad de Dios. La soberbia como "el pecado del mundo" sigue vigente e impacta toda realización humana y sus proyectos a futuro. Es preciso hacer un alto, escuchar la Palabra de los labios de la Iglesia y reordenarlo todo conforme a la misma. Es una empresa de difícil cumplimiento, hasta exceder las naturales posibilidades de los hombres más destacados, tanto por su intelecto como por sus habilidades empresariales y políticas. La gracia de Cristo no hace genios sino santos. El mundo necesita santos y Cristo llama a los mismos genios a la santidad. Es bueno recordar la sabia respuesta del Cardenal Martini a periodistas que le consultan: "¿Qué aconsejaría a quien debe asumir la suprema autoridad en la Iglesia (como Papa)?" ? "Que elija -de todo el mundo- doce santos y se disponga a gobernar a la Iglesia con ellos". Es lo que hizo Jesús, al elegir a los Doce, y, después de santificarlos, fundó y gobernó a la Iglesia con ellos. La táctica pastoral empleada por Cristo, hoy mantiene su vigencia. No respetarla conduce inexorablemente al error y al desconcierto. La extensa historia de la Iglesia la confirma. Nos cuesta observar esta sapientísima práctica del Divino Maestro

3. Es Dios quien se revela en la pobreza y muerte de Cristo. Es preciso arriesgarlo todo por el Evangelio, hasta la prudencia humana y el qué dirán de la gente poderosa de este mundo. Es preciso adoptar el método evangelizador de Jesús. Incluye rechazar toda otra metodología que se aparte de los criterios evangélicos; que encuentran su apoyo en una valoración que desestima la humildad y la pobreza. Acabamos de celebrar a un Dios que se introduce por el ángulo más oscuro de la historia humana: "Siendo rico se hace pobre. Siendo el Omnipotente se somete a la autoridad de María y José. Siendo Todopoderoso permite que lo condenen y crucifiquen".  Es Dios quien se revela en la pobreza y la muerte cruenta de Cristo. La contemplación de la humillante crucifixión - del inmaculado Cordero - constituye la participación del Amor sin medida: "Si, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna". (Juan 3, 16) Volver a Cristo es re adoptar los criterios evangélicos que jamás debiéramos haber abandonado. Tiempos, como los litúrgicos que atraen hoy nuestra atención, nos ofrecen la ocasión de producir esos imprescindibles cambios. Para lograrlos será preciso confrontar nuestra vida con quien es el Hijo encarnado de Dios y, por lo mismo, el Hermano universal y constructor de toda auténtica fraternidad: "En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos" (Mateo 23, 8)   El Maestro nos enseña a ser hermanos, como Él lo es, realizando su costosa fraternidad mediante el drama impresionante de la Cruz: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos". (Juan 15, 13) La crucifixión expresa su fraternidad, dando la vida por los hermanos, y su filiación aceptando dar la vida por quienes el Padre quiere hacer hijos suyos. En Getsemaní Jesús no vacila, al saber que la voluntad de su Padre es la salvación de quienes, por la Encarnación serán sus hermanos. Su natural repugnancia a pagar un estipendio tan doloroso y humillante es superado por el amor que profesa a su Padre. En Él el amor y la obediencia se identifican. No entiende el amor a su Padre sino aceptando su misteriosa e inexplicable misión de redención de los hombres. Es entonces cuando el plan de Dios inicia su asombroso recorrido que concluye en la redención y santificación del mundo. Acontece entonces el prodigio de un mundo nuevo y de una nueva tierra.

4. El hombre es el corazón de la tierra. La Navidad es la infusión de la nueva Vida en el corazón de la tierra. El hombre es el corazón de la tierra y Cristo lo conduce a la Vida eterna. La predicación no deja de referirse a la misma, cambiando la perspectiva que impregna, hasta el momento, cada acontecimiento y cada proyecto de vida. La Palabra evangélica reaparece de manera ininterrumpida. El hombre moderno no debe renunciar a pensar, involucrándose con el pensamiento que elabora. Piensa para vivir lo que piensa, no para crear un sistema ideológico para la controversia. Cristo es la Verdad que conduce a toda verdad. Es preciso escucharlo y obedecerlo sin reparos.+