Francisco al pueblo de Papúa: 'Abrirse al encuentro con Dios y con los hermanos'

  • 8 de septiembre, 2024
  • Papúa Nueva Guinea (Oceanía) (AICA)
El Papa celebró la misa ante 35 mil fieles, a quienes los animó a "abrirse a la alegría del Evangelio", pidiendo dejar de lado "la sordera interior y el mutismo del corazón".

En su segundo día en Papúa Nueva Guinea, el Papa Francisco presidió la celebración eucarística el sábado 7 de septiembre en el estadio Sir John Guise de Puerto Moresby. Concelebraron la misa, el arzobispo metropolitano de Port Moresby y presidente de la Conferencia Episcopal del Pacífico, cardenal John Ribat, junto a varios obispos.

Ante 35 mil fieles que participaron de la celebración, el Santo Padre manifestó en la homilía: "¡Ánimo, no temas, pueblo papú! ¡Ábrete! Ábrete a la alegría del Evangelio, ábrete al encuentro con Dios, ábrete al amor de los hermanos".

Al comentar las lecturas de este 23° domingo del tiempo ordinario, el Santo Padre recordó que el Señor "hoy nos dice: '¡Sean fuertes, no teman!', palabras del profeta Isaías que, animan e invitan a su pueblo para que, aún en medio de las dificultades y los sufrimientos, levante la mirada hacia un horizonte de esperanza y de futuro. El signo de esta salvación será cuando 'se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos'. Profecía que se realiza en Jesús".

El Pontífice invitó a reflexionar sobre dos aspectos de la curación de un sordomudo relatada en el Evangelio: la lejanía del sordomudo y la cercanía de Jesús.


Un sordomudo en lo lejano
Sobre el sordomudo, Francisco subrayó que, "el Evangelio nos dice que experimentaba dos tipos de lejanía: una geográfica, porque vivía en lo que hoy podríamos llamar 'periferia', en un territorio alejado del centro religioso que era Jerusalén; y además se encontraba lejos de Dios y de los hombres porque no tenía la posibilidad de comunicarse".

"Era sordo y por eso no podía escuchar a los demás, era mudo y a causa de ello no podía hablar con nadie. Este hombre era un marginado del mundo, estaba aislado, era un prisionero de su sordera y de su mudez y, por lo tanto, no podía abrirse para comunicarse con los demás", recordó.

Sordomudo de un corazón obstruido
Sin embargo, el Papa invitó a leer esta condición de sordomudo en otro sentido, es decir, "cuando nos encontramos apartados de la comunión y de la amistad con Dios y con los hermanos, cuando, más que los oídos y la lengua, sea nuestro corazón el que esté obstruido".

"Existe una sordera interior y un mutismo del corazón que dependen de todo aquello que nos encierra en nosotros mismos, que nos cierra a Dios y a los demás: el egoísmo, la indiferencia, el miedo a arriesgarse e involucrarse, el resentimiento, el odio, y la lista podría continuar. Todo esto nos aleja de Dios, de los hermanos, de nosotros mismos; y de la alegría de vivir", aseguró.

La cercanía de Jesús
Ante esta lejanía, el Santo Padre dijo que "Dios responde con la cercanía de Jesús, y con esto nos quiere mostrar que Él es el Dios cercano, compasivo, que cuida nuestra vida, que supera toda distancia. Y como vemos en el Evangelio, lo hace saliendo a las periferias para encontrarse con los paganos". "Con su cercanía Jesús sana la sordera y la mudez del hombre", dijo.

Por ello, el Pontífice señaló que, con su cercanía, "Jesús sana la sordera y la mudez del hombre. Cuando nos sentimos alejados, y decidimos distanciarnos, entonces nos encerramos en nosotros mismos y terminamos girando sólo en torno a nuestro yo, nos hacemos sordos a la Palabra de Dios y al grito del prójimo, incapaces de dialogar con Dios y con el prójimo".


Hoy a cada uno de ustedes el Señor les dice: "Ábrete"
Francisco se dirigió a los miles de fieles y les aseguró que, a veces se pueden sentir lejanos, "pero no es así, ustedes están unidos en el Espíritu Santo". "Esto es lo más importante: abrirse a Dios, abrirse a los hermanos, abrirse al Evangelio y hacer de él la brújula de nuestra vida".

Antes de concluir su homilía, el Santo Padre animó al pueblo de Papúa a "abrirse a la alegría del Evangelio, a abrirse al encuentro con Dios y con los hermanos".

"Que ninguno de ustedes permanezca sordo y mudo frente a esta invitación. En este camino los acompaña el beato Juan Mazzucconi que, entre tantos inconvenientes y hostilidades, trajo a Cristo en medio de ustedes, para que ninguno quedara sordo frente al alegre mensaje de salvación, y a todos se les pudiera soltar la lengua para cantar el amor de Dios".+