Jubilosa conmemoración del tercer aniversario de la beatificación de Esquiú
- 5 de septiembre, 2024
- Piedra Blanca (Catamarca) (AICA)
Con la presencia de la Virgen que llegó en caravana, la fiesta marcó el cierre del septenario en su honor, realizado en el templo centenario de San José de Piedra Blanca. Incluyó varias actividades.
Piedra Blanca fue el epicentro, el pasado 4 de septiembre, de la gran fiesta por el tercer aniversario de la beatificación de Mamerto Esquiú. Las celebraciones marcaron el cierre del septenario en su honor, realizado en el templo centenario de San José y que incluyó variadas actividades.
Las celebraciones se enmarcaron en la Fiesta de la Protección de Nuestra Madre del Valle, a 20 años del sismo, cuya imagen peregrina partió en caravana desde la catedral basílica y santuario mariano, recibiendo el amor de sus hijos e hijas apostados a la vera del camino, pasando por comunidades de Capital, Valle Viejo hasta la tierra natal del beato.
Muchos fieles y comunidades educativas e instituciones adornaron con banderas, gallardetes e imágenes religiosas las puertas de sus lugares de residencia, estudio o trabajo y saludaron con emoción a la Madre Morenita; mientras las bocinas anunciaban y alegraban su paso. Ciclistas, motociclistas, automovilistas la acompañaron en el recorrido de casi una hora.
A su arribo se llevó a cabo la procesión alrededor de la plaza de la localidad, con las imágenes de la Virgen del Valle y del beato Mamerto Esquiú, que fueron portadas por personal policial, miembros de la Escuela de Suboficiales y agentes de la Policía de Catamarca, Guardia de Fray Mamerto Esquiú, gauchos, Brigada de Lucha contra Incendios Forestales y ciclistas de la agrupación Bikers Maníakos, quienes lo homenajearon días previos con la peregrinación ciclística desde La Puerta.
Una vez en la explanada ubicada enfrente del histórico
templo de San José, se celebró la Santa Misa presidida por el obispo diocesano,
monseñor Luis Urbanc, y concelebrada
por los presbíteros Julio Murúa,
vicario general; Carlos Robledo,
párroco anfitrión, Gustavo Flores,
rector de la catedral basílica y santuario de la Virgen del Valle; Héctor Salas, Ángel Nieva y Marcelo Amaya, párrocos de San Pío X,
San Antonio de Padua y Santa Rosa de Lima (Capital), respectivamente; y Leandro Roldán, vicario parroquial de
Nuestra Señora de Belén.
Participaron autoridades civiles encabezadas por la
intendenta de Fray Mamerto Esquiú, Alejandra
Benavides, concejales, miembros de las Fuerzas de Seguridad, héroes de
Malvinas, gauchos, peregrinos y fieles en general.
"Las familias,
cultoras de valores cívicos y cristianos"
En su homilía, monseñor Urbanc expresó: "Nos hemos congregado en el marco del
triduo de gratitud a Dios Nuestro Señor por la protección maternal, que hemos
recibido hace 20 años de nuestra querida Madre del Cielo, cuando la tierra
tembló. Estamos dando gracias también por los tres años de la beatificación del beato Mamerto Esquiú que aquí hemos vivido".
Luego mencionó el documental sobre la figura de fray Mamerto
Esquiú que se estrenó horas antes, "algo muy hermoso para repasar la historia
del beato, destacar hitos de su vida y testimonios de personas que son cercanas
a él desde distintos ángulos de nuestra vida".
"Hoy estamos invitados a que a ejemplo de fray Mamerto nos
dejemos conducir por Dios, que seamos el rebaño dócil que ama a Dios de verdad,
y que quiere cultivar las virtudes propias que debemos tener las hijas e hijos
de Dios", manifestó.
Más adelante, señaló que "fray Mamerto fue un pastor celoso,
y no quería que nadie se le escapara, los pobres en primer lugar estaban en su
corazón, los que no conocían a Dios, los que eran indiferentes. Se ocupó
también de estar cerca de los que tenían compromisos cívicos, porque se daba
cuenta que necesitan mucho de Dios, ya que a veces el poder, el placer, las
influencias, el tener reputación delante de los demás, los marea y se olvidan
de servir incondicionalmente y con un corazón generoso y sacrificado al pueblo.
Dedicó horas a eso, dolores, sufrimientos, para poder cautivar y llevar al
corazón de Jesús a los gobernantes de su tiempo, a los que tenían algún peso en
la sociedad".
En este sentido, destacó que "le interesaban las familias,
porque tienen que ser cultoras de valores cívicos y cristianos. Ése es nuestro beato que en el seno de la familia ha sabido mamar la fe, forjar la esperanza
y, sobre todo, hizo arder el fuego del amor en su corazón, amor a Dios y al
prójimo".
"Un apasionado
buscador de ovejas"
También destacó que "el beato era un apasionado buscador de la oveja perdida,
no le era indiferente saber que alguien estaba lejos de Dios, sea del estrato
social que sea. La buscaba, en primer lugar, pidiendo a Dios en la oración,
para que Él haga el trabajo en el corazón de esa oveja perdida. Y él ponía lo
mejor de sus capacidades de acuerdo al talante de esa oveja, para poderla
conquistar para Dios. Para Mamerto, Jesús era el Buen Pastor, y en Él
encontraba ese modelo de pastor que él quería ser. Realmente nos deja un
hermoso ejemplo. Y cuando anuncia el evangelio no lo hace para gloriarse. Huía
de los halagos, de los aplausos, de los reconocimientos. Eso decía Pablo: 'Si
anuncio el Evangelio no lo hago para gloriarme, sino que para mí es una
necesidad imperiosa'".
En otro tramo de su reflexión, dijo que "el Evangelio tiene
que ser anunciado, el Evangelio es Jesús, y Jesús quiere entrar en el corazón
de cada ser humano que viene a este mundo". Y resaltó que "el beato, teniendo
27 años, supo anunciar a Jesús, supo decirle a sus contemporáneos, como a
nosotros hoy, que tenemos que obedecer las leyes divinas porque son el
indicativo para la verdadera felicidad humana, y eso trae concordia, paz,
solidaridad, progreso".
"El Señor invita a la conversión, a la transformación de la
mente y del corazón, para eso tenemos como intercesor al Beato Mamerto, como
Madre Celestial a María Santísima y al Señor de los Milagros, a quien tienen en
el Santuario", expresó, rogando al Beato Esquiú "que cada uno de nosotros pueda
ser un verdadero testigo de Jesús".
Ofrendas y bendición
En el momento de las ofrendas, junto con el pan y el vino, fueron acercados al
altar y bendecidos los souvenirs preparados para los devotos y peregrinos.
Al finalizar la celebración eucarística, el obispo bendijo a
los niños que llevaban puesto el sayal franciscano, en señal de promesa o
acción de gracias.+