En la Misa Crismal, Mons. Torres pidió 'reaprender a escuchar'
- 22 de marzo, 2024
- Rafaela (Santa Fe) (AICA)
El obispo de Rafaela animó a "dejar resonar en el corazón: 'El Señor me ha ungido'", y pidió que el Espíritu de la gracia y la paz "nos permita conocer a Jesús, seguir a Jesús, amarlo y hacerlo amar".
El obispo de Rafaela, monseñor Pedro Torres, celebró, el jueves 21 de marzo, la Misa Crismal en la catedral diocesana. Concelebraron junto con el prelado los sacerdotes de la diócesis. Participó también un numeroso grupo de fieles, tanto de forma presencial como virtual.
Monseñor Torres recordó en la homilía que, este año 2024, “es un año para escuchar, para re-aprender a escuchar”. “Qué bueno dejar resonar en el corazón: ‘El Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres y a darles el óleo de la alegría’”, continuó.
Además, pidió que el Espíritu de la gracia y la paz “nos permita conocer a Jesús, seguir a Jesús, amarlo y hacerlo amar. Esta es la oración colecta de esta Eucaristía: ‘Dios nuestro, que al ungir con el Espíritu Santo a tu Hijo unigénito lo hiciste Señor y Mesías, concede bondadosamente a quienes participamos de su misma consagración, ser ante el mundo testigos de la Redención’”.
Recordó asimismo que, “hace unos años, un pedagogo argentino decía que necesitábamos volver de Babel. Era aquella ciudad que se construyó después de la corrupción del pecado creciente, después del Diluvio; hombres que se querían salvar sin Dios y contra Dios. Violentos, (como Nimbrot, Gn 10,9); y Juan Pablo II, en la exhortación apostólica 'Reconciliación y Penitencia', decía: ‘El mundo está enfermo con el síndrome de Babel, pueblos que terminaron en la incomunicación, la dispersión’".
“Cuánto más hoy, constatando nuestras heridas y vulnerabilidades, la violencia es signo de incomunicación, que crece donde no hay diálogo y encuentro, sino soledad y desconfianza”, subrayó.
“Nosotros -dijo- hoy estamos aquí porque Dios nos habló primero, nos llamó a la vida, a servir a su pueblo. Dios es comunión, comunicación, su Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y asumió también nuestra historia transformándola, abriéndola a la eternidad”.
Y agregó: “Comunicándose, nos capacita para comunicarnos y, desde el bautismo, abriendo nuestros oídos como a sordos (con el gesto del 'effatá' o ‘ábrete’), nos invita a escuchar, con los oídos y con el corazón, a superar las apariencias y el instante: amando, comprendiendo, acompañando”.
Mons. Torres pidió que este camino de Cuaresma “pase por el corazón y renueve nuestra conciencia de hijos amados, de servidores de una Iglesia sacramento del servicio, que no se saca el delantal que el Maestro se puso en la última cena.”
Finalmente, deseó que “esta celebración y las de Semana Santa nos renueven en la alegría. Que Brochero, y Mama Antula, que escucharon los clamores y el llamado a trabajar en la viña, junto a María de Guadalupe y San José, nos sostengan en el aprendizaje de la escucha y la sinodalidad, de la humildad y la caridad”.
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