El Papa insta a los consagrados a perseverar en la espera del Señor y acoger sus sorpresas
- 2 de febrero, 2024
- Ciudad del Vaticano (AICA)
En la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, Francisco destacó la importancia de cultivar la vida interior y no adaptarse al "estilo del mundo" para acoger la novedad de Dios.
El Papa Francisco instó a los consagrados a perseverar en la espera de Dios a lo largo de su camino de fe. "Él mismo nos exhorta a permanecer despiertos, a estar vigilantes, a perseverar en la espera. Lo peor que nos puede ocurrir -alertó- es caer en el 'sueño del espíritu': dejar adormecer el corazón, anestesiar el alma, almacenar la esperanza en los rincones oscuros de la decepción y la resignación".
En el día en que la Iglesia celebra la Fiesta de la Presentación del Señor, y la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, Francisco sostuvo que "hace bien mirar a estos dos ancianos (Simeón y Ana) pacientes en la espera, vigilantes en el espíritu y perseverantes en la oración. Sus corazones permanecen velando, como una antorcha siempre encendida. Son de edad avanzada, pero tienen la juventud del corazón; no se dejan consumir por los días que pasan porque sus ojos permanecen fijos en Dios, en la espera". A lo largo del camino de la vida, dijo, experimentaron dificultades y decepciones, pero no se rindieron al derrotismo: no “jubilaron” la esperanza, sino que "habiendo mantenido despierta la espera del Señor, se hicieron capaces de acogerlo en la novedad de su venida".
Seguidamente, Francisco reconoció que "hemos perdido esta capacidad de esperar", algo que "se debe a diversos obstáculos", de entre los cuales destacó dos.
"El primer obstáculo es descuidar la vida interior", expuso, "dejar prevalecer el cansancio sobre el asombro, dejar que la costumbre sustituya al entusiasmo, perder la perseverancia en el camino espiritual, dejarnos amargar y resentirnos por las experiencias negativas, los conflictos o los frutos que parecen retrasarse".
"No es bueno masticar amargura, porque en una familia religiosa -—como en cualquier comunidad y familia— las personas amargadas y con 'cara sombría' hacen pesado el ambiente. Es necesario entonces recuperar la gracia perdida, es decir, volver, mediante una intensa vida interior, al espíritu de humildad gozosa y de gratitud silenciosa".
Y esto - aseguró- se alimenta con la adoración, con el empeño de las rodillas y del corazón, con la oración concreta que combate e intercede, que es capaz de avivar el deseo de Dios, el amor de antaño, el asombro del primer día, el sabor de la espera.
El segundo obstáculo es la adaptación al estilo del mundo, que acaba ocupando el lugar del Evangelio. Un mundo, advirtió, que exalta el “todo y ahora”, que se consume en el activismo y en el buscar exorcizar los miedos y las ansiedades de la vida en los templos paganos del consumismo o en la búsqueda de diversión a toda costa.
"Si se quiere todo y ahora, se destierra y se pierde el silencio", insistió. "La espera no es fácil, porque requiere una actitud de sana pasividad, la valentía de bajar el ritmo, de no dejarnos abrumar por las actividades", afirmó el Santo Padre, "de dejar espacio en nuestro interior a la acción de Dios, como enseña la mística cristiana".
Y aconsejó que cada día se cuiden de que el espíritu del mundo no entre en las comunidades religiosas, en la vida de la Iglesia y en el camino de cada uno, "pues de lo contrario no darán fruto".
Por último Francisco aconsejó que, como Simeón, "también nosotros carguemos en brazos al Niño, al Dios de la novedad y de las sorpresas. Cuando acogemos al Señor, el pasado se abre al futuro, lo viejo en nosotros se abre a lo nuevo que Él hace nacer".
"Dejémonos mover por el Espíritu, como Simeón y Ana. Si como ellos sabremos vivir la espera en el cuidado de la vida interior y en coherencia con el estilo del Evangelio, entonces abrazaremos a Jesús, luz y esperanza de la vida", concluyó.+