Mons. Castagna: 'El verdadero desafío para lograr la pequeñez del Niño Dios'
- 29 de diciembre, 2023
- Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes se refirió a la llegada de un nuevo año y aseguró que "será preciso dejarnos conducir, por María Madre, para que nazca en cada corazón el pequeño Niño de Belén".
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna ofreció algunas sugerencias para reflexionar en torno a la narrativa evangélica de este domingo 31 de diciembre.
El prelado se refirió a la llegada de un nuevo año y aseguró que cada año que comienza “es una página en blanco, ofrecida a nuestra prolija escritura. Nos corresponde llenarla con una historia personal que supere a la que ayer finalizó”.
Para ello -dijo- “será preciso dejarnos conducir, por María, al encuentro con su divino hijo. La Iglesia Madre representa a María Madre, para que nazca en cada corazón el pequeño Niño de Belén”. “Esto no es romanticismo barato, sino verdad. María nos enseña a estar atentos, mediante la contemplación, al Hijo de Dios que ella acuna dulcemente”, manifestó.
“Un verdadero desafío para lograr la pequeñez del Niño Dios y así comportarnos, en lo sucesivo, como hijos del Padre y hermanos de todos los hombres”.
Texto de las sugerencias
1. María, Madre de Dios. María es la Madre de Dios porque lo es del Verbo encarnado, o sea Cristo es el Verbo hecho hombre en el seno virginal de María. Concluir el año con la celebración de la Sagrada Familia, e iniciar el nuevo recordando la maternidad prodigiosa de María, coloca a la Virgen en un lugar de privilegio. No es Dios pero sí la que da su carne, que es la nuestra, a Dios Hijo. Por obra de Dios, en la acción del Divino Espíritu, aquella humildísima Virgen es elegida y convertida en Madre. Dios Padre la acaricia con su poder y. conservando su virginal pureza, la hace Madre de su Hijo y Salvador nuestro. La Iglesia la ubica en el centro, inmediatamente después de Cristo. Todo empieza y termina con ella. En ella Dios se hace cargo de la redención de un mundo, aplastado bajo los escombros de sus pecados. Es la explicación de que la Iglesia inicie su nueva trayectoria -año 2024- bajo la tutela maternal de María. El texto bíblico, redactado por San Lucas, nos ofrece los comienzos en la presentación y circuncisión de Jesús.
2. 2º24, año de renovación de la fe. Volviendo a los comienzos de la Familia Sagrada nos disponemos a iniciar el año 2024, y a renovar nuestra fe. Nos corresponde ocupar nuestro sitio en el compromiso con este tenso y complicado mundo. La fe, nutrida por la Palabra celebrada, hará que nuestro aporte temporal sea genuino y constructivo. Sin la presencia de Cristo, por quien todas las cosas existen, todo se desmorona. Al profesar nuestra fe en Él no optamos por una forma religiosa más, las trascendemos todas reconociendo la presencia del Emanuel. Nuestra vida, así orientada, por Jesucristo, encontrará el rumbo perdido por causa del pecado de Adán y Eva. María es quien, por su respuesta generosa, logra que el Verbo encarnado se haga presente en nuestra vida como Salvador. Ciertamente no es ella el objeto de una devoción más, el Padre la ha convertido en la Madre que, en su Nombre, nos ofrece la salvación. Cristo, nacido en Belén, y previamente gestado en el seno virginal de María, es la Salvación del mundo. Lo es para cada mujer y varón, y para el Universo dañado por el pecado, no obstante, destinado a ser -en Cristo- una nueva Creación. San Juan así lo contempla: “Vi un nuevo cielo y una tierra nueva”. (Apocalipsis 21, 1)
3. La devoción mariana y la fe. Nuestros homenajes a la Santa Madre de Dios, empalidecen ante el misterio de la llena de gracia. Se merece mucho más, aunque se escandalicen los hermanos protestantes y algunos católicos super racionalistas. La devoción mariana ha sido practicada por todos los santos: los genios, como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, los niños como los pastorcitos de Fátima y los analfabetos. La santidad otorga la sabiduría que únicamente procede de la santidad. El pecado del mundo entontece a los intelectualmente más destacados. La devoción mariana induce a vivir la fe y a preservarla de toda contaminación ideológica. Si deseamos una vida cristiana auténtica -de santidad- se nos requiere preservar la pureza de la fe. Los santos estaban empeñados en “conservar la fe”: “He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he mantenido la fe” (2 Timoteo 4, 7). Por lo mismo, María se constituye en testigo preferencial para el nacimiento y el desarrollo de la fe del pueblo. Esta celebración es un reconocimiento del Misterio central de nuestra fe. Me refiero a la Encarnación y nacimiento de Cristo, el Hijo de Dios. Sin la fe en el Verbo encarnado -en el seno virginal de María- es imposible pensar en responsabilizarse en la construcción de un mundo nuevo.
4. La página en blanco del Nuevo Año. Un nuevo año es una página en blanco, ofrecida a nuestra prolija escritura. Nos corresponde llenarla con una historia personal que supere a la que ayer finalizó. Para ello será preciso dejarnos conducir, por María, al encuentro con su divino Hijo. La Iglesia Madre representa a María Madre, para que nazca en cada corazón el pequeño Niño de Belén. Esto no es romanticismo barato, sino verdad. María nos enseña a estar atentos, mediante la contemplación, al Hijo de Dios que ella acuna dulcemente. Un verdadero desafío para lograr la pequeñez del Niño Dios y así comportarnos, en lo sucesivo, como hijos del Padre y hermanos de todos los hombres.+