Mons. Azpiroz: 'El testimonio de la vida de santidad de todos es la disponibilidad al perdón'
- 14 de noviembre, 2023
- Bahía Blanca (Buenos Aires) (AICA)
"El perdón evangélico es el amor, no dejar pasar el amor", manifestó el arzobispo de Bahía Blanca, quien destacó la vida, el testimonio de vida y el legado de San Artémides Zatti.
El arzobispo de Bahía Blanca, monseñor Carlos Azpiroz Costa OP, presidió la Eucaristía el lunes 13 de noviembre en la catedral Nuestra Señora de la Merced y recordó la vida y obra de San Artémides Zatti, a más de un año de su canonización. Concelebró la misa el párroco del templo, presbítero Luciano Guardia.
A la luz de las lecturas evangélicas, el prelado se refirió a las innumerables muestras de santidad y de fe que el santo de la Patagonia ofreció a lo largo de su vida.
Monseñor Azpiroz Costa aseguró que la santidad “es ante todo la amistad con la que Dios nos ama y la amistad nuestra con Él, que se manifiesta especialmente en el amor al prójimo”. “Esto es una gracia, un don, y en esta catedral no podemos dejar de decir que es una Merced, viene de arriba”, continuó.
Además, dijo, “el testimonio de la vida de santidad de todos es la disponibilidad al perdón. Se debe tener aversión al error pero no a las personas. El perdón evangélico es el amor, no dejar pasar el amor”.
“No es la fe del hombre, del ser humano la que salva, pero sí la condición de la salvación, porque la que sana y salva es la potencia de Dios, la gracia”, manifestó, al tiempo que aclaró que la fe “consiste no en que yo puedo obligar a Dios a que me sane, y estamos hablando de Artémides, sino que reconozco mi impotencia para ser sanado y te pido que me sanes”.
Por eso, dijo, “en esta fe está el rechazo de contar sobre uno mismo para contar únicamente con el Señor, porque la fe es un don, una gracia, una Merced, como la amistad y la santidad”.
Finalmente, señaló, “ahora se entiende esa frase de Zatti, ‘Creí, prometí y sané”.
Luego de la celebración, el arzobispo bahiense bendijo la reliquia del santo en el altar donde se lo venera, junto a la Virgen de Luján y a Santa María Mantovani, mujer italiana y cuyos dos milagros, el de la beatificación y el de la canonización, ocurrieron en la ciudad de Bahía Blanca.