Reflexión del Centro de Bioética sobre "La protección de la ancianidad"
- 7 de septiembre, 2023
- Buenos Aires (AICA)
Busca poner el acento en "uno de los extremos de mayor vulnerabilidad de la persona humana" y lo hace en el marco de la visita reciente del presidente de la Pontificia Academia para la Vida.
El Centro de Bioética Persona & Familia publicó una reflexión de Leonardo Pucheta, con el título "La protección de la ancianidad", a raíz de la visita reciente al país de monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida (PAV), y de la firma de la "Declaración de las Religiones Abrahámicas: las personas ancianas en la sociedad contemporánea y su protección", en el marco de un acto realizado el 28 de agosto, en la sede de la Universidad Católica Argentina (UCA).
"En estas breves reflexiones, se aspira a poner el acento en uno de los extremos de mayor vulnerabilidad de la persona humana en nuestro país y a nivel global, y a partir de una sucinta alusión al estado de situación general, explorar posibles medidas para darle el cauce apropiado, conforme exigencias de justicia y bien común", sintentizó el autor.
"Pondremos el foco en la ancianidad, a partir de la visita de monseñor Paglia, presidente de la Pontificia Academia Pro Vita, a la Argentina", contextualizó.
Texto de la reflexión
“Y los invito además a pasar de la imaginación a la realización de un gesto concreto para abrazar a los abuelos y a los ancianos. No los dejemos solos, su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces”.
La descripción de escenarios de ausencia de políticas públicas apropiadas, de falta de acceso a bienes esenciales o de apartamiento a las normas deontológicas y/o ético-jurídicas que regulan -o deberían regular- las prácticas médicas bien podría dar lugar a ponderaciones bio-éticas, sin embargo, aquella sólo habría de operar como un disparador del análisis pretendido, debiendo abordarse luego una necesaria faceta prescriptiva, normativa.
Es que, a la Bioética, como al Derecho, no importan sólo los datos que como input sociológico describen la realidad, deben implicarse también propuestas concretas tendientes a guiar la conducta humana. Es por ello que, ante situaciones clásicas como las del aborto o la eutanasia, así como con temas de vanguardia como los asociados a la edición genética, la inteligencia artificial o la robótica, el balance biojurídico deba necesariamente trascender la faceta descriptiva y avanzar, fundamentalmente, hacia la propuesta de soluciones prácticas adecuadas.
En estas breves reflexiones aspira a ponerse el acento en uno de los extremos de mayor vulnerabilidad de la persona humana en nuestro país y a nivel global, y a partir de una sucinta alusión al estado de situación general, explorar posibles medidas para darle el cauce apropiado conforme exigencias de justicia y Bien Común. Pondremos el foco en la ancianidad, a partir de la visita de Mons. Paglia, presidente de la Pontificia Academia Pro Vita, a la Argentina.
El siglo de la vejez
Los adultos mayores son, como los niños, sujetos que ameritan protecciones especiales de parte de nuestra sociedad y “según datos del Censo 2010, el 10,2% de su población es mayor de 65 años, dato que sitúa a la Argentina dentro de los países de América Latina con mayor porcentaje de esta población”. El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA afirma al respecto que “(…) se estima que dicha cifra ascenderá al 12,7% para el 2025 y al 19% para el año 2050. Para ese entonces, la población de personas mayores de 65 años, sobrepasara? en proporción a la población de niños y adolescentes de menos de 15 años“.
Lo dicho permite afirmar que, cuanto menos en términos estadísticos y demográficos, el universo al que estamos refiriendo dista mucho de representar un segmento marginal sin relevancia. Tal es su significancia que amerita la implementación de cantidad de políticas públicas tendientes a encausar debidamente sus necesidades e intereses. Lo dicho no implica una mirada sesgada, desde ya, sino todo lo contrario. Ciertamente los intereses de los adultos mayores son, en rigor de verdad, intereses colectivos. En más, ocuparse de aquellos no sólo implica la retribución por su aporte durante toda su vida al desarrollo familiar y social, no se trata simplemente de un reconocimiento retroactivo, es al mismo tiempo un modo de ocuparse también de la juventud, los adultos y las generaciones futuras.
Cambiar el enfoque
Llamativamente, los evidentes logros que la ciencia aplicada ha traído en términos de extensión de la expectativa de vida no han sido acompañados de una actualización en lo que se entiende por “ancianidad”. En la cultura contemporánea, centrada en la utilidad y la eficiencia económica, es habitual la asociación de la vejez a conceptos como “ocaso”, “fin”, “carga”, “dependencia”, así como a la falta de misión personal. En línea con lo dicho, en una reciente conferencia en la Universidad Católica Argentina, Mons. Vincenzo Paglia alertó sobre los efectos de la consideración de la vejez como “dimensión no activa del vivir”, tanto para los ancianos de hoy y para los que lo serán en el futuro.
Al respecto, el Observatorio de la Deuda Social de la UCA plantea que “tal vez sea un problema epocal: los mayores no son respetados ni apreciados por su autoridad, ni por su sabiduría, como ocurrió? en otras organizaciones humanas que nos precedieron, y su presencia es percibida como una carga, a veces no sólo económica, para quienes permanecen activos. Nuestra civilización no les reconoce un rol específico ni el valor de transmisión que proviene de haber vivido más que sus semejantes”.
Pero lo cierto es que el aumento de la expectativa de vida, en parte motivados por la socialización de los avances de la medicina y las mutaciones demográficas brevemente aludidas, ha justificado que, para algunos, el siglo XXI sea definido como el “Siglo de la vejez”, dando cuenta de la centralidad del notable incremento de la población de ancianos en todo el planeta. Ante la aparición de la primera “generación de viejos en masa” se presentan desafíos nuevos propios de una nueva configuración social.
En este contexto, independiente de la desprotección general de la población vulnerable en el país en función de la crisis socio-económica “crónica”, para la población específica de los adultos mayores existe una deuda histórica vinculada a la insatisfacción de bienes y servicios esenciales, fundamentalmente el acceso a la salud, así como a la falta de atribución de un rol social y familiar específico.
Cabe traer a colación algunos ejemplos de dificultades que enfrenta en la actualidad gran parte de la población anciana del planeta en general y de Argentina en particular:
- Insuficiente integración e inclusión en actividades públicas;
- Falta de accesibilidad y de adecuadas condiciones del espacio urbano, transporte, etc;
- Demora significativa en la asignación de turnos médico-asistenciales y para la realización de prestaciones médicas preventivas, terapéuticas y/o de seguimiento;
- Falta de cobertura de los servicios sanitarios;
- Inseguridad alimentaria (naturalmente incrementada en virtud de la pobreza y otros indicadores socio-económicos);
- Soledad (en especial hacia el final de la vida).
La situación crítica del sistema de salud y el complejo escenario socio-económico poseen consecuencias notablemente más disvaliosas para las personas del rango etario en cuestión en relación con las personas más jóvenes.
Ello a pesar de que la Ley 27.360 aprobó en Argentina la Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, la que establece la responsabilidad del Estado, con la participación de las familias y la comunidad en pleno, para la integración de la persona mayor, así como en su cuidado y atención.
Lo dicho pone de manifiesto la centralidad de la “vigencia sociológica” de los derechos humanos, desprovista de la cual la formulación explícita de derechos fundamentales, incluso en normas de jerarquía supralegal en función de la reforma constitucional de 1994, concluye en meras declamaciones que poco tienen que ver con el goce efectivo de tales prerrogativas.
Hacer frente a la cultura del descarte
El escenario descripto no resulta novedoso y se suma a otras manifestaciones de la que ha dado en llamarse “cultura del descarte”, en la que determinados seres humanos son identificados como objetos fungibles, intercambiables y susceptibles de desecho, excluidos del goce de bienes esenciales en virtud de cualidades accidentales tales como la edad -tanto al inicio como a fin de la vida-, la presencia de determinades características físicas y/o patologías, el nivel de desarrollo intelectual, etc.
En el marco de una construcción social que proclama los méritos de la juventud, la fuerza y la autonomía, se atenúa el reconocimiento universal del valor particular de cada integrante de la especie humana. Dicho de otro modo, se consolida una auténtica “sociedad de los fuertes” (jóvenes y adultos autosuficientes) que excluye a los que son considerados débiles (personas por nacer, niños, ancianos, personas con discapacidad, etc.).
Muestra de lo dicho son los intentos de promoción de la eutanasia y el suicidio asistido. Si bien en Argentina la eutanasia está prohibida, existen diferentes proyectos que tienden a su liberalización, expresando el rechazo de la fragilidad inherente a la naturaleza humana, la asimilación de la vida a un bien disponible.
Considerar experiencias exitosas
En la reciente visita al país de Mons. Vincenzo Paglia y de la Dra. Nunziata Comoretto, integrante del proyecto Pal-Life, destinada a generar conciencia sobre la problemática de la ancianidad y a la difusión de los cuidados paliativos como respuesta a situaciones dilemáticas asociados al fin de la vida, legisladores porteños y miembros del Senado de la Nación, así como estudiantes, profesores y autoridades de la Pontificia Universidad Católica Argentina y la Universidad del Salvador, tomaron conocimiento de la Ley de protección de la ancianidad aprobada en Italia por unanimidad, así como de los proyectos de normas reglamentarias que se encuentran en desarrollo en el seno del poder ejecutivo italiano.
Grosso modo, el plexo normativo en evolución plantea -entre otras cuestiones- la asistencia domiciliaria integrada y continua de los adultos mayores, promoviendo su permanencia en el hogar, en la medida de lo posible, como el ámbito idóneo para transitar los 30 años que, en promedio, transitan los adultos luego de su jubilación laboral. La propuesta implica fortalecer un continuo asistencial y existencial, de modo que no se vacíe de contenido, de misión y de prospectivas la cotidianeidad de las personas que han superado la edad jubilatoria. Es que, ciertamente, los adultos mayores no deberían ver vedada la posibilidad de continuar activos en las áreas de su interés, con proyectos personales, vínculos interpersonales, actividades de ocio, etc.
La experiencia italiana se pone de relieve por cuanto, como se dijo al inicio, iniciativas legislativas de contenido práctico, basadas en la evidencia y con una marcada impronta social (además de estrictamente sanitaria), permiten superar la mera descripción de un fenómeno de escala mundial, dando pasos firmes hacia la implementación cierta de medidas que permiten el goce efectivo de los derechos de las personas mayores, reconociéndoles su dignidad individual y un rol específico para la reconstrucción del tejido social y el fortalecimiento de los lazos de familia.
El desafío es crecer en sensibilidad, reconociendo la propia fragilidad como un elemento constitutivo de nuestra naturaleza humana en orden a superar las tensiones propias de la cultura del descarte, centrada en el individualismo y la falsa aspiración de la auto-salvación.
Si la consigna es la construcción de una sociedad más humana e inclusiva, la consideración de las personas que requieren nuestro cuidado como semejantes con valor propio es un presupuesto antropológico necesario y un imperativo moral que no podemos desatender.
Más información en www.centrodebioetica.org.+