Mons. Ojea alertó sobre no caer en la tentación de la violencia y abogó por un diálogo sincero

  • 30 de junio, 2023
  • Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA)
En la apertura de la Semana Social, el presidente de la CEA, abogó por "recuperar la pertenencia a la Patria" y llamó a "construir juntos una comunidad que defienda la vida y el interés de todos".

La Semana Social 2023 comenzó este viernes 30 de junio con el acto de apertura que se desarrolló en el Hotel Intersur 13 de Julio, del Sindicato de Luz y Fuerza de la ciudad de Mar del Plata y del cual formaron parte, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) y obispo de San Isidro, monseñor Oscar Vicente Ojea; el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social y obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Rubén Lugones SJ y el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Antonio Mestre. Por el gobierno nacional estuvo presente el Ministro del Interior Eduardo “Wado” De Pedro; por la provincia de Buenos Aires, la vicegobernadora Verónica Magario, y por el municipio  de General Pueyrredón, el intendente Guillermo Montenegro.

Con el lema "40 años de democracia y 10 años de Francisco", como tema central de esta Semana Social 2023, monseñor Ojea comenzó su discurso de apertura recordando un verso de Jorge Dragone que el Papa Francisco, siendo arzobispo de Buenos Aires, había recitado en la Jornada de Pastoral Social del año 2009: 

“Era una Patria casi adolescente, era una niña apenas.
La velamos muy pocos, un grupito de chicos de la escuela.
Para la mayoría de la gente era un día cualquiera.
Pusimos sobre el blanco guardapolvo las renegridas trenzas.
La Virgen de Luján y una redonda y azul escarapela.
Unos hombres muy sabios opinaban: “Fue mejor que muriera”
Era solo una Patria, nos decía la gente de la aldea.
Pero estábamos tristes, esa Patria era la Patria nuestra,
Es muy triste ser huérfano de Patria,
Luego nos dimos cuenta”.

“Es muy triste ser huérfano de Patria”, reiteró monseñor Ojea y explicó que “hoy nos cuesta hablar de Patria, preferimos hablar de país o de nación. Sin embargo, el termino país se refiere más bien al lugar geográfico que habitamos, la palabra nación se refiere más bien al consenso legal acatado por ciudadanos que pactan y consensúan una constitución, una ley. La patria en cambio es la madre, es la raíz”, subrayó. 

De ahí que observó que “si se mutila el país, la soberanía se puede recuperar. Si se mutila la nación también se puede restablecer un nuevo consenso. Pero si se pierde y se mutila la Patria, nos quedamos huérfanos. Huérfanos de Patria, huérfanos de raíz, de nuestra vida comunitaria. Es decir, nuestra vida como pueblo carece de sentido y de proyecto, está desdibujada, sin raíces. Esto es no pertenecer, no tener identidad”.

Ante esto, el presidente de la CEA señaló a los participantes de la Semana Social que “la primera tarea en la que debemos empeñarnos es recuperar la pertenencia a la Patria. Buscar aquellas luces profundas que están en nuestras raíces para poder recuperar el sentido y construir juntos una comunidad que defienda la vida y el interés de todos, no dejando a nadie afuera”.

Una Patria de hermanos
Monseñor Ojea recordó luego el ejemplo que, durante la pandemia, dieron tantos hermanos y hermanas argentinas que “se pusieron la patria al hombro”, en situaciones muy dolorosas dieron una lección de “solidaridad y de capacidad de servicio concreto al Bien Común” y destacó que “nuestra vida estuvo sostenida por una red de trabajadores que corrieron serios riesgos por su entrega valiente y generosa”, pero lamentó el obispo de San Isidro: “Parecería que este tipo de riqueza, de humanidad, se volvió invisible a nuestra mirada” y reconoció que “para encontrar el origen de nuestros desencuentros, divisiones y luchas internas como argentinos, hay que remontarse al origen mismo de nuestra historia como nación”.

En referencia al tema de la Semana Social que recuerda los 40 años de la recuperación de la democracia, el obispo de San Isidro dijo que “fue el intento de salir de un túnel muy sombrío en el que estábamos sumergidos. Las vísperas de la recuperación de la democracia nos retrotrae a uno de los periodos más oscuros de nuestra historia”. 

“El desprecio por la vida, dijo el obispo sanisidrense, tuvo en ese tiempo distintas manifestaciones que llegaron a su culminación por la experiencia del terrorismo de Estado, que adueñándose de la vida de otros seres humanos que compartían el mismo suelo, instaló en el país una verdadera anomia moral. Nadie se hacía responsable de la muerte de tantos hermanos y hermanas”.

Es por eso, que reconoció que “la conducta de la clase dirigente en una nación es ejemplar para el resto de la población” y que “el espíritu de no hacerse cargo de nada ni de nadie ha dejado una marca profunda entre nosotros, acentuando un individualismo salvaje que desalienta y quita las motivaciones profundas para la construcción de un destino común y para sentirnos parte de una comunidad”.

Todo diálogo comienza con la escucha
Monseñor Ojea señaló luego que “el comienzo del período democrático de hace 40 años quiso llevar al país a crear un ámbito social de respeto por los derechos humanos y las libertades cívicas e individuales” y parecía, “que entrábamos en una nueva etapa en el funcionamiento pleno de los tres poderes de Estado y en el respeto por la diversidad de pensamientos y sensibilidades. Sin embargo, tenemos enormes deudas en nuestra convivencia social, deberemos recorrer un largo camino para encontrar una identidad propia como pueblo”.

Y lamentó que “no hemos aprendido en estos años a escucharnos” ya que como subrayó: “Escuchar es algo decisivo por ser una de las necesidades mayores que experimenta el ser humano, el deseo ilimitado de ser escuchado” y advirtió que “no debemos predeterminar lo que vamos a oír” ya que indicó que “para escuchar bien, tengo que hacer un cierto vacío dentro de mí mismo y disponerme a recibir para acoger lo que dice el otro sin escucharme a mí mismo. Sin deformar lo que me dice”. 

“Nosotros estamos acostumbrados a escuchar lo que queremos oír”, advirtió el presidente de la CEA. “A escuchar solo lo que confirma nuestros pensamientos y nuestras emociones. “Esto nos pasa frecuentemente, dijo, cuando escuchamos algunos medios de comunicación y no otros, lo que nos detiene puramente en un pensamiento emocional. Escuchamos solo a aquellos con quienes tenemos afinidad y nos cerramos a otras voces”. 

Es por eso que insistió monseñor Ojea: “No hay escucha sin esperanza. Sin escucha no hay diálogo posible” y agregó: “La escucha más comprometida es la que me permite oír el grito del pobre, el clamor de una necesidad ya que guardo el temor de que me desestructure, de que no tenga respuesta. Sin embargo, el solo hecho de escuchar y darle lugar, me ayuda a poder caminar para encontrar salidas”.

Finalmente, lamentó que “tampoco hemos podido en estos últimos años lograr la paz social” y apuntó que “la tentación de la violencia como lo hemos visto en este último tiempo, se va adueñando de nuestro corazón y de nuestras palabras” y sobre este punto advirtió que “cuando tenemos responsabilidades de gobierno, responsabilidades de dirigencia, debemos tener un cuidado extremo por lo que nuestra palabra puede provocar ya que no puede estar dirigida a la búsqueda del aplauso fácil entre aquellos que coinciden conmigo, sino en el auténtico servicio al bien común”, concluyó.+