Cardenal Cantalamessa: '¡Dios te ama!'
- 17 de marzo, 2023
- Ciudad del Vaticano (AICA)
El predicador de la Casa Pontificia pronunció, este viernes 17 de marzo, su tercera meditación de Cuaresma ante el papa Francisco y la Curia Romana.
El amor de Dios por su pueblo estuvo en el corazón de la tercera reflexión de Cuaresma, pronunciada por el predicador de la Casa Pontificia, cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap, en el Vaticano, en la mañana de este viernes 17 de marzo, ante la Curia Romana y el mismo papa Francisco.
“Para su consuelo y el mío, Santo Padre, venerados padres, hermanos y hermanas -comenzó el cardenal Cantalamessa- esta meditación estará entera y exclusivamente centrada en Dios. El discurso sobre Dios, es decir, la teología, no puede quedar ajeno a la realidad. del Sínodo, como no puede quedar ajena a ningún otro momento de la vida de la Iglesia".
Sin teología, observó el cardenal franciscano, "la fe se convertiría fácilmente en una repetición muerta y carecería de la herramienta principal para su 'inculturación'".
Sin embargo, para cumplir con esta tarea, la teología misma, sugirió, "necesita una profunda renovación". “Lo que necesita el pueblo de Dios es una teología llena de vida, que no siempre hable de Dios 'en tercera persona', con categorías muchas veces tomadas del sistema filosófico del momento, incomprensibles fuera del pequeño círculo de iniciados”. En cambio, instó, debemos ver a Dios de una manera cercana..
"Pero pido disculpas por romper mi promesa inicial -dijo-, ya que no es un discurso sobre la renovación de la teología lo que pretendo desarrollar aquí. No tendría las calificaciones para hacerlo. Más bien, me gustaría mostrar cómo la teología, entendida en el sentido recién esbozado, puede contribuir a presentar de manera significativa el mensaje evangélico a la humanidad de hoy y a dar nueva vida a nuestra fe y a nuestra oración”.
Dios te ama
La noticia más hermosa que la Iglesia tiene la tarea de proclamar al mundo, la que todo corazón humano espera escuchar, es: “¡Dios nos ama!”. Esta certeza, subrayó, debe erradicar y reemplazar la que siempre llevamos dentro: “¡Dios nos está juzgando!”.
La verdad de que “Dios es amor”, insistió, debe acompañar, como una nota de bajo, todo anuncio cristiano, aun cuando sea necesario recordar las exigencias prácticas de este amor, como lo hace el Evangelio.
Luego, el cardenal se explayó sobre los misterios de la fe, y sobre la profundidad y el significado detrás de la Trinidad, la Encarnación y la Pasión, y dijo que tenemos que ver qué cambia en nuestras vidas la verdad que hemos contemplado en estos misterios.
Esta transformación de nuestra vida a través de los misterios, argumentó, constituye la “buena noticia” que “nunca falta cuando tratamos de profundizar en los tesoros de la fe cristiana”. Agregó que "la buena noticia, gracias a nuestra incorporación a Cristo, es que ¡también nosotros podemos amar a Dios con un amor digno de Él!".
"El amor que ha sido derramado en nosotros es el mismo con el que el Padre siempre ha amado al Hijo, ¡no un amor diferente!" continuó. “Es un desbordamiento del amor divino de la Trinidad hacia nosotros”, añadió.
Al respecto, el cardenal recordó que Dios comunica al alma, según escribe San Juan de la Cruz, “el mismo amor que comunica al Hijo, aunque esto no sea por naturaleza, como en el caso del Hijo, sino por unión”.
La consecuencia, señaló luego, es que podemos amar al Padre con el amor con que el Hijo lo ama, y podemos amar a Jesús con el amor con que el Padre lo ama. Todo esto, dijo, es gracias al Espíritu Santo, que es ese mismo amor.
"¿Qué, entonces -se preguntó el cardenal- damos a Dios de lo nuestro cuando le decimos: 'Te amo'? ¡Nada más que el amor que recibimos de Él! ¿Así que absolutamente nada de nuestra parte? ¿Nuestro amor es para Dios nada más que un 'rebote' de Su propio amor hacia Él, como el eco que devuelve el sonido a Su fuente?"
Todo esto, subrayó, se realiza, "de manera ejemplar", en la Eucaristía. En ella, señaló, ofrecemos al Padre, como “nuestro sacrificio”, lo que el Padre nos ha dado primero, es decir, a su Hijo Jesús.
“Podemos decir a Dios Padre en nuestra oración: '¡Padre, te amo con el amor con que te ama tu Hijo Jesús!'. Y podemos decirle a Jesús: '¡Jesús, te amo con el amor con que te ama tu Padre celestial!' ¡Y sepan con certeza que todo esto no es un piadoso producto de nuestra imaginación!".+