Mons. Fernández presidió la misa por los 100 años del Seminario San José

  • 27 de noviembre, 2022
  • La Plata (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de La Plata destacó que el seminario "tiene que estar siempre en el corazón de todos". Participó un gran número de fieles, sacerdotes del clero platense y de otras diócesis.

El arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Manuel Fernández celebró el viernes 25 de noviembre la misa en la parroquia Nuestra Señora de La Piedad por los 100 años del Seminario Mayor San José, en la que participaron sacerdotes del clero platense, de las diócesis de Mar del Plata, Bahía Blanca, Azul y Salta, entre otras; religiosas, junto con un grupo numeroso de personas. Concelebraron el obispo auxiliar, monseñor Jorge Esteban González y el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Antonio Mestre, ambos egresados de esa casa de formación.

Al inicio de la celebración, monseñor Fernández agradeció a los presentes porque el seminario “tiene que estar en el corazón de todos”.

Luego, el rector de la casa de formación sacerdotal, presbítero Andrés Magliano, expresó en la homilía: “Queremos leer en la historia de nuestro querido seminario lo que ha quedado impreso en el ‘libro de la vida’, según nos decía el Apocalipsis. Queremos ver la trama del Reino de Dios en la historia de esta higuera de la que formamos parte, ver sus brotes en tantas estaciones que han pasado”.

“Vivimos lo que tal vez sea el número más bajo de seminaristas, la menor cantidad de diócesis, y son muy pocos los que ingresan. Si Jesús nos invita a ver los brotes, lo hace porque antes nos donó la esperanza, y porque en la mirada de fe nos enseña a leer la historia como tiempo de Dios, de un Dios al que no se le han acabado los deseos y el poder de seguir obrando entre nosotros”, afirmó el sacerdote.

Asimismo, señaló que en la figura de San José “que nos inspiró, intercediendo por nosotros, se nos presenta como modelo acabado y siempre nutriente, raíz fecunda que quiere llevarnos de la mano hasta configurarnos con Jesús”.

En ese sentido, el padre Magliano recordó: “En los inicios del seminario encontramos obispos, sacerdotes y laicos que se caracterizaban por la grandeza de alma. Un dato curioso al respecto es que en el año de la fundación, 1922, se encargaron los vitrales que adornan nuestro templo, es decir que arrancaron sabiendo que emprendían algo grande. Planearon desde el principio un enorme edificio. Pero si eso se dio en lo material, tanto más en los corazones”.

“Esa grandeza de alma estuvo presente en tantos y continúa siendo una llamada para recomenzar una y otra vez”, continuó.

Por otra parte, el rector manifestó que si bien el seminario albergó sacerdotes que “gastaron su vida en el estudio, la investigación y la enseñanza, a la vez se traslucía detrás de tanta erudición una fe sencilla”.

“En este capítulo de la esperanza humilde entra también la presencia de las hermanas en nuestra casa, la especialísima vinculación con el Hospital de Niños, el aporte inestimable de las parroquias y los párrocos, los movimientos y grupos. Tantas personas que nos sostuvieron con su oración y entrega. Nuestras familias, que fueron el suelo vital y los primeros sembradores. La diócesis entonces era inmensa y sólo Dios sabe hasta donde llegó la influencia de la entrega de tantos. Gracias a ellos hoy nosotros estamos aquí”, manifestó.

“Desde esa historia agradecida y en este momento de gracia nos toca preguntarnos cómo caminar hacia los 200 años. La grandeza y humildad disponible de María nos sostiene en la esperanza de ser una vez más respuesta de Dios”, sostuvo, y subrayó: "Al Seminario le toca profundizar en las raíces de santidad que la Iglesia va sembrando, para ser partícipes de la obra del Reino, Reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz”.

Finalmente, recordando anécdotas diversas que se suscitaron a lo largo de todos esos años de historia, el rector del seminario aseguró: “Nos toca la valentía de José que se dejó moldear por los sueños de Dios para ser custodio de la presencia de Jesús y María en el mundo. La valentía de afirmar nuestras raíces para que el sol del amor de Dios pueda seguir sacando frutos de este árbol. Nos toca ser la respuesta que Dios quiere dar hoy, con grandeza y humildad, con disponibilidad y profunda alegría porque nos invita a formar parte del libro de la vida”.

Antes de la bendición final, monseñor Fernández agradeció también a los seminaristas por el esfuerzo extra que significó preparar las actividades por los 100 años del seminario y pidió a todos oración por ellos.

Al terminar la misa, los presentes compartieron una cena fraternal en el jardín central.+