Mons. Olivera: La Virgen de Luján se quiso quedar para siempre en nuestra historia

  • 14 de octubre, 2022
  • Luján (Buenos Aires) (AICA)
El obispo Castrense, monseñor Santiago Olivera, presidió este jueves 13 de octubre la misa en la peregrinación a Luján de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Federales de Seguridad.

Miembros de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Federales de Seguridad llegaron en el mediodía del jueves 13 de octubre a la basílica de Nuestra Señora de Luján, en el marco de la XIX Peregrinación Castrense.

Al llegar al santuario nacional, participaron de la Eucaristía, presidida por el obispo castrense de la Argentina, monseñor Santiago Olivera y concelebrada por el vicario general, monseñor Gustavo Acuña; los capellanes mayores de las distintas fuerzas, el rector del seminario diocesano, padre Daniel Díaz Ramos; capellanes castrenses de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Federales de Seguridad; y el capellán de la Policía Federal Argentina (PFA). Participaron autoridades de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Federales de Seguridad y fieles castrenses.

En la homilía, monseñor Olivera dio la bienvenida y animó a dar gracias a Dios "por nuestra vocación de servicio, nada más y nada menos que en el Santuario de Luján, casa de quien fue la servidora por excelencia".

"La vocación militar y policial se vive como un don que no implica entonces un culto de la violencia sino una vocación a asegurar, a velar por el imperio de la Constitución, de la Ley, el orden y el derecho", afirmó el obispo castrense. "Así enfocada, su función en la sociedad civil adquiere su pleno significado. Porque ustedes son, en efecto, los hombres del deber, de la disciplina y, si fuera necesario, del sacrificio por el bien común: es decir, de la cumbre del amor", aseguró. Y citando una frase del Evangelio de Juan, dijo: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.

"La disciplina, las armas y la defensa de la soberanía y del orden interior, constituyen la exteriorización de la profesión castrense y policial; esta manifestación sería un absurdo si no tuviera un sentido profundo; ese sentido profundo nace de la fe en Dios, de la amistad con Él y la Eucaristía es la que da a cada uno el alimento espiritual necesario para cumplir adecuadamente las exigencias de su vocación. En esta tarea, ¡cuánto nos ayuda y alivia el tener presente –como cuando éramos niños-  a nuestra Madre del Cielo!”, consideró.

Repasando la historia, el obispo castrense señaló: "Los hijos dilectos de la Patria supieron responder a tal imperativo, rogando para que Ella estuviera siempre presente en la historia de nuestras Fuerzas. Así Liniers, al término de las jornadas heroicas de la reconquista de Buenos Aires, ofrenda a la Virgen del Rosario las banderas tomadas; Belgrano la proclama el 27 de octubre de 1812 Generala del Ejército patriota en su advocación de las Mercedes; y el General San Martín, mientras se prepara en el campamento de El Plumerillo, la proclama Generala del Ejército en su advocación de El Carmen, colocando con austera religiosidad su bastón de mando en la mano derecha”, enumeró.

"Estar una vez más en esta casa común de todos los argentinos nos invita a pensar en la trascendencia que ha tenido la Virgen de Luján en nuestra historia nacional: enclavada en nuestro suelo, se quiso quedar para siempre en nuestra historia. No creo que haya en todo el mundo un caso similar al que recordamos, de una Virgen empecinada en quedarse en un determinado sitio, aún contra la voluntad de los hombres. Parecería un signo de nuestra historia, que aceptamos muy gustosos como argentinos, honradísimos de que la Virgen Santísima se haya querido radicar, hundirse en las entrañas mismas de nuestra pampa bonaerense”, consideró.

Finalmente, exhortó a los presentes a no olvidar la oración: "Jesús, antes de sus grandes empresas, se retiraba a solas para orar. Sus discípulos, viéndolo transfigurado por la oración, le piden que también a ellos les enseñe a orar. Nuestra misma carta magna nos enseña a 'invocar la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia'", indicó. “Dialogar con Dios es una gracia: nosotros no somos dignos –como el centurión-  pero Jesús es la puerta que nos abre a este diálogo con Dios”, concluyó.+