Fueron beatificados 27 mártires españoles
- 18 de junio, 2022
- Sevilla (España) (AICA)
El sábado 18 de junio, el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, presidió en la catedral de Sevilla, la misa en la que beatificó, en nombre del Santo Padre,
El cardenal Semeraro destacó el ejemplo de estos beatos mártires -25 frailes dominicos, un laico dominico y una monja dominica- martirizados en Almagro (Ciudad Real) y en Almería, asesinados por odio a la fe durante la guerra civil española.
El Purpurado inició su homilía con una referencia al relato del Apocalipsis “Hemos oído que Juan, en su visión contempló una gran multitud de personas que, vestidos con vestiduras blancas -lavadas y blanqueadas en la sangre del Cordero- alababan a Dios”, y agregó: “hoy contemplamos el consistente grupo de Siervos de Dios que acaban de ser declarados beatos y proclamados mártires”.
“Pertenecen a aquella comitiva de mártires», que alaba al Señor, como canta el Tedeum: «te martyrum candidatus laudat exercitus». Su historia fue recordada al iniciar este sagrado rito: todos fueron víctimas de la misma persecución que, en los años 30 del siglo pasado, provocó la muerte de cientos y cientos de cristianos: ministros sagrados, personas consagradas, fieles laicos... Una multitud, en efecto, que lavó sus vestiduras en la sangre del Cordero”
El cardenal Semeraro afirmó que los nuevos beatos fueron “personas humanamente muy diversas por su carácter, por sus historias personales. Los unía, en cambio, el carisma de Santo Domingo: una elección vocacional vivida con fidelidad, coherencia y generosidad”.
Sobresale con singular luminosidad la figura de una mujer, Sor Ascensión de San José. Junto a otras, ella fue cruelmente torturada. Le pidieron que blasfemara y pisoteara el crucifijo: se negó y le destrozaron el cráneo. No renegó de la fe; al contrario, murió ensalzando a Cristo Rey y alabando al Santísimo Sacramento. Sabía bien Sor Ascensión que la sangre del Cordero confiere candor porque es la sangre «derramada por muchos para el perdón de los pecados».
El purpurado vaticano manifestó que “también nosotros, alentados por su testimonio, repetimos en la intimidad del corazón con la fe de la Iglesia: «su sangre derramada por nosotros es la bebida que nos redime de toda culpa».
El cardenal Semeraro expresó que “el Evangelio debe ser proclamado sobre todo con el testimonio de la fraternidad y de la comunión” y trajo a colación la exhortación Evangelii nuntiandi, de San Pablo VI, en la que este dijo:
“Supongamos un cristiano o un grupo de cristianos que, dentro de la comunidad humana donde viven, manifiestan su capacidad de comprensión y de aceptación, su comunión de vida y de destino con los demás, su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno. Supongamos además que irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes, y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar. A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros? Pues bien, este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva.”
Refiriéndose a Gaudete et exsultate,del Papa Francisco sobre la llamada a la santidad en el mundo de hoy, el Purpurado aseguró que el Santo Padre ha escrito que “no se puede esperar, para vivir el Evangelio, que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra”.
El cardenal Semeraro añadió, a partir del punto 91 de la exhortación apostólica, que “se da por hecho que vivimos en una sociedad alienada, atrapada en una trama política, mediática, económica, cultural e incluso religiosa que obstaculiza el auténtico desarrollo humano y social”, de modo que para vivir como cristianos según las Bienaventuranzas evangélicas ‘se hace difícil y puede ser incluso una cosa mal vista, sospechosa, ridiculizada’.
“Las dificultades y las pruebas que nuestros mártires soportaron y superaron, si bien en una paradójica victoria que a los ojos del mundo es una derrota, no son las únicas. Las persecuciones no son una realidad del pasado, porque hoy también las sufrimos, sea de manera cruenta, como tantos mártires contemporáneos, o de un modo más sutil, a través de calumnias y falsedades», continúa diciéndonos el Papa.
Y concluyó: "Miremos el ejemplo de nuestros mártires para sentirnos confortados. San Gregorio Magno escribía que tanto más sólida surge en nosotros la esperanza, cuanto más duras son las pruebas soportadas por amor de Dios. Tengamos confianza en nuestras fragilidades. Dios revela su fuerza justamente en los débiles y también a los indefensos él da la fortaleza del martirio.