Mons. Castagna: "La urgencia del mandato misionero"
- 10 de junio, 2022
- Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes sostuvo que es momento de poner en vigencia el mandato original de ser discípulos y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirmó que “es el momento de poner en vigencia el mandato misionero original; ese que Jesús, próximo a ascender al Cielo, formula su enseñanza sobre la Trinidad: ‘vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo’, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo’”.
“La urgencia del cumplimiento de este mandato recobra su vigor original ante un mundillo -autocalificado ‘cristiano’- que está llevando a la práctica una escandalosa apostasía de su fe. Se requiere mucho más que la defensa de una doctrina y su consecuente disciplina”, advirtió en su sugerencia dominical.
“El término al que converge la fe bautismal es la santidad. El ‘testimonio de la santidad de los cristianos’ es lo que este mundo está necesitando. Se llega por la fidelidad a Dios Padre y a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo”, concluyó.
Texto de la sugerencia
1.- Dios Uno y Trino. Desde la Pascua de Cristo no sabremos pensar a Dios sino como Uno y Trino. Muchas culturas, y sus generaciones, han intentado una conceptualización de la divinidad que les permitiera explicar cuál es el sentido de la vida humana: el nacimiento y la muerte. Todo esfuerzo autorreferencial termina en la insatisfacción existencial que lanza a unos al ateísmo y a otros a la idolatría. Dios no abandona a la humanidad, ni aún después del pecado. Apenas acontecida la incalificable infidelidad de Adán y Eva, inicia una parsimoniosa recuperación de los involucrados hombres y mujeres. Elige a un pueblo, insignificante para los poderosos imperios de aquella época -Egipto y Roma- y deposita en él la semilla de la Redención. El Hijo de Dios se encarna en esa estirpe pobre y menospreciada. De ella nace y desarrolla su misión, orientada a mostrar a sus congéneres humanos, el verdadero semblante de Dios: Uno en Tres diversas Personas. Hoy celebramos a Dios, tal cual lo revela Jesucristo. Creer en Él es creer en la Santísima Trinidad.
2.- La inhabitación de la Trinidad en el alma en gracia. Santa Isabel de la Santísima Trinidad ha desarrollado una doctrina espiritual que mereció el reconocimiento público de la Iglesia. Se trata de la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma que permanece en gracia de Dios. La catequesis no insiste lo suficiente en la verdad que, como auténtico núcleo de la Revelación Divina, manifiesta la dignidad del bautizado, mientras se mantenga fiel a la gracia recibida. El Nuevo Testamento, en el desarrollo de la catequesis apostólica, califica de “templo de Dios”, a la persona que ha sido bautizada con la fórmula trinitaria y la inmersión o aspersión con agua. “¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios?” (1 Corintios 6, 19) El origen de esa inhabitación ha sido magistralmente expresado por el Apóstol y evangelista San Juan: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará, iremos a él y habitaremos en él”. (Juan 14, 23) Si esta enseñanza estuviera más presente en la predicación y en la catequesis, ¡qué otra sería la práctica de la fe de los bautizados! Se lograría cabalmente la vivencia del mandamiento nuevo de la caridad.
3.- Seremos examinados por el Amor. Estar en gracia de Dios es permanecer en Quien es el Amor, obedeciéndolo con generosa y total fidelidad. Trasciende, sin excluirlo, todo precepto o mandamiento consignado por escrito. Como afirma San Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida seremos examinados en el amor…” Y me atrevería a añadir: “…seremos examinados por el Amor”. Es preciso abrir ese horizonte y orientarnos a él. Nuestra vida cristiana, que es una vida de fe o no es “cristiana”, consiste en esa orientación trascendente. Dios es Amor porque es relación entre las Personas divinas de la Santísima Trinidad. Nuestro amor a Dios es relación con Él y, en consecuencia, también lo es con nuestro prójimo. Es así como entendemos el primer mandamiento del decálogo dictado a Moisés: “Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”. (Mateo 22, 38-40) La ausencia despiadada de estos dos mandamientos, ocasiona todos los males que la humanidad padece, y constituye el mayor obstáculo para la auténtica construcción de una sociedad que logre ser réplica de la unidad Trinitaria.
4.- Urgencia del mandato misionero. Es el momento de poner en vigencia el mandato misionero original. En él Jesús, próximo a ascender al Cielo, formula su enseñanza sobre la Trinidad: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”. (Mateo 28, 19-20) La urgencia del cumplimiento de este mandato recobra su vigor original ante un mundillo -autocalificado “cristiano”- que está llevando a la práctica una escandalosa apostasía de su fe. Se requiere mucho más que la defensa de una doctrina y su consecuente disciplina. El término al que converge la fe bautismal es la santidad. El “testimonio de la santidad de los cristianos” es lo que este mundo está necesitando. Se llega a él por la fidelidad a Dios Padre y a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo.+