En la misa crismal, Mons. Buenanueva llamó a perseverar en el camino y caminar como familia
- 8 de abril, 2022
- San Francisco (Córdoba) (AICA)
La diócesis de San Francisco celebró este jueves 7 de abril la misa crismal, presidida por el obispo, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, en la catedral.
El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, presidió en la noche del 7 de abril en la catedral diocesana, la misa crismal.
En su homilía, se centró en una frase del Evangelio de Lucas: “Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.” (Lc 4, 20).
A partir de ese pasaje, reflexionó: “También nosotros fijemos la mirada en el Señor Jesús. Contemplémoslo como nos lo presentan las Escrituras que acabamos de escuchar: ungido por el Espíritu Santo, misionero del Padre enviado a los pobres; Salvador y cabeza de un pueblo sacerdotal; Señor resucitado que está viniendo a nosotros”.
El prelado se dirigió a la comunidad diocesana, señalando que están “acompasando” la marcha al camino sinodal que transita toda la Iglesia.
“Tal vez, con paso tímido y vacilante, como un niño que aprende a caminar, alternando osadía con temor; pasos torpes, caídas y nuevos comienzos. Pero, seguramente ese aprendizaje de la infancia ha tenido que hacerse de a poco, hasta alcanzar seguridad y firmeza”, expresó, haciendo hincapié en los jóvenes años de la diócesis.
“El aprendizaje al que nos referimos al hablar de camino sinodal es el que tiene como Maestro al Espíritu Santo y como meta el Evangelio vivido, no aislados o ensimismados, sino como como comunidad. Se vuelve más lento. Reclama paciencia. Es, por cierto, más decisivo”, describió y añadió: “Es aprender a caminar la fe, la comunión y la misión que la unción del mismo Espíritu ha sembrado en el bautismo y la confirmación”.
“Es el mismo Espíritu en el que Jesús fue concebido, el que lo fue conduciendo en su misión evangelizadora, el Espíritu en cuyo fuego se ofreció al Padre en su sacrificio pascual, como estamos a punto de celebrar en estos días santos”, agregó.
“A ese Espíritu nos volvemos como Iglesia diocesana en esta Misa Crismal a las puertas de Pascua. Que Él nos conduzca también a nosotros, nos haga dóciles discípulos y aprendices del Evangelio, misioneros como el beato Esquiú, el santo Cura Brochero o la beata Mamá Antula, portadores de la Alegría del Evangelio para nuestros hermanos”, pidió.
“En los próximos pasos que hemos de dar nos volveremos a poner a la escucha del Espíritu en las múltiples voces con las que busca interpelarnos. Será, sin dudas, una experiencia tan rica como exigente. No nos extrañemos que esa escucha nos incomode generando tensiones que no se resuelvan fácilmente”, anticipó.
“En todo caso, el Espíritu Santo, al que invocamos con fe, realizará su obra. Como siempre”, confió el obispo. “Es decir, nos llevará a Jesús”.
Y citando el fragmento del Apocalipsis de la segunda lectura, expresó: “El -Cristo- vendrá entre las nubes y todos lo verán, aún aquellos que lo habían traspasado. Por él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que vendrá, el Todopoderoso”.
“No sabemos con certeza cómo se desarrollarán los acontecimientos de nuestra vida, tanto personal como eclesial. Los iremos viviendo paso a paso. Es el modo como aprendemos a caminar la vida y la fe”, reconoció monseñor Buenanueva. “Esa vivencia despierta en nosotros comprensible incertidumbre, ansiedad y temor”.
“Lo cierto -con la inconmovible certeza de la fe- es que el futuro está en las manos del Señor”, aseguró. “Es más: Él, Cristo resucitado, es nuestro futuro. En esa tierra está echada el ancla de nuestra esperanza. Hacia allí nos dirigimos… o, mejor, somos llevados por el mismo Espíritu”.
“La docilidad que pedimos es para que seamos ligeros de equipaje. Y que ese caminar sea una vivencia profunda de discípulos y de testigos. Hermanos y amigos que se acompañan, se esperan, se perdonan, se disculpan y se animan a caminar”.
“Cuando somos ungidos con el Santo Crisma y el óleo de los catecúmenos en el bautismo, María es la encargada de cuidar ese precioso don de la gracia. Ella nos enseña a ser fieles a la unción que hemos recibido del Santo. Por eso, la invocamos como madre y maestra espiritual del santo pueblo fiel de Dios”.
“En el camino sinodal que hemos empezado a transitar con paso firme, pidámosle a María que nos ayude a no desandar el camino, a perseverar en él y a caminar como familia”, concluyó.+