Mons. Fernández: "Los distraídos no saben alabar"

  • 1 de marzo, 2022
  • La Plata (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de La Plata celebró la Eucaristía junto con los fieles de la Renovación Carismática, y resaltó la importancia de la alabanza a Dios para reconocer su poder.

Monseñor Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata, celebró la Eucaristía con fieles de Renovación Carismática y los invitó a fortalecer el fervor evangelizador, “aquel fuego que décadas atrás provocó muchas conversiones y un crecimiento festivo en el Espíritu Santo”.

Al mismo tiempo recordó que ese fuego se alimenta con la alabanza, y se detuvo a referirse a Dios, a su poder, a su belleza, a su amor, a su fidelidad, convirtiendo cada una de estas reflexiones en un momento de alabanza.

En primer lugar, se refirió al poder de Dios, remarcando que “si no contemplamos su poder terminamos apoyándonos en fuerzas débiles y engañosas de este mismo y no en la única Roca. Si no lo alabas frecuentemente por las obras que hizo en tu vida, necesitas preguntarte por qué, quizás es porque sólo ves lo negativo, lo que no tenés, lo que te falta. Pero también puede ser porque tu mente está muy distraída y no prestas atenciones a lo que el Señor va realizando”.

En ese sentido, señaló que “los distraídos no saben alabar ni pueden hacerlo, no se les ocurre nada porque no saben reconocer el paso de Dios por sus vidas”. 

“Probablemente creemos que todo es obra nuestra, porque no sabemos mirar con los ojos espirituales todo lo que el Señor va obrando en nuestras vidas. Olvidamos que nuestra sola existencia es una maravilla por la que deberíamos alabar constantemente”, advirtió.

Monseñor Fernández, recordó que el poder del Señor a veces se manifiesta misteriosamente en la debilidad y en el aparente fracaso, pero “allí está preparando algo mejor”.

Luego, tradujo esta meditación en una alabanza directa a Dios: “¡Gloria a Dios si muestra en mí su inmenso poder y su infinita perfección! Pero si quiere mostrarse frágil conmigo, y guiarme por el camino oscuro, también ¡gloria a Dios!”, recitó. 

Finalmente, motivó la alabanza a Cristo resucitado y presente en la Eucaristía y al Espíritu Santo, “fuego que alienta nuestra alabanza”.+