Mons. Castagna: Jesús eligió a doce y los llamó apóstoles
- 11 de febrero, 2022
- Corrientes (AICA)
"Jesús oró durante la noche y, al concluir, eligió a 12 de sus discípulos a los llamó Apóstoles". Así comienza Mons. Castagna su sugerencia para la homilía del domingo 6° durante el año.
"Jesús oró durante toda la noche y, al concluir, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles”. Con este texto del Evangelio de San Lucas, comienza el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, su sugerencia para la homilía del próximo domingo 6° durante el año (13 de febrero).
Tras manifestar que estos 12 apóstoles sobre los que Jesucristo fundó su Iglesia, y la misma Iglesia, sufrieron durante sus 20 siglos de existencia, agresiones y persecuciones violentas, afirmó que el mundo organizado sobre la base ideológica del ateísmo -teórico y práctico– intentará excluir a la Iglesia de su perspectiva histórica.
"Cuando nos enteramos -añade- de las cruentas persecuciones promovidas por el fanatismo ideológico o religioso de algunos sectores de la actual sociedad, comprobamos el cumplimiento del pronóstico de Jesús. Para esos sectores, la fe cristiana -y sus inocultables exigencias- debe ser extirpada mediante la irracional eliminación de sus sostenedores. ¡Cuánto desprecio y exclusión son así inspirados y ejecutados! Ciertamente estamos transitando hoy un sendero de violencia y de odio a la fe, sin precedentes.
Texto de la sugerencia homilética del 6° domingo durante el año
Elección de los Apóstoles. Jesús oró durante toda la noche y, al concluir, “llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles”. (Lucas 6, 13) La importancia que otorga a esa elección se afianzará durante los tres años de su intenso ministerio. Serán ellos los responsables de su Iglesia. San Pablo los considera, junto a quienes deben visualizar el pleno profetismo de Cristo, el fundamento sólido e indestructible de la Iglesia: “Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo”. (Efesios 2, 20) No podemos entender a la Iglesia sin esta visión revelada de su estructura. El mundo de la cultura contemporánea no está en condiciones de hacer una apreciación o lectura correcta de la Iglesia, a la que Cristo proveyó de una estructura carismática y sacramental.
La perdurabilidad de la Iglesia. Se la maquilla con los elementos con que el poder temporal expresa su hegemonía política y económica. Su perdurabilidad en el tiempo no está resguardada por ellos, hace siglos que hubiera desaparecido. Su “piedra angular es el mismo Jesucristo” cuyo poder divino la consolida definitivamente. Alineada, hasta nivelarla, entre instituciones y movimientos ocasionalmente exitosos, se la mal entiende. Durante sus veinte siglos de existencia ha sufrido, por ese motivo, agresiones y persecuciones violentas. Ha protagonizado, animada por el Espíritu de Pentecostés, rectificaciones de importancia, que la volvieron siempre a sintonizar con el Evangelio. Así ocurrirá hasta el fin de los tiempos. Jesús, dirigiéndose a Pedro, formula una solemne promesa de indefectibilidad: “Tú eres Pedro. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella”. (Mateo 16, 18) No se entiende sin la fe. El mundo organizado sobre la base ideológica del ateísmo - teórico y práctico – intentará excluir a la Iglesia de su perspectiva histórica.
Las bienaventuranzas. Cristo no es un personaje para el recuerdo, como lo son los próceres; permanece vivo entre los hombres y mujeres de todos los tiempos. Saulo no pudo destruirlo, como tampoco a su Iglesia, y debió rendirse a su Verdad y a su Vida. A partir de Damasco, Saulo se convierte en Pablo, el Apóstol del mundo pagano. Su magisterio prodigioso obtiene su contenido del mismo Cristo, su Maestro y Señor. El texto de San Lucas, uno de los discípulos de Pablo, transmite lo que Pablo aprendió de Jesús y de sus hermanos los Doce. Escuchando a Lucas, comprendemos lo que identificó, al gran Apóstol, con su Señor. Las bienaventuranzas expresan la espiritualidad que rige y anima a la incipiente Iglesia; en lo sucesivo, conformará su verdadera identidad moral. No se agota en una especie de rígida preceptiva, describe la fisonomía del auténtico discípulo de Jesús. Los rasgos allí trazados por Jesús aparecen en oposición con los criterios y modos de obrar que predominan en el mundo. Son de tal radicalidad que espantan a lo considerado como “correctamente político”.
La felicidad de los mártires y confesores de la fe. Las directivas sentenciosas allí plasmadas revelan la personalidad del Maestro que las dicta. Llegan a iluminar el sendero de quienes se disponen a seguirlo: “¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!” (Lucas 6, 22) Cuando nos enteramos de las cruentas persecuciones, promovidas por el fanatismo ideológico o religioso de algunos sectores de la actual sociedad, comprobamos que el pronóstico de Jesús se cumple sin dilución alguna. Al contrario, para esos sectores, la fe cristiana -y sus inocultables exigencias- debe ser extirpada, mediante la irracional eliminación de sus sostenedores. ¡Cuánto desprecio y exclusión son así inspirados y ejecutados! Ciertamente estamos transitando hoy un sendero de violencia y de odio a la fe, sin precedentes.+