Asamblea Eclesial: Una Iglesia sinodal es una Iglesia que camina en la fe

  • 26 de noviembre, 2021
  • Ciudad de México (AICA)
La Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe asume el desafío de caminar juntos, en sinodalidad.

Una sinodalidad que no se puede separar de la misión y que nace de una escucha, inspirada por el Espíritu Santo, una Iglesia “caminante en la fe”, fueron algunos de los temas de reflexión en la última jornada de la Asamblea Eclesial de la América Latina y el Caribe que se está realizando en la Ciudad de México hasta el domingo 28 de noviembre.

También fueron abordadas cuestiones relacionadas con el trabajo, el clericalismo, la participación de los laicos en la vida de la Iglesia, el cuidado de la casa común y, evidentemente la sinodalidad, dada la presencia del secretario del Sínodo para los Obispos, cardenal Mario Grech.

También participaron, entre otros, el presidente de la Comisión Pontificia para América Latina (CAL), cardenal Marc Ouellet y la teóloga argentina Emilce Cuda, Jefa de Oficina de la Pontificia Comisión para América Latina.

El sueño de una Iglesia más sinodal y de una praxis más sinodal
El secretario general del Sínodo de los Obispos, cardenal Mario Grech, dijo sentirse honrado de dirigirse a las Iglesias latinoamericanas, que podrían ser un ejemplo para muchas Conferencias Episcopales, por la extraordinaria experiencia eclesial, después de las conferencias de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida.

Relacionó la Asamblea Eclesial con la Conferencia de Aparecida, fundamento de la conversión pastoral promovida por ‘Evangelii gaudium’, y expresión de la visión pastoral del papa Francisco. 

Para el cardenal Grech, la conversión pastoral que propone la Exhortación Apostólica tiene una dimensión misionera. Los principios que plantea para poner en práctica la “Iglesia en salida” pueden inflexionarse en un sentido sinodal.

La Iglesia sinodal -explicó- sabe “implicarse”. Se sitúa con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, acorta las distancias, se rebaja y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los hombres y mujeres verdaderamente sinodales tienen así “olor a oveja” y éstas escuchan su voz.

La comunidad sinodal está siempre dispuesta a “acompañar” a la humanidad en todos sus procesos. Sabe lo que significa el trabajo duro y la resistencia apostólica. La evangelización implica mucha paciencia y no conoce límites.

La comunidad eclesial, fiel al don de Dios, sabe “dar fruto”, está siempre atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el grano y no pierde la paz por culpa de las malas hierbas. El sembrador encuentra el modo de hacer que la Palabra penetre en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque sean imperfectos o incompletos

La comunidad sinodal siempre sabe “celebrar”. Celebra cada pequeña victoria, cada paso adelante. La sinodalidad alegre se convierte en belleza en la Liturgia.

El cardenal maltés expresó: “Es tan fácil entender la ‘Evangelii gaudium’ a la luz de la sinodalidad, que podemos argumentar que no sólo la Iglesia es sinodal y misionera al mismo tiempo, sino que sólo es misionera si es sinodal, y sinodal si es misionera”. Se trata de dos dimensiones constitutivas de la Iglesia, que se mantienen o caen juntas.

Card. Ouellet: Una Iglesia sinodal en el continente será mariana o no será
El prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la CAL, al participar en la Asamblea Eclesial lanzó a la Iglesia en la región un reto vocacional, a fin de que el camino sinodal en el que se trabaja sea realmente de bautizados comprometidos.

El cardenal Ouellet explicó que el reto consiste en lograr que todo el pueblo de Dios que peregrina en la región siga a Cristo ardientemente.

“Desde el testimonio de la Guadalupana y de todos los santuarios marianos, desde el testimonio de los mártires conocidos y desconocidos de nuestros pueblos, desde la oración de los santos y héroes que evangelizaron a las Américas, alzo mi voz en unión de todos los pastores, para que sigamos a Cristo con profundidad en todas nuestras vocaciones bautismales, laicales, matrimoniales, sacerdotales y de vida consagrada”.

Dijo hacer este llamado vocacional ante todo en nombre de la Santísima Trinidad, “que nos llama a la comunión fraterna y eclesial, que nos llama a una fe audaz y valiente que da testimonio de Cristo en el mundo, como laicos, como consagradas y consagrados, como sacerdotes y diáconos, para ser discípulos misioneros a todos los niveles”.

Consideró que una Iglesia sinodal está viva sólo si tiene conciencia vocacional, es decir, “conciencia de responder a su Señor con fe viva, gratitud, disponibilidad, entusiasmo por el Evangelio, y deseo sincero de dar la vida por algo que valga la pena”.

Aseveró que el sueño sinodal del papa Francisco no es ideológico, ni estratégico, utópico o mediático, sino un sueño paterno, mariano, ecológico integral, misionero y fraterno, esperanzador para toda la humanidad”.

Antes, el cardenal había dejado en claro: “Queridos participantes de esta Asamblea eclesial, una Iglesia sinodal en América Latina será mariana o no será. Esto no lo digo por mera devoción, lo digo por los hechos que imponen pensar el futuro de América Latina a la luz del camino mariano de nuestras iglesias a lo largo de los siglos.

Emilce Cuda
La capacidad de organización de los pueblos del continente, algo nacido de la fe y desde la periferia, fue uno de los elementos abordados por la teóloga argentina Emilce Cuda. 

El abuso de poder, algo que nace del clericalismo, es algo que no ayuda en el camino sinodal, que crece cuando se fomenta la corresponsabilidad, la sensación de que todos son escuchados.

Al abordar la cuestión ecológica, Cuda afirmó que “defender la casa común no es una opción ni económica, ni política, es una opción de fe, de quienes se toman en serio el llamado a cuidar de la Creación”. 

Estos signos de los tiempos se hacen presentes en el cambio climático, en la violencia contra la mujer, en los migrantes, fenómenos que deben llevarnos a preguntarnos lo que nos dicen. 

Como discípulos de Jesucristo tenemos que sentirnos interpelados, llamados a la conversión pastoral, a la escucha, a luchar por la justicia y la verdad en relación con Dios, destacando la importancia de la caridad, del amor, pues será la prueba en el juicio al final de nuestras vidas.+