Mons. García Cuerva: "No estamos en la Iglesia para condenar sino para acompañar"
- 7 de octubre, 2021
- Río Gallegos (Santa Cruz) (AICA)
En su reflexión del domingo, el obispo de Río Gallegos señaló que la Iglesia, frente a las heridas del divorcio, "no debe levantar el dedo acusador", y advirtió el peligro de los "divorcios sociales".
En su homilía de este 27° domingo durante el año, monseñor Jorge García Cuerva, obispo de Río Gallegos, explicó la disyuntiva que los fariseos intentan imponerle a Jesús. “Los judíos conocían de memoria la ley, por lo tanto, era un poco ridículo que se lo plantearan a Jesús”, observó el prelado.
Para explicarse mejor, leyó el pasaje del Deuteronomio donde se encuentra narrada esta ley a la que se refieren los fariseos: “Si un hombre toma a una mujer y se casa con ella puede ser que la encuentre con algún defecto y que ya no la quiera. En ese caso, escribirá un certificado de divorcio que le entregará antes de despedirla de su casa”.
En cuanto a esto, aclaró que “Jesús dirá fuertemente que no quiere responder sobre esa ley, sino sobre el relato de la creación, sobre el ideal de Dios, que habiendo hecho el varón y la mujer quiere que puedan vivir y se puedan complementar el uno al otro. Este relato cura la soledad del hombre y de la mujer, y los pone a los dos en el mismo nivel. No hay uno más importante que otro”.
“Lo que se nos plantea hoy es que en el origen está el amor, en el fin también está el amor, y que en el amor también hay camino, un camino arduo, difícil, que lo conocen un montón de parejas que comenzaron su vida juntos y que quizás no pudieron seguir recorriendo juntos ese camino porque, si bien tenían ese ideal del amor, las dificultades fueron muy grandes”, puntualizó.
Y agregó: “Por eso creo que tendríamos que pensar el divorcio como una ruptura, como una herida, como algo que duele. Y si es una herida y algo que duele, lo que tenemos que revisar es cómo es nuestra actitud como Iglesia, una Iglesia que tiene que ser madre, que tiene que abrazar a los heridos de la vida, una Iglesia que no está para condenar”.
Con relación a esto, el obispo leyó algunos fragmentos de la carta apostólica del papa Francisco a las familias “Amoris Laetitia” y remarcó que “a las personas divorciadas que viven en nueva unión es importante hacerles sentir que son parte de la Iglesia, que no están excomulgadas y no son tratadas como tales porque siempre integran la comunidad eclesial”.
Por último, reflexionó: “Si realmente el divorcio es una herida, si realmente no fue la voluntad de Dios que el hombre y la mujer dejasen de andar en el camino del amor, no por eso nosotros tenemos que levantar el dedo acusador”, y señaló que “no estamos en la Iglesia para condenar, sino para acompañar”.
En ese sentido, mencionó que “en esa hipocresía que nos caracteriza en la sociedad nos escandalizamos cuando conocemos una pareja que vive una segunda unión, pero no sé si de la misma manera nos escandalizamos frente a los divorcios sociales”.
“Cuánto divorcio hay entre los argentinos que no nos podemos sentar a dialogar. Cuánto divorcio hay entre lo que pensamos y lo que decimos. Cuánto divorcio hay entre lo que creemos y la manera de vivir. Esos divorcios sociales me parece que no los tenemos muy en cuenta, y son realmente graves”, concluyó, y rezó para sanar las heridas de todos los tipos de divorcios. +