Exequias del Card. Martínez Somalo: "Amó a la Iglesia con inteligencia y bondad"

  • 13 de agosto, 2021
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
Durante la misa exequial en la Basílica Vaticana, el cardenal decano Giovanni Battista Re destacó el compromiso y el servicio a los papas y ala Iglesia del purpurado español fallecido el 10 de agosto.

El cardenal Eduardo Martínez Somalo -fallecido el 10 de agosto a los 94 años- tuvo una "vida laboriosa y larga", marcada por "varias tareas importantes" que le fueron encomendadas "por la confianza de los pontífices" y que siempre realizó con espíritu de servicio, en "plena fidelidad al Papa y generosa dedicación por el bien de la Iglesia y la salvación de las almas".

"Toda una vida transcurrida al servicio del Papa, de la Santa Sede y de la Iglesia universal", subrayó el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, durante el funeral del purpurado español celebrado el viernes 13 de agosto en el altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana.

Al destacar los rasgos de su carácter y personalidad, el cardenal Re recordó a Martínez Somalo como un "hombre pacífico por temperamento, bondadoso y acogedor, dotado de una aguda inteligencia para captar el núcleo de los problemas y de una gran capacidad para evaluar a las personas y los acontecimientos". Se "entregó mucho a la Iglesia y colaboró con siete pontífices romanos, a los que amaba y con los que siempre actuó en estrecha unión".

En su homilía, el decano del Colegio Cardenalicio hizo un recorrido por las principales etapas de la vida del cardenal, nacido en 1927 en la localidad española de Baños de Río Tobía, ordenado sacerdote en 1954 y trasladado unos meses después a Roma para asistir a la Pontificia Academia Eclesiástica. En 1956, Martínez Somalo entró en el "papel diplomático de la Santa Sede", comenzando su servicio en la Secretaría de Estado en la sección de lengua española -de la que llegó a ser jefe unos años más tarde- y trabajando al mismo tiempo como profesor de español en la misma Academia Eclesiástica.

A principios de 1970 fue nombrado consejero de la Delegación Apostólica en Gran Bretaña; pero -recordó el cardenal Re- su "alejamiento de Roma duró sólo unos meses, porque en octubre de ese año fue llamado de nuevo al Vaticano como asesor de la Secretaría de Estado", convirtiéndose así en colaborador directo del entonces sustituto, el arzobispo Giovanni Benelli. En 1975, Pablo VI lo nombró nuncio apostólico en Colombia, elevándolo a la dignidad de arzobispo. Había elegido como lema episcopal "Caritas et veritas": dos palabras -señaló el cardenal decano- que "le han guiado durante toda su vida y han dirigido su obra".

En mayo de 1979, Juan Pablo II "quiso que fuera su estrecho colaborador y lo nombró sustituto de la Secretaría de Estado, cargo que ocupó durante nueve años con gran sintonía de pensamiento y acción con el Papa, procurando llevar a cabo sus indicaciones y proyectos apostólicos". El cardenal Re recordó, en particular, que tras el atentado contra el papa Wojtyla el 13 de mayo de 1981, el sustituto Martínez Somalo de la oficina de la Secretaría de Estado "se dirigió inmediatamente al Hospital Gemelli y permaneció allí hasta que el Papa se despertó tras la larga operación". En los días siguientes "pasó una hora diaria con el Papa".

Durante el período en que fue sustituto "no aceptó otros compromisos para estar completamente a disposición del Santo Padre, con espíritu de servicio y con el deseo de estar cerca de él y de ayudarle". Pero en los años anteriores -subrayó el decano- también llevó a cabo "siempre y con entusiasmo un intenso ministerio pastoral, dedicándose de manera particular al mundo del sufrimiento y encontrando tiempo a pesar de sus pesados compromisos de oficina".

En 1988 fue nombrado prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y recibió la púrpura cardenalicia. Cuatro años más tarde fue nombrado jefe del Departamento de Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica.

El cardenal Re destacó la "gran confianza" que depositó en él Juan Pablo II, hasta el punto de que lo envió como representante en numerosos eventos eclesiales internacionales, y luego le confió el cargo de camarlengo de la Santa Iglesia Romana. Así, "desde el momento del fallecimiento del difunto Juan Pablo II y mientras duró la Sede vacante, desempeñó su delicada función con gran competencia y sabiduría", adhiriéndose fielmente a las disposiciones de la constitución apostólica Universi Dominici Gregis.

Sin embargo, a partir de los 85 años, "la energía que le caracterizaba empezó a decaer y ya no le permitía ni siquiera salir de casa". Pero "en su casa seguía los acontecimientos de la Iglesia con lucidez y participación", llevando "una vida regular y alegre, gracias a la atenta y válida asistencia de las Hermanas Misioneras de Jesús Sacerdote Eterno, que le prestaban un servicio verdaderamente grande y que asistían a su misa por la mañana y también rezaban con él largamente durante el día".

Asimismo, el cardenal decano aseguró que cuando lo visitaba, se admiraba de su serenidad, tranquilidad y abandono confiado en Dios. Al final de sus conversaciones, el purpurado repetía a menudo una jaculatoria: "Confío en Ti, Jesús, porque lo puedes todo; confío en Ti porque lo sabes todo; confío en Ti, Jesús, porque me amas a pesar de todo". Y subrayaba especialmente la expresión "a pesar de todo".

Hace unos tres meses, puntualizó el cardenal Re, "la situación clínica" empezó a empeorar, hasta el punto de que tuvo que ser hospitalizado durante unos diez días. Luego regresó a su casa en el Vaticano, donde recibió "toda la asistencia y los cuidados necesarios". El Papa Francisco "lo visitó y le llevó su consuelo y bendición hace una semana". Por su parte, el cardenal aceptó "su lenta pero inexorable decadencia con pleno abandono a la voluntad de Dios, sostenido y reanimado por la gran esperanza cristiana", expresando "palabras de gratitud a sus hermanas y a quienes generosamente hicieron lo posible por asistirlo".

El decano del Colegio Cardenalicio concluyó afirmando que el "testimonio de amor a Cristo" y el "arraigado sensus Ecclesiae" que deja el cardenal Martínez Somalo son "una herencia que hay que conservar". De ahí la esperanza de que "en el cielo Dios le conceda la alegría y la paz que se ha ganado con su alegre e incansable dedicación al servicio del Papa y de la Iglesia".+