Mons. Buenanueva: La Eucaristía alimenta, fortalece y anima
- 9 de junio, 2021
- San Francisco (Córdoba) (AICA)
El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, compartió sus reflexiones en torno a la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En su tradicional columna semanal en el periódico "La Voz de San Justo", el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, compartió sus reflexiones sobre la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
"La Eucaristía es el memorial del sacrificio pascual de Cristo. Cada vez que la celebramos, se actualiza y se hace presente la Pascua del Señor", afirmó en el comienzo de su mensaje, para luego centrarse en la liturgia dominical: "Los textos de este domingo destacan el misterio de la Sangre redentora: 'Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos' (Mc 14, 24). La sangre es símbolo de la vida. Y la sangre 'derramada', de la vida que se entrega, especialmente en el sacrificio supremo del martirio".
"El mundo anhela la comunión, mientras experimenta el poder destructor del odio, del resentimiento y de la violencia. La Sangre del Cordero, derramada para que seamos salvados, es esperanza de perdón, de reconciliación y de salvación para la humanidad", aseguró.
"En este tiempo de pandemia hemos visto cómo han salido más claramente a la luz las profundas consecuencias de la cultura de la muerte: desigualdad, pobreza, destrucción de la creación, enfermedad en los cuerpos y desesperanza en las almas", reconoció el obispo, a la vez que valoró: "Pero también hemos visto de qué manera, en lo más hondo de los corazones nobles, humildes y entregados, la potencia de la Sangre redentora de Jesús sigue obrando maravillas, sigue levantando al mundo, santificando los cuerpos y las almas".
"'Alimento de los caminantes'. Así llama a la Eucaristía un canto anónimo de la liturgia. El poema recoge la experiencia de los cristianos. Cada Eucaristía que se celebra, la más solemne y la más humilde, tiene una inigualable potencia de gracia, de bien y de salvación. Alimenta la vida, fortalece y anima al peregrino, especialmente cuando el camino se vuelve más empinado e incierto", consideró.
"¡Que no falte la Eucaristía en el deseo que nace del amor que cree, adora y espera! ¡Qué no dejemos morir el hambre y la sed de la Eucaristía en nosotros! ¡Qué nunca falte la Eucaristía en nuestras comunidades! ¡Qué no falten manos que multipliquen ese Pan vivo que es Jesucristo, el Señor!", anheló.
Finalmente, animó a rezar así: “Te saludamos y bendecimos, Sangre bendita y gloriosa del costado abierto de Cristo en la cruz sigues manando para salvación del mundo. Que nunca desertemos de la Eucaristía. Que siempre lavemos nuestras vidas en tu poder salvador y purificador. Amén".+