Francisco marca el camino a seguir por la Acción Católica italiana

  • 30 de abril, 2021
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
Al recibir a sus miembros en audiencia, el Papa señaló que la labor de la asociación laical debe tener como característica la gratuidad, la humildad y la mansedumbre.

El papa Francisco recibió en audiencia en el mediodía de este 30 de abril, a los miembros de la Acción Católica Italiana (ACI) con motivo de la 17ª Asamblea Nacional. Al saludarlos, el pontífice ofreció elementos de reflexión sobre las tareas que les competen, en un tiempo como el actual, a partir de las tres palabras que conforman su denominación.

Acción

El Evangelio -dijo el Papa- nos asegura que la acción pertenece al Señor: es Él quien tiene el derecho exclusivo de actuar, caminando "de incógnito" en la historia que habitamos. Sin embargo, “recordar esto no nos exime de responsabilidad, sino que nos devuelve a nuestra identidad de discípulos-misioneros”. Recordar que la acción pertenece al Señor, en cambio, “permite no perder nunca de vista que es el Espíritu la fuente de la misión: su presencia es la causa -y no el efecto- de la misión. Y, además, permite tener siempre presente que "nuestra capacidad viene de Dios", es decir, “que la historia está guiada por el amor del Señor y nosotros somos coprotagonistas”. Tanto es así que “acoger lo imprevisto, en lugar de ignorarlo o rechazarlo, significa permanecer dóciles al Espíritu y, sobre todo, fieles a la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo”. 

Hablando del Espíritu, que nos hace avanzar, y del Señor que actúa y nos acompaña, el papa Francisco advirtió sobre la “ilusión del funcionalismo”: los programas, los organigramas, son útiles, pero como punto de partida, como inspiración; lo que hace avanzar al Reino de Dios es la docilidad al Espíritu. "El Espíritu, nuestra docilidad y la presencia del Señor".

Es triste ver cómo muchas organizaciones han caído en la trampa de los organigramas: todo perfecto, todas las instituciones perfectas, todo el dinero necesario, todo perfecto... Pero dime: la fe, ¿dónde está? ¿Dónde está el Espíritu? "No, lo buscamos juntos, sí, según el organigrama que estamos haciendo". Cuidado con los funcionalismos. Cuidado con caer en la esclavitud de los organigramas, de las cosas perfectas ... El Evangelio es un desorden porque el Espíritu, cuando llega, hace tanto ruido que la acción de los apóstoles parece la acción de borrachos. Así decían: "¡Son borrachos!" La docilidad al Espíritu es revolucionaria, porque Jesucristo es revolucionario, porque la encarnación es revolucionaria, porque la resurrección es revolucionaria. Su envío debe ser también con esta característica revolucionaria.

Según el Santo Padre, la labor de la Acción Católica debe tener como características, ante todo, la gratuidad, pues “el impulso misionero no se sitúa en la lógica de la conquista sino en la del don”. Esa gratuidad pide dedicación a las comunidades locales, asumiendo la responsabilidad del anuncio, de la escucha y del entretejido de relaciones fraternas. Las segundas características señaladas por el Papa son “la humildad y la mansedumbre”, claves para vivir “en el servicio”, y no para “ocupar espacios”, sino “para iniciar procesos”.  Se trata, en este caso, de una presencia que “a menudo no hace ruido”, pero que es una presencia “fiel, generosa y responsable”, a la que la Iglesia está agradecida. 

Católica

La palabra "católica", que puede traducirse en “hacerse prójimo” y que “cualifica la identidad” de la Acción Católica Italiana, está para significar, como señaló el Papa en su discurso, “que la misión de la Iglesia no tiene fronteras”. Como Jesús, que alcanzó a sus discípulos “allí donde vivían y trabajaban” y “así como eran”, los miembros de la Acción Católica están llamados a hacerse cercanos y, “en el tiempo de la pandemia, que exigió y sigue exigiendo que aceptemos formas de distanciamiento, hizo aún más evidente el valor de la cercanía fraterna”. “La distancia -subraya el Papa- nunca puede convertirse en indiferencia”. En este sentido, los miembros de la ACI pueden “hacer mucho”, porque son una asociación de laicos.  El “peligro”, pone en guardia Francisco, “es la clericalización de la Acción Católica". Aunque si bien “todavía está muy extendida la tentación de pensar que la promoción del laicado -frente a tantas necesidades eclesiales- pasa por una mayor implicación de los laicos en las 'cosas de los curas'", con el riesgo de acabar “clericalizando a los laicos”, la laicidad “es riqueza para la catolicidad de la Iglesia”, y no es necesario “convertirse en algo distinto” de lo que se es “por el Bautismo”. 

En particular, dice el pontífice, “los laicos de Acción Católica pueden ayudar a la Iglesia y a la sociedad a repensar juntos qué tipo de humanidad queremos ser, qué tipo de tierra queremos habitar, qué tipo de mundo queremos construir”, y están llamados a “hacer una contribución original a la creación de una nueva ecología integral”.  Además, “el gran sufrimiento humano y social generado por la pandemia corre el riesgo de convertirse en una catástrofe educativa y una emergencia económica”, por eso el Santo Padre pide cultivar “una actitud sabia” como lo hizo Jesús, que "aprendió la obediencia por las cosas que padeció", lo que significa aprender “una forma de escucha elevada y exigente, capaz de permear la acción”. En este sentido, el Papa confía a la ACI sobre todo a los más afectados por la pandemia y a los que corren el riesgo de pagar el precio más alto, es decir, los pequeños, los jóvenes, los ancianos, los que han experimentado la fragilidad y la soledad. También les pide no perder nunca el carácter popular: “su experiencia asociativa es católica porque implica a chicos, jóvenes, adultos, ancianos, estudiantes, trabajadores: una experiencia de pueblo”.  "Y la catolicidad es la experiencia del Santo Pueblo fiel de Dios: "¡no perder nunca el carácter popular!", exhorta Francisco, en el sentido de ser pueblo fiel de Dios. 

Italiana

Por último, la ACI, siempre parte de la historia italiana, dice el Papa, “puede ayudar a la comunidad eclesial a ser fermento de diálogo en la sociedad”, en el estilo indicado por él mismo en el V Congreso de la Iglesia italiana de Florencia en 2015. Esto porque “una Iglesia del diálogo es una Iglesia sinodal, que escucha conjuntamente al Espíritu y la voz de Dios que nos llega a través del grito de los pobres y de la tierra”. Y el plan sinodal, puntualiza, “no es tanto un plan a programar y realizar, una decisión pastoral que tomar, sino sobre todo un estilo a encarnar”. Esto porque “la sinodalidad no es hacer parlamento” y “buscar una mayoría”: al contrario, “lo que hace que la discusión, el parlamento, la búsqueda de cosas se convierta en sinodalidad es la presencia del Espíritu", a saber, "la oración, el silencio, el discernimiento de todo lo que compartimos". "No puede haber sinodalidad sin el Espíritu, y no hay Espíritu sin oración”. La asociación, en este sentido “constituye un ‘gimnasio’ de la sinodalidad, una actitud que puede “seguir siendo un recurso importante para la Iglesia italiana, que se interroga sobre cómo madurar este estilo en todos sus niveles”. 

La contribución “más valiosa” de la ACI, concluye el Papa, puede venir de sus laicos, que son “un antídoto contra la autorreferencialidad”, pues “cuando no se vive la verdadera laicidad en la Iglesia se cae en la autorreferencialidad”.  “Hacer sínodo no es mirarse en el espejo, ni siquiera mirar a la diócesis o a la Conferencia Episcopal. Es “caminar juntos detrás del Señor y hacia la gente, bajo la guía del Espíritu Santo”. Además, la laicidad es también un “antídoto contra la abstracción”, puesto que “un recorrido sinodal debe conducir a la toma de decisiones” que, “para ser factibles, deben partir de la realidad” y no “de las tres o cuatro ideas que están de moda o que han salido en la discusión”. Esto a fin de “incidir en ella, hacerla crecer en la línea del Espíritu Santo y transformarla según el proyecto del Reino de Dios”.

Deseando, finalmente, buen trabajo a la Asamblea de la Asociación, Francisco expresó su esperanza de que la misma “pueda contribuir a hacer madurar la conciencia de que, en la Iglesia, la voz de los laicos no debe ser escuchada ‘por concesión’”, sino “por convicción” y “por derecho”, tal como la de los obispos y sacerdotes, porque todo el pueblo de Dios es infalible in credendo.+