Mons. Fernández: "Quien confía realmente en su misericordia no tiene nada que temer"

  • 12 de abril, 2021
  • La Plata (Buenos Aires) (AICA)
"Esta fiesta invita a dar ese salto de la fe hacia otra dimensión, hacia otro mundo en medio de los límites de esta tierra", destacó el arzobispo de La Plata en relación con la Divina Misericordia.

El arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Manuel Fernández, celebró en el segundo domingo de Pascua la fiesta de la Divina Misericordia en la catededral platense, que fue transmitida en vivo por streaming.

En la homilía, monseñor Fernández recordó que “hoy se cierra la Octava de Pascua, que son los 8 días más importantes del año, la gran fiesta de la Resurrección. Si todavía no hemos vivido el gozo y la esperanza de la resurrección pidamos el don de vivirlo hoy”.

Asimismo, explicó que “en este domingo hace pocos años se estableció la celebración de la Divina Misericordia”, en la que  “Cristo se nos aparece derramando con sus manos rayos de colores que simbolizan los regalos de su misericordia. De ese modo nos queda claro que Cristo ha resucitado para nosotros, para derramar en cada uno de ustedes su amor y su vida nueva”.

“Esta celebración fue establecida por san Juan Pablo II inspirado en las visiones de Sor Faustina”, señaló, y agregó: “A ella Cristo le había manifestado que quien confiara realmente en su misericordia no tiene nada que temer, su vida terminará bien y se salvará. Decía que tu confianza es el recipiente del agua de la misericordia, es agua que se derrama de acuerdo a cómo tengas el corazón abierto, y eso depende de la confianza que tengas en Él”.

“El problema es que normalmente nosotros confiamos en otras cosas mucho más que en su misericordia. Por eso hoy tenemos que contemplar al Resucitado de esa manera: envolviéndonos con su luz y su amor, para darle sentido a todo lo que nos toque vivir”.

El arzobispo platense reflexionó: “Contemplar su misericordia no es sólo confiar en su perdón, saber que comprende mis debilidades, que me perdona setenta veces siete, que borrará mi culpa cada vez que se lo pida con arrepentimiento. No. Es todavía más que eso”.

“Es aprender a mirar la propia vida y todo lo que nos pasa a la luz de la misericordia del Señor, es aprender a sumergirse en ese mar de misericordia, y entonces caminar en medio de nuestros problemas de otra manera. Es reconocer los signos de su misericordia en toda tu vida, en el pasado y en el presente, tantos signos que muchas veces no reconocemos porque estamos distraídos en nuestros lamentos”, aseguró.

Monseñor Fernández manifestó que “si mirás tu vida a la luz de tu misericordia infinita reconocerás cuántas veces el Señor te ha sostenido y cuántas veces te sostendrá cuando descubrís que este mundo no te puede salvar”, recordando al mismo tiempo que “nuestro problema es que no miramos la vida a la luz de esta misericordia sino a la luz de nuestras insatisfacciones, estamos mirando siempre lo que nos falta, lo que la vida nos niega, y entonces no nos sentimos rodeados por la divina Misericordia sino por la negrura de este mundo limitado”.

“Y a lo largo de tu existencia, en distintos momentos, te vas alejando de la divina Misericordia y te vas aferrando a otras cosas que no te dan más alegría, sino más incapacidad de vivir”, advirtió, y brindó varios ejemplos muy significativos acerca de este proceso negativo.

Monseñor Fernández afirmó que “sin duda, quienes han vivido el tiempo de cuarentena envueltos en la luz de la misericordia, han sabido vivir la vida de otra manera”, pero “quienes sólo se han dejado llevar por la ira debido a lo que no tenían o a lo que no podían hacer, se fueron de la luz de la misericordia y eligieron sentirse sólo víctimas de la fatalidad”.

Sin embargo, señaló que “por supuesto que la misericordia de Dios que envuelve tu vida con su luz no te priva de soñar, pero es un soñar lleno de gratitud y de paz, no una ansiedad llena de lamentos”.

“No me resigno ante este mundo como lo construimos nosotros, sintiéndonos dioses, embelesados con los avances tecnológicos que nos dan poder, dominadores. Yo sueño un mundo distinto, como el que está en el corazón misericordioso del Señor, un mundo que se parezca más al que sueña él en su misericordia, porque al ser humano no lo sanan ni lo hacen pleno las cosas que lo hacen sentir poderoso, sino entregarse totalmente y lleno de confianza en un Amor que lo supera y que le da sentido a su vida”.

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