Francisco en el miércoles de Ceniza: Abajarnos para "besar las llagas abiertas" del Señor
- 17 de febrero, 2021
- Ciudad del Vaticano (AICA)
Al celebrar la misa del miércoles de Ceniza en la basílica de San Pedro, el papa Francisco dio inicio al tiempo de Cuaresma y lo definió como un "éxodo de la esclavitud a la libertad".
El papa Francisco inició el tiempo de Cuaresma con la misa del miércoles de Ceniza, celebrada en la basílica de San Pedro. Allí convocó a la comunidad a “bajar la cabeza” y “besar las llagas abiertas del Señor”, para transitar el camino hacia la salvación.
“Hoy bajamos la cabeza para recibir las cenizas. Cuando acabe la Cuaresma nos inclinaremos aún más para lavar los pies de los hermanos. La Cuaresma es un abajamiento humilde en nuestro interior y hacia los demás. Volvamos hoy al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”, dijo el Pontífice durante la celebración con imposición de cenizas.
Tomando las palabras del profeta Joel, “Vuélvanse a mí de todo corazón”, manifestó que “en la vida tendremos siempre cosas que hacer y tendremos excusas para dar, pero hoy es tiempo de regresar a Dios”.
El primer paso para este camino “de regreso al Padre” -indicó-, es acudir al sacramento de la confesión: “Como en la parábola, mirando a este hijo, comprendemos que también para nosotros es tiempo de volver al Padre. Es el perdón del Padre el que vuelve a ponernos en pie”. De ese modo, y “como el leproso sanado”, animó a presentarse ante el Señor: “Presentarle nuestras heridas y decirle: ‘Jesús, estoy aquí ante Ti, con mi pecado, con mis miserias. Tú eres el médico, Tú puedes liberarme. Sana mi corazón’”.
Haciendo referencia al rito de las cenizas, dijo que este signo “nos recuerda que somos polvo y al polvo volveremos”. El Espíritu Santo, “es el fuego que hace resurgir nuestras cenizas. Redescubramos el fuego de la alabanza, que hace arder las cenizas del lamento y la resignación”.
Francisco dijo que la Cuaresma “es entender que la salvación no es una escalada hacia la gloria, sino un abajamiento por amor. Es hacerse pequeños”. Y animó a “no perder la dirección en este camino: pongámonos ante la cruz de Jesús, ante la cátedra silenciosa de Dios”. Pues “mirando cada día sus llagas, reconoceremos nuestro vacío, nuestras faltas, las heridas del pecado, los golpes que nos han hecho daño. Ante esa Cruz, vemos ‘que Dios no nos señala con el dedo’: abre sus brazos de par en par”.
Finalmente llamó a los católicos a “besar las llagas abiertas” del Señor: “Besémoslas y entenderemos que justamente ahí, en los vacíos más dolorosos de la vida, Dios nos espera con su misericordia infinita. Porque allí donde somos más vulnerables, donde más nos avergonzamos, Él viene a nuestro encuentro. Y ahora que Él vino a nuestro encuentro, nos invita a regresar a Él, para volver a encontrar la alegría de ser amados”.+