Mons. Scheinig llamó a la fraternidad y a caminar con los pobres
- 18 de noviembre, 2020
- Luján (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió la Eucaristía en la IV Jornada Mundial de los Pobres.
En el XXXIII domingo del tiempo durante el año, y en el marco de la Jornada Mundial de los Pobres, el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió la misa en la basílica y santuario nacional de Nuestra Señora de Luján.
En su homilía, el prelado recordó que en su última encíclica, “Fratelli tutti”, el papa Francisco “nos invita a soñar con un mundo más fraterno. Un sueño que nos merecemos soñar. Un mundo más fraterno es un mundo más humano”.
“Invitándonos a pensar en la fraternidad, el Papa nos dice: ‘Si nos cerramos, no hay fraternidad’. Para que haya fraternidad, necesitamos abrirnos. Y si estamos pensando en una fraternidad universal, no una fraternidad entre amigos, si estamos pensando en un mundo que tiene -para ser más humano-, ser más fraterno, necesitamos pensar una fraternidad muy grande, muy abierta, más allá de los límites que nosotros nos imponemos”.
“Uno podría pensar cuáles son las cosas que nos encierran y nos impiden la fraternidad. En el primer capítulo, el Papa ensaya algunas -porque los análisis de la realidad siempre son escasos y en pocas páginas no se puede pretender mucho-, dice algunas cosas que son significativas”.
“El mundo se va cerrando porque crece la desesperanza, nos vamos desesperanzando. El mundo se va cerrando porque hay una fuerte polarización entre los pequeños grupos, en los países, en el mundo, se rompe el diálogo, no hay puentes, no hay cultura del encuentro. El mundo se cierra porque no ve al otro como una persona, lo descarta, lo sacrifica. El mundo se va cerrando porque hay mucha desigualdad y esa desigualdad llevó a nuevas esclavitudes. El mundo se cierra porque la ética social se deteriora y porque los valores espirituales también se van debilitando”.
“Nosotros los cristianos, los que creemos en Jesús, tenemos que pujar, como si fuera un parto, la fraternidad. Tenemos que pujar, para que se rompa esa cerrazón. Sino no hay parto, no hay alumbramiento de nueva fraternidad. Tenemos que pujar, hacer fuerza, para abrirnos al otro, a los otros”.
En referencia al Evangelio, señaló que “nos da una pista” para abrirnos, no cerrarnos. La parábola de los talentos es una comparación. “En la parábola la comparación es un hombre que tiene muchas posesiones, pero las da, las reparte a los que considera administradores de acuerdo con sus capacidades, a uno diez, cinco, dos, no importa la cantidad, de acuerdo a cada uno”.
“Entonces cuando vuelve, los primeros multiplicaron los bienes, los talentos. El Señor les dice, ‘Vengan, participen de la fiesta’”. “Y el último tiene miedo, porque sabe que el dueño es exigente, entonces guarda el talento, no lo multiplica. A ese se lo retira. Su miedo lo encerró, su futuro, su destino, es una soledad enorme, un encierro enorme, la soledad infinita”.
"Con esta parábola Jesús nos está diciendo: ‘En este tiempo de la historia, todos recibimos dones de parte de Dios, todos’. El último tiene miedo porque sabe que es exigente, pero fíjense qué interesante. El miedo no le permite ver el don, se queda en la exigencia, pero no puede ver el don, no puede ver las propias capacidades, deja de crecer, se encierra”.
“¿Cuál es la razón que nos da Jesús en el Evangelio para abrirnos? Que Dios nos ha regalado dones, y que todo lo que tenemos es un regalo de Dios, un don de Dios, y a nosotros nos corresponde administrarlo bien”.
“La vida, los vínculos, la familia, el trabajo, lo mucho, lo poco, todo lo que tenemos es un regalo, y como es un regalo, como no somos dueños, como somos administradores de todo, incluso de la propia vida -porque si alguien se cree dueño de su vida, sabe que es por poco tiempo-, y como todo es un regalo, si lo vivimos y lo sabemos vivir como regalo, lejos de encerrarlo, apostamos, arriesgamos, compartimos, nos abrimos”.
“El Señor hoy es el primero que puja para generar algo nuevo. ¿Y qué razón nos da? No te aflijas, tenés un don, sos un don, tu vida es un don, vos sos un talento, animate, arriesgá, no te cierres, no te encierres”.
“En el momento en el que uno puede percibir por gracia de Dios que uno y lo que tiene es un don, es un regalo, un regalo que no le pertenece, algo adentro lo anima a animarse”.
Finalmente, hizo hincapié en la primera lectura, que habla de una ama de casa, “que es una buena hacedora de trigo y que hace la lana, abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente, lo que el Papa nos propone hoy como lema de esta Jornada Mundial de los Pobres”, señaló.
“Y cuando leía este texto pensaba en María la Virgen, en la Virgencita de Luján. Estamos en su casa. No podía dejar de ver a la Virgen, una mujer pequeña, humilde, pobre, que se dejó llenar del don de Dios, y lo dio, lo entregó y así explotó la multiplicación de lo que María llevó en su vientre”.
“Queridas hermanas, queridos hermanos. Es un tiempo intenso de la historia, en el que estamos con tantas exigencias y algunos con muchísima carga a cuestas. No son tiempos fáciles y para algunos son tiempos muy difíciles, de mucha angustia. Pero hoy la Palabra nos invita a descubrirnos como dones y a ser capaces de compartir lo que somos y lo que tenemos. Y muy especialmente a la Iglesia se nos invita a compartir los dones con los más pobres, los más necesitados. Todos los dones, todo lo que tenemos, porque tenemos los dones espirituales, los dones materiales, todos los dones”.
En ese sentido, llamó a hacer un camino como Iglesia “con los pobres”, y aclaró: “no es para ni desde, es ‘con’”. Los pobres, afirmó, “son la Iglesia y son una parte privilegiada de la Iglesia porque el Señor los puso ahí, el Señor se identificó con los más pobres, Jesucristo puso a los pobres en el centro de la Iglesia. No es una opción sociológica, es una opción del Señor y nosotros no tenemos otro camino que el camino del Señor”.+