El Papa impuso el palio al Patriarca Latino de Jerusalén
- 28 de octubre, 2020
- Ciudad del Vaticano (AICA)
Francisco impuso el palio a Su Beatitud Pierbattista Pizzaballa. La ceremonia -simple y sobria- tuvo lugar en la capilla de la Casa Santa Marta.
En una ceremonia simple y sobria pero profundamente simbólica, el papa Francisco impuso el palio arzobispal al patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa OFM, en la capilla de la Casa Santa Marta.
Durante la ceremonia, que tuvo lugar el miércoles 28 de octubre, justo antes de la audiencia general, el pontífice recitó el “Pater noster” junto con el nuevo Patriarca y luego confió su misión, a la Madre de Dios, con el Ave María.
Estuvieron presentes el padre Flavio Pace, subsecretario de la Congregación para las Iglesias Orientales, y, entre otros, algunos representantes del patriarcado latino de Jerusalén y de la Orden de los Frailes Menores, a la que pertenece monseñor Pizzaballa, informó VaticanNews.
Volver a Jerusalén, como los discípulos de Emaús
“El palio, que marcará, en los momentos más solemnes, mi nuevo ministerio entre ustedes -dijo el patriarca en su primer saludo a la gente de su diócesis- nos recuerda que hemos elegido en el bautismo tomar sobre nosotros el yugo de Cristo, el peso y la gloria de la cruz, que es el amor dado hasta la muerte y más allá”.
“Hace cuatro años, al final de mi mandato como custodio de Tierra Santa, el Santo Padre quiso nombrarme administrador apostólico del patriarcado latino de Jerusalén”, recuerda en su carta a sus fieles.
“Entonces -confiesa- quise interpretar este nombramiento, que todavía no deja de sorprenderme y turbarme, a la luz del verbo 'volver': como los discípulos de Emaús, yo también me sentí invitado a volver a Jerusalén para reanudar el viaje, encontrar la comunidad, intensificar mi compromiso”.
«Y cuando pensaba que mi mandato en Jerusalén había terminado -continúa explicando- recibí una nueva invitación del papa Francisco que quiere que sea patriarca. Así que esta vez me pidieron que me “quedara”. Es el verbo de la paciencia madura, de la espera vigilante, de la fidelidad cotidiana y seria, no sentimental y transitoria. Es ante todo la invitación del Señor a sus apóstoles antes de la Ascensión: a ellos, todavía desorientados y perplejos, tentados de ir por su propio camino, o de resolver todo e inmediatamente, de forzar casi los tiempos de Dios, Jesús les dice: “Quédense en la ciudad, hasta que sean revestidos del poder de lo alto”. Y por lo tanto yo también permanezco para caminar entre ustedes y con ustedes, en la fe y la esperanza».
“Estamos afligidos -vuelve a plantear el patriarca- por viejos y nuevos problemas: una política miope, incapaz de visión y coraje, una vida social cada vez más fragmentada y dividida, una economía que nos empobrece cada vez más, y finalmente esta pandemia, con la imposición de ritmos lentos y contrarios a la vida a la que estábamos acostumbrados”.
Pero añade: “Pienso también en nuestras escuelas cada vez en mayor dificultad, en nuestras comunidades eclesiales a veces tan frágiles y, en definitiva, en tantos problemas dentro y fuera de nosotros, que ya conocemos. Todo esto, sin embargo, nos está enseñando dolorosamente, pero espero, efectivamente, que los pasos y ritmos del hombre deben ser otros, si quiere salvarse a sí mismo y al mundo”. +