El Papa: sueño con una Europa, solidaria y amiga del pueblo
- 27 de octubre, 2020
- Ciudad del Vaticano (AICA)
En una carta con motivo de los 50 años de colaboración entre la Santa Sede e instituciones europeas, Francisco traza la historia y valores del continente.
“No puede haber auténtica Europa sin los pilares sobre los que se diseñó desde la primera intuición, es decir, un espacio de pueblos unidos por la solidaridad, después habiendo sido un trágico tablero de ajedrez de guerra y muros”, escribe el Santo Padre al cardenal Pietro Parolin es una especie de carta abierta al Viejo Continente, en la que su visión -ideal y al mismo tiempo anclada en el realismo de la era del virus- se injerta en los sueños de dos predecesores ilustres diferentes, Robert Schuman, uno de los padres fundadores de Europa, y San Juan Pablo II, que defendió enérgicamente sus raíces cristianas.
La ocasión que inspira a Francisco en su extensa carta es un entrelazamiento de aniversarios y actos de celebración relacionados que involucrarán al Secretario de Estado, desde los 50 años de colaboración entre la Santa Sede e instituciones europeas, hasta los 40 años del nacimiento de Comece, la Comisión. de los Episcopados de las Comunidades Europeas.
Dos recurrencias insertadas en el marco más amplio de los 70 años desde la Declaración Schuman, con los que Europa dio la espalda a las divisiones de la guerra. Y son precisamente las divisiones que son posibles hoy, en una coyuntura histórica que en cambio exige compacidad, las que empujan al Papa a repetir un concepto profundamente sentido. “La pandemia - escribe, es como un hito que nos obliga a tomar una decisión: o avanzamos por el camino recorrido en la última década, animados por la tentación de la autonomía, enfrentando crecientes malentendidos, conflictos y conflictos; o redescubrimos ese “camino de la fraternidad”.
“Europa encuéntrate a ti mismo”
Precisamente la crisis del Covid, observa Francisco, “puso de relieve todo esto: la tentación de ir solo, buscando soluciones unilaterales a un problema que trasciende las fronteras de los Estados”, mientras que desde sus orígenes la Europa de la posguerra “nació de la conciencia. que juntos y unidos somos más fuertes, que -como dice la Evangelii gaudium- 'la unidad es superior al conflicto' y que la solidaridad puede ser 'un estilo de construcción de la historia' “. En el corazón de Francisco resuena el eco de lo que san Juan Pablo II exclamó el 9 de noviembre de 1982 desde Santiago de Compostela, al final de su peregrinaje a España.
Raíces profundas
Ese famoso “Europa redescubre a ti mismo, sé tú mismo” es reinterpretado por Francisco con similar energía y luego, escribe, a Europa “Me gustaría decir: tú, que has sido una fragua de ideales a lo largo de los siglos y ahora pareces perder el impulso, detente, no mires tu pasado como un álbum de recuerdos”, ya que “con el tiempo, hasta los recuerdos más hermosos se desvanecen y terminas sin recordar más “. Encontrarse a sí misma equivale, afirma, a redescubrir “ideales que tienen raíces profundas”.
Para el Papa, significa “no tener miedo” de la propia “historia milenaria, que es una ventana al futuro más que al pasado”. Y, por tanto, no teman la “necesidad de la verdad” estimulada por las preguntas del pensamiento griego antiguo, la “necesidad de justicia” desarrollada por el derecho romano, la “necesidad de la eternidad, enriquecida por el encuentro con la tradición judeocristiana”.
Europa, una familia
De estos valores, Francesco saca a relucir sus cuatro visiones. “Así que sueño, el primero en enfatizarlo, una Europa amigable con la persona y con la gente. Una tierra donde se respete la dignidad de todos, donde la persona sea un valor en sí misma y no el objeto de un cálculo económico o una mercancía “.
Una Europa con esta sensibilidad es, por tanto, para el Papa, una tierra que “protege la vida”, el trabajo, la educación, la cultura, que sabe proteger “a los más frágiles y débiles, especialmente a los ancianos, a los enfermos que necesitan cuidados costosos y los discapacitados “.
Y como consecuencia natural en cierto modo esta primera visión lleva a la segunda, que hace decir a Francisco: “Sueño con una Europa que sea familia y comunidad”, es decir, una “familia de pueblos” capaz de “vivir en unidad, atesorando las diferencias, empezando por la diferencia fundamental entre hombre y mujer”.
Y aquí Francisco resume el sueño hablando de una “comunidad europea”, solidaria y fraterna, lo contrario de una tierra de colocados en “realidades solitarias e independientes”, que fácilmente se encontrarán “incapaces de afrontar los retos del futuro”.
Europa que abre su mirada y sus puertas
El tercer sueño del Papa es el de “una Europa solidaria y generosa”, un “lugar acogedor y hospitalario, en el que la caridad, que es la suprema virtud cristiana, supere todas las formas de indiferencia y egoísmo”. Y como, señala, “ser solidario implica estar cerca”, esto “para Europa significa particularmente estar disponible, cercano y dispuesto a apoyar, a través de la cooperación internacional, a los demás continentes, creo - dice el Papa - especialmente de África”, ayudó a sanar los numerosos conflictos que la desgarran.
También insta a los migrantes, no solo atendidos en necesidades inmediatas sino acompañados en el camino de la integración. En definitiva, insiste Francisco, “una Europa que es una 'comunidad solidaria'“, la única capaz de “afrontar este desafío de forma rentable, mientras que -recalca- toda solución parcial ya ha demostrado su insuficiencia”.
Más allá del confesionalismo y el secularismo
Y luego el cuarto sueño, que el Papa expresa así: “Una Europa secular sana, en la que Dios y César son distintos, pero no opuestos”. Lo que para Francisco significa una tierra “abierta a la trascendencia, en la que los creyentes son libres de profesar públicamente la fe y proponer su propio punto de vista en la sociedad”.
Una Europa para la que, el Papa reconoce que “se acabaron los tiempos del confesionalismo, pero ojalá -es su deseo- también el de un cierto laicismo que cierre las puertas a los demás y sobre todo a Dios, ya que es evidente que una cultura o un sistema político que no respeta la apertura a la trascendencia no respeta adecuadamente a la persona humana “.
Las últimas consideraciones son para la “gran responsabilidad” de los cristianos de animar el cambio en todos los ámbitos “en los que viven y trabajan” y para la encomienda de la “querida Europa” a sus santos patronos, Benito, Cirilo y Metodio, Brígida, Catalina, Teresa Benedicto de la Cruz. En la “certeza -que cultiva Francisco- de que Europa aún tiene mucho que dar al mundo”.+