Mons. Buenanueva animó a dejarnos interpelar por Jesús y su Evangelio
- 17 de junio, 2020
- San Francisco (Córdoba) (AICA)
El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, compartió sus reflexiones sobre el Evangelio correspondiente a la solemnidad de Corpus Christi
En una nueva entrega de sus reflexiones sobre el Evangelio, el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, se centró en el pasaje que acompaña la solemnidad de Corpus Christi.
A partir de la pregunta “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”, presente en el Evangelio de San Juan, el obispo destacó: “Esa pregunta no se refiere a la Eucaristía. Se refiere a Jesús. A su misión. A su pretensión. Ya lo hemos señalado en esta columna: su pretensión es insoportable. Nos pone ante el dilema de decidir la vida ante Él y desde Él. ¿Quién puede exigir tamaña decisión a un ser humano libre?”, planteó.
“Por eso, esta discusión que se suscita entre sus interlocutores, no nos es extraña. También nosotros sentimos la mordiente de esa pregunta. Puede que esté acallada, como tantas cosas que incomodan. Puede también que no hayamos caminado lo suficiente nuestra fe como para que esa inquietud emerja. Tarde o temprano lo hará. Puede incluso que nos hayamos vuelto impermeables a toda inquietud espiritual. También si ‘practicamos’ la religión. Es tal vez la situación más peligrosa”, advirtió.
“Es bueno, entonces, que esta pregunta salga a la luz. Porque la fe es respuesta libre a una propuesta igualmente libre. La libertad es el oxígeno en el que vive la fe. Dios nos sale al encuentro, nos tiende la mano y nos interpela. Y queda a la espera”, aseguró.
“Eso es lo que experimentaron aquellos hombres y mujeres que, en Cafarnaúm, escucharon a Jesús decir cosas inauditas: ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo’”, recordó.
“En el evangelio de San Juan, la palabra ‘carne’ se usa para subrayar la fragilidad y vulnerabilidad del hombre. ‘Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros…’, enuncia tajante el prólogo del Evangelio. Mientras nosotros huimos de nuestra fragilidad, Dios la mira de frente, la hace suya y, de esta manera, la sana, la redime y la libera”, afirmó.
“En la experiencia cristiana, a Dios se lo encuentra prevalentemente en la fragilidad humana. Dios es Palabra que se vuelve audible en un Libro escrito por hombres. Dios se hace niño, hijo y hermano. Se vuelve predicador itinerante que no tiene donde recostar su cabeza y, así, va dejando parábolas de alegría, vida y perdón. Un amigo que se sienta a la mesa, quedando expuesto a la traición y el abandono. Será el crucificado que perdona y que, en un suceso tan luminoso como inexplicable, deja vacía su propia tumba”, enumeró.
“Será finalmente pan y vino sobre una mesa que es también altar. Y, en torno a esa mesa-altar, una comunidad se reúne canta y suplica. Y, en ese alimento compartido, encuentra su fuerza para vivir y servir”, destacó.
“Eso sí: la Eucaristía libera toda su fuerza si nos dejamos interpelar por Jesús y su Evangelio. Puede que la incertidumbre de esta cuarentena nos haya llevado a ese saludable lugar. Si esto ha ocurrido, volveremos a nuestras Misas no para una rutina, sino para un encuentro: ‘El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él’”, concluyó.+