Mons. Torres: "La alegría en la esperanza no se puede perder"

  • 21 de mayo, 2020
  • Córdoba (AICA)
El obispo auxiliar de Córdoba, monseñor Pedro Torres, consideró que la invitación del apóstol Pablo a la alegría en la esperanza "resuena fuerte" en tiempos de pandemia e incertidumbre sanitaria.

El obispo auxiliar de Córdoba, monseñor Pedro Torres, consideró que la invitación del apóstol Pablo a la alegría en la esperanza “resuena fuerte en tiempos de pandemia, de incertidumbres sanitaria, económica y social, en tiempos de experiencia globalizada de la fragilidad del hombre”.

“No podemos perder la alegría porque somos amados con un amor más fuerte que la muerte; porque no estamos solos, aunque el aislamiento preventivo nos haya sumergido en nuevas experiencias de soledad y el contagioso coronavirus haga temer la muerte en soledad”, sostuvo en un artículo publicado en el diario La Voz.

“Podemos estar alegres porque desde la Pascua los cristianos sabemos que el dolor también es oportunidad, es escuela de sentido y se transforma en alabanza al amor y a la vida que triunfan. De hecho, la profética carta Laudato si’, que nos invita al cuidado de la casa común, es también invitación a la alabanza y al reconocimiento de la belleza, como lo vivió San Francisco de Asís”, agregó.

Texto del artículo
Pablo de Tarso nos exhorta con frecuencia a la alegría; tal vez el texto más conocido es el de su Carta a los Filipenses: “Alégrense siempre en el Señor; insisto: alégrense, el Señor está cerca”. Notable invitación, si tenemos en cuenta que lo escribió cuando estaba prisionero, sufriendo las incertidumbres de un proceso injusto que le implicaba innumerables situaciones de dolor.

Esta invitación resuena fuerte en tiempos de pandemia, de incertidumbres sanitaria, económica y social, en tiempos de experiencia globalizada de la fragilidad del hombre. Sin embargo, no podemos perder la alegría porque somos amados con un amor más fuerte que la muerte; porque no estamos solos, aunque el aislamiento preventivo nos haya sumergido en nuevas experiencias de soledad y el contagioso coronavirus haga temer la muerte en soledad.

Podemos estar alegres porque desde la Pascua los cristianos sabemos que el dolor también es oportunidad, es escuela de sentido y se transforma en alabanza al amor y a la vida que triunfan. De hecho, la profética carta Laudato si’, que nos invita al cuidado de la casa común, es también invitación a la alabanza y al reconocimiento de la belleza, como lo vivió San Francisco de Asís.

Dios no nos quiere felices sólo por un rato sino para siempre, y hay que aprender a ser felices desde las cosas simples, esenciales, cercanas, posibles, haciéndonos cargo de esta casa que Dios nos confió. Podemos estar alegres porque en el dolor nos hemos reconocido hermanados con todas las culturas de la Tierra y surge una nueva esperanza, junto con el desafío de fraternidad y solidaridad universales.

Podemos estar alegres porque hemos redescubierto que es más mortal matar que morir. Se mueren mucho más quienes matan que quienes caen muertos. Por eso el pánico al triage o triaje (término francés que se emplea en medicina para clasificar a los pacientes según la urgencia de la atención, para una mejor administración de los escasos recursos en salud en momentos de crisis) que experimentan los profesionales de la salud y los políticos, y que revela como en negativo el profundo sentido de la dignidad de toda vida y lo sano de la enseñanza del “no matarás”.

Podemos estar alegres porque la misericordia de Dios sana hasta estas locuras de muerte, de indiferencia y de egoísmo que nos enferman. Renovemos, entonces, desde las raíces nuestra alegría.
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