"El Señor tiene una sabiduría extraordinaria y nos habla de algo muy concreto: la riqueza, que no es mala en sí misma, lo malo es cuando guarda para sí, interesada y egoístamente todos sus beneficios. Esto es lo delicado", expresó el obispo de Avellaneda-Lanús, Mons. Rubén Oscar Frassia, al comentar el Evangelio del 18° domingo del tiempo ordenario.
"El Señor tiene una sabiduría extraordinaria y nos habla de algo muy concreto: la riqueza. La riqueza no es mala en sí misma, lo malo es cuando esa riqueza guarda para sí, egoísta e interesadamente, todos sus beneficios. Esto es lo delicado", expresó el obispo de Avellaneda-Lanús,
monseñor Rubén Oscar Frassia, al comentar el Evangelio del 18° domingo del tiempo ordenario.
"Uno tiene que saber -prosiguió- que los bienes que adquiere, que desarrolla o que cultiva, son también para el servicio, para el desarrollo, para dar trabajo y también para producir el bien a los demás. ¿Por qué? Porque los bienes de la tierra tienen un destino universal, no solamente para algunos beneficiados por distintas razones; las cosas que se nos han dado tenemos que transmitirlas y volcarlas en servicio".
"Hay un momento en el que uno puede pensar: "sí, pongo el corazón en las riquezas porque las riquezas pueden resolver muchas cosas. Pero la riqueza nunca resuelve las cosas del corazón, nunca, porque sería una indebida sustitución; parecería que el que tiene riquezas ya no tiene problemas, pero es falsa esta conclusión. No es así.
"El tema -señaló monseñor Frassia- está en cómo uno vive la vida, qué calidad de vida uno tiene, cómo la desarrolla, cómo la cultiva, cómo la transmite y comunica a los demás. Hay gente que se queda atrapada en esa avaricia, en esa codicia, y no se da cuenta de que en algún momento tendrá que rendir cuentas. Porque nadie es patrón de su vida, todos somos administradores de nuestra vida. En nuestra vida tenemos que administrar, rendir cuentas de todo lo que hemos recibido y poseído", concluyó monseñor Frasssia.+