Una comunidad religiosa fuera de lo común: contemplativas y con Síndrome de Down
- 2 de agosto, 2019
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Le Blanc (Francia)
Inspiradas en san Benito y santa Teresita del Niño Jesús, la Comunidad de Pequeñas Hermanas Discípulas del Cordero de la localidad francesa de Le Blanc, tiene la particularidad de ser la primera congregación que cuenta, en su mayoría, con religiosas con Síndrome de Down. "Nuestra comunidad quiere, con el simple testimonio de nuestra vida consagrada a Dios, reafirmar el carácter sagrado de la vida y de la persona humana", expresan las religiosas.
Inspiradas en san Benito y santa Teresita del Niño Jesús, la Comunidad de Pequeñas Hermanas Discípulas del Cordero de la localidad francesa de Le Blanc, tiene la particularidad de ser la primera congregación que cuenta, en su mayoría, con religiosas con Síndrome de Down.
"En un momento en que la sociedad, sin puntos de referencia, ya no parece encontrar un sentido en la vida ni darle valor, nuestra comunidad quiere, con el simple testimonio de nuestra vida consagrada a Dios, reafirmar el carácter sagrado de la vida y de la persona humana", pregonan las religiosas.
La historia de esta comunidad, caracterizada por la vivencia de la alegría, ha sido dada a conocer por Vatican News, que publicó un reportaje de Cyprien Viet; una historia que nació en los años ochenta gracias a una amistad entre Line, hoy la Madre Line, superiora de la comunidad, quien por entonces sentía el llamado de Dios por vivir su vocación en el servicio de los más pequeños, y Véronique, una chica con Síndrome de Down que quería hacerse religiosa, pero no encontraba un lugar para vivir su consagración a Dios, ya que era rechazada por las comunidades, puesto que el derecho canónico no prevé la admisión de personas con discapacidad.
"Visité varias comunidades que acogían a personas con discapacidad, pero descubrí que estas personas no podían encontrar su lugar en estas comunidades porque no eran adecuadas para ellas. Y fue el encuentro con la joven Véronique, una niña con síndrome de Down, la que nos inspiró para un nuevo comienzo. Me prometí a mí misma ayudarla para cumplir su vocación", narró la Madre Superiora.
Así ambas comenzaron un proceso para fundar una nueva comunidad que sí permitiera el ingreso de personas con discapacidad. Este inicio fue en el año 1985 en un pequeño departamento. Más adelante, se unió otra joven con Síndrome de Down y en 1990 pidieron poder ser reconocidas, primero como asociación pública de fieles laicos al entonces arzobispo de Tours, monseñor Jean Honoré, quien defendió en Roma esa solicitud. Gracias a su labor se alcanzó el primer reconocimiento.
Debido al número de hermanas que fueron ingresando, en 1995 la asociación se muda a otro lugar, esta vez en una propiedad en Le Blanc. Fue allí, y gracias al apoyo de monseñor Pierre Plateau, entonces obispo de la diócesis de Bourges, que las religiosas alcanzaron en 1999 el estatus de instituto religioso contemplativo.
El 2011 fue otro año importante, puesto que el instituto logró el reconocimiento definitivo de sus estatutos. Para este fin, las Pequeñas Hermanas Discípulas del Cordero contaron con el respaldo del arzobispo Armand Maillard.
Actualmente la comunidad la conforman 10 religiosas, 8 de las cuales tienen Síndrome de Down. La vivencia de la vida contemplativa es el epicentro de todas.
La Madre Line comenta que las religiosas son bastante independientes "porque la vida contemplativa les permite vivir a su propio ritmo. Para las personas con síndrome de Down los cambios son difíciles, pero cuando la vida tiene una rutina se manejan bien".
En la capilla del lugar se celebra misa todos los martes, y ls religiosas participan de varias actividades, sobre todo manuales, como talleres de cerámica y tejido, también crearon un jardín con plantas medicinales.
En medio de un mundo que promueve la eficacia y la productividad, la Madre Line asegura que las religiosas con síndrome de Down "dan alegría a la sociedad y, por encima de todo, le dan amor al mundo. Un mundo que lo necesita mucho". +