En su intervención ante el reciente Parlamento Internacional por la Tolerancia y la Paz, el secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Carlos Malfa, destacó que "la paz es una construcción colectiva en la que todos deben aportar" y recordó que la cultura del encuentro que propone el papa Francisco "es hablar de una cultura que construye la paz porque reconoce al otro y abraza la diversidad".
El obispo de Chascomús y secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Carlos Humberto Malfa, destacó que "la paz es una construcción colectiva en la que todos deben aportar", en su intervención ante el Parlamento Internacional por la Tolerancia y la Paz.
La actividad internacional se desarrolló el 27 de junio en el recinto de la Cámara de Diputados de la Nación, y estuvieron junto al prelado dirigentes de la Acción Católica Argentina, entre ellos su presidente Rafael Corso, y el responsable de la Comisión Nacional de Justicia y Paz, Emilio Inzaurraga.
"La mayoría de las personas desean la paz. El mundo anhela la paz. Y si bien la paz es un don de Dios que tenemos que pedir en la oración confiada, también es al mismo tiempo una tarea cotidiana en la que tenemos que empeñarnos las personas, los pueblos, las naciones, la humanidad. La paz es una construcción colectiva en la que todos debemos aportar. Esencial la participación de la mujer, los pobres y los jóvenes", sostuvo monseñor Malfa.
"La cultura del encuentro que nos propone el papa Francisco es un camino hacia una paz estable y duradera. Hablar de cultura significa que ha calado hondo en las entrañas del pueblo, que penetra en las relaciones, en los vínculos, en las decisiones, que se hace estilo de vida. Se convierte en identidad del colectivo. Y hablar de cultura del encuentro es hablar de una cultura que construye la paz porque reconoce al otro y abraza la diversidad", subrayó.
El obispo puntualizó que "el Papa no supone que esa cultura del encuentro, que la paz misma, sea un mero irenismo donde cada uno vive en un solipsismo egocéntrico incapaz de comprometerse con el hermano. Al contrario exige el esfuerzo de una voluntad que busca activamente que nadie sea vulnerado en sus derechos, ni agredido por sus diferencias".
"No solo supone que no lastimamos al prójimo sino que salimos a su encuentro, especialmente de los heridos para restaurarlos, para decirles que sus vidas valen en nuestra sociedad", agregó.
Monseñor Malfa precisó que "se trata de respetar la vida, de no excluir a nadie, de integrar a los que son diferentes, de reconocer a quienes piensan distinto, sabiendo que todos tienen algo que aportar que no puede perderse".
"La paz se construye como los puentes. Cada uno sale de su orilla, de lo que es y no deja de ser, pero alcanza la otra orilla, hace pie junto al otro. Lo comprende y lo abraza", graficó.
El prelado detalló que "se trata de trabajar juntos solidariamente, por la justicia, por el cuidado de los más débiles, para que cada uno encuentre su lugar y juntos aportemos al bien común como bien de todo el hombre y de todos los hombres, generando procesos de integración de los más olvidados y del cuidado de nuestra Casa Común".
"Se trata de dialogar para levantar puentes y no muros, para caminar con hechos concretos hacia ?una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones? para generar procesos de encuentro", añadió.
Por último, monseñor Malfa afirmó que "la experiencia de las iglesias y los diversos credos en la Argentina es un ejemplo de trabajo por la paz".
"Respetando las diferencias hemos sabido encontrarnos en un diálogo ecuménico e interreligioso respetuoso que ha reivindicado siempre el valor de la vida y de cada persona. Hemos generado un ámbito de paz en el que la preocupación por el otro como hermano nos ha unido, poniendo en el centro a los más vulnerables", concluyó.
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