El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, y sus auxiliares, monseñor Martín Fassi y monseñor Guillermo Caride, enviaron un mensaje a los sacerdotes de la diócesis con motivo de la Jornada de Santificación del Clero que se celebra el 28 de junio.
El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, y sus auxiliares, monseñor Martín Fassi y monseñor Guillermo Caride, comparten algunas reflexiones con los sacerdotes de la diócesis, en ocasión de la Jornada de Santificación del Clero que se celebra el 28 de junio.
En su mensaje, afirman que este es un tiempo para la purificación de la verdad, "donde emerge la verdad, donde el amor del Señor por su Iglesia nos purifica, haciendo salir a la luz por diferentes caminos, verdades muy dolorosas. Delitos y pecados que han hecho daño a muchas personas, provocando en otros el alejamiento de la comunidad".
En ese sentido, consideran que "asumir la verdad es el inicio de un proceso de sanación para quien ha sido herido, para aquel que ha herido y para toda la comunidad eclesial".
Además, animan a "cambiar una cultura institucional y el clericalismo, que unido a otras disposiciones en las personas, ha conducido al abuso de poder y sexual", ya que "el desviar la mirada y no actuar frente a tales delitos y pecados es haber aceptado una tentación del espíritu del mal".
En segundo lugar, aseguran que "el camino de la Iglesia es siempre en medio de dificultades y tribulaciones. Porque así fue el camino de Jesús. No es nuestro camino elegir una vida cómoda", advirtieron.
"En las tribulaciones, desde una mirada de la fe, podemos descubrir la acción del Espíritu Santo pero también del espíritu del mal. Este espíritu no sólo tienta, sino que se ensaña con la comunidad de los discípulos de Jesús, con la Iglesia", lamentan. "El mal espíritu es padre de la mentira y engaña, es hábil en la trama de las medias verdades. ¿Qué busca? ¿A dónde conduce? Sembrar confusión, desaliento, división y enfrentamiento".
Los prelados recuerdan: "¡Líbranos del mal! pedimos a Dios en el Padrenuestro. Sería caer en la tentación de la omnipotencia pretender enfrentar al mal con las propias fuerzas. Creer que se soluciona sólo con estrategias comunicacionales, o asumiendo las mismas lógicas que los poderes de este mundo".
"Una buena disposición para enfrentar al mal es sufrir en silencio. No es el silencio cómplice del mal ni el que nace del miedo a enfrentar la injusticia. Es el silencio del inocente, confiado totalmente en aquel que ha vencido en la Pascua, Jesús, el Cristo, el Señor de la Iglesia".
"Sufrir en silencio es un camino para nuestro propio arrepentimiento", afirman los obispos, y agregan: "Desde allí nosotros sabremos mejor cómo buscar la voluntad de Dios y descubrir los caminos de la evangelización. Desde la conciencia de los propios pecados y la confianza en la misericordia de Dios podemos discernir mejor".
"Sólo hay que hablar para asumir la verdad, pedir perdón, manifestar el deseo de cambiar y expresar nuestros compromisos; para seguir anunciando la Buena Noticia del amor de Dios, de la misericordia de Jesús con el pobre, con el que sufre y con los pecadores; para proponer un camino que hace pleno al hombre y advertir sobre aquello que mata, daña, aísla o conduce a la infelicidad; para testimoniar la alegría del Evangelio y de haber sido llamados a formar parte de la comunidad de la Iglesia".
Finalmente, los pastores de San Isidro recuerdan: "¡No nos dejes caer en la tentación!, le pedimos también a Dios". En ese sentido, enumeraron: "La tentación del desaliento y bajar los brazos. La tentación del aislamiento alejándonos de la comunidad cuando escuchamos la confusión entre los creyentes por lo que se dice de la iglesia. La tentación de dejarse atrapar por el miedo y perder la libertad, la valentía y el coraje. La tentación del enojo o de victimizarnos cuando escuchamos el engaño, o percibimos las posturas que nacen de la visceralidad del odio. La tentación de querer responder desde la misma lógica o los mismos métodos que utiliza el engaño. La tentación de la falta de confianza en Cristo y en la acción del Espíritu en su Iglesia".
Y anhelando "una Iglesia purificada y renovada en su pasión por anunciar la buena noticia", llaman a una purificación en la verdad, que "nos hace más libres para responder a la llamada de Dios a anunciar la buena noticia", como también "para renovar nuestra cercanía con los que sufren, los pobres y todo aquel que necesita experimentar la cercanía de la misericordia de Dios".
"La purificación nos hace una Iglesia pobre porque ponemos exclusivamente nuestra confianza en Dios. Nos ayuda a ubicarnos en nuestra sociedad desde la humildad, desde quien propone y no impone, buscando espacios de diálogo, promoviendo la cultura del encuentro entre los argentinos. Sólo una Iglesia pobre es la que puede hacerse hermana de todo aquel que sufre, del pobre", señalan.
Como propuesta final para ayudar "a ubicarnos bien para vivir este tiempo de la Iglesia", los obispos animan a la oración personal y de las comunidades poder realizar un tiempo de adoración al Santísimo los primeros viernes. "Dedicar este tiempo frente a Jesús sacramentado para rezar por la Iglesia. Pedir por nuestra disponibilidad a la acción del Espíritu, para que sepamos discernir la acción del mal espíritu y nos libre de todo mal. Para que sepamos escuchar la voluntad de Dios y seguirla".+
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