En su reflexión semanal para el domingo 9 de junio, Solemnidad de Pentecostés, monseñor Gabriel Mestre, obispo de Mar del Plata, acudió a sus habituales tres puntitos para describir al Espíritu Santo como "¿El gran desconocido?", "El que habita en ustedes", y "El que suaviza nuestra dureza".
En su reflexión semanal para el domingo 9 de junio, Solemnidad de Pentecostés,
monseñor Gabriel Mestre, obispo de Mar del Plata, acudió a sus habituales tres puntitos. De este modo, describió al Espíritu Santo como "¿El gran desconocido?", "El que habita en ustedes", y "El que suaviza nuestra dureza".
Espíritu Santo: ¿El gran desconocido?
En el primer punto, el prelado marplatense recordó el libro de Royo Marín sobre el Espíritu Santo: "El gran desconocido" y le preguntó a la comunidad diocesana si esto era así en sus vidas. "Si bien, gracias a Dios, en nuestros tiempos hemos recuperado la presencia y acción del Espíritu en la vida, todavía puede quedar un poco olvidado, un poco desconocido", reconoció monseñor Mestre. Por la catequesis con la que fuimos enseñados, que nos hizo ver al Espíritu con una "percepción menos tangible en comparación con Dios Padre y el Dios Hijo".
El Espíritu Santo habita en ustedes
Monseñor Mestre recurrió a la segunda lectura para describir cómo el Espíritu Santo habita: "El Espíritu que Jesús dona, realmente habita en nuestros corazones", afirmó, y completó: "Dios Espíritu Santo, desde adentro de nosotros mismos nos impulsa a madurar y crecer". Sin embargo, mencionó un gran desafío: "Escuchar su voz, el susurro de su canto en nuestra misma interioridad". "La gran apuesta consiste en que deje de ser un huésped ocasional para transformarse y un huésped permanente, miembro de la casa; más aún: dueño de casa, habitante privilegiado y soberano de nuestro corazón".
El Espíritu Santo suaviza nuestra dureza
Finalmente, el obispo de Mar del Plata indicó como "la acción del Espíritu que habita en nuestros corazones es múltiple y siempre para la verdad y el bien". En efecto, uno de sus talentos es "suavizar nuestra dureza", enseñó el prelado. "En un mundo excesivamente competitivo y agrietado en tantos frentes, el Espíritu de Dios sale a nuestro encuentro para suavizar nuestra dureza que se expresa muchas veces en impaciencia, intemperancia y rigidez".+