El Papa: Sintamos dentro de nosotros el fuego de Pentecostés
- 9 de junio, 2019
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Ciudad del Vaticano
Escuchemos con el corazón, abramos los ojos y los oídos, pero más que nada el corazón: "Entonces nos pondremos en camino realmente. Entonces sentiremos el fuego de Pentecostés, que nos alienta a gritar a los hombres y a las mujeres de esta ciudad que terminó su esclavitud y que Cristo es el camino que nos lleva a la ciudad del Cielo", dijo el papa Francisco en la homilía de la misa en la Vigilia de Pentecostés, celebrada este sábado 8 de junio, en la Plaza de San Pedro.
Escuchemos con el corazón, abramos los ojos y los oídos, pero más que nada el corazón: "Entonces nos pondremos en camino realmente. Entonces sentiremos el fuego de Pentecostés, que nos alienta a gritar a los hombres y a las mujeres de esta ciudad que terminó su esclavitud y que Cristo es el camino que nos lleva a la ciudad del Cielo" dijo el papa Francisco en la homilía de la misa en la Vigilia de Pentecostés, celebrada este sábado 8 de junio, en la Plaza de San Pedro.
El Espíritu Santo -dijo el pontífice- "brota del vientre de la misericordia de Jesús Resucitado, llena nuestro corazón con una ?buena medida, suave, llena y desbordante? de misericordia y nos transforma en una Iglesia, madre de misericordia, es decir, en una ?madre de corazón abierto? para todos. Cuánto me gustaría que la gente que vive en Roma ?señaló el pontífice? reconociera a la Iglesia, que nos reconociera por esto más de misericordia, por esta más humanidad y ternura, de las que hay tanta necesidad. Uno se sentiría como en casa, en la "casa materna", donde siempre se es bienvenido y a donde siempre se puede volver".
Se sentiría, subrayó Francisco volviendo sobre uno de los temas portantes de su pontificado, "siempre acogidas, escuchadas, bien interpretadas, ayudadas a dar un paso hacia adelante en la dirección del Reino de Dios. El Amor divino es el Espíritu Santo, que brota del Corazón de Cristo. Él es la "roca espiritual" que acompaña al pueblo de Dios en el desierto, para que bebiendo el agua viva puede calmar su sed en el camino".
Lo sabemos, advirtió: "Hay hasta hoy, como en todo tiempo, quien busca construir "una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo". Son proyectos humanos, incluso nuestros proyectos, hechos al servicio de un yo cada vez mayor, hacia un cielo en el que ya no hay lugar para Dios. Dios nos deja hacerlo por un tiempo, para que podamos experimentar hasta qué punto del mal y de la tristeza podemos llegar sin Él.
¡Pero el Espíritu de Cristo, Señor de la historia, no puede esperar para tirarlo todo por la borda, para hacernos empezar de nuevo! Siempre somos un poco "cortos" de vista y de corazón; abandonados a nosotros mismos, acabamos perdiendo el horizonte; llegamos a convencernos de que lo hemos entendido todo, de que hemos tenido en cuenta todas las variables, de que hemos previsto lo que va a pasar y cómo va a pasar. Son todas construcciones nuestras que se ilusionan de tocar el cielo. En cambio, el Espíritu irrumpe en el mundo desde lo Alto, desde el seno de Dios, allí donde el Hijo fue generado y hace nuevas todas las cosas".
"Dejémonos entonces tomar de la mano del Espíritu -concluyó el Papa- y llevar en medio del corazón de la ciudad para escuchar el grito, el gemido como Moisés escuchó el grito escondido del Pueblo y Dios decidió intervenir enviando a Moisés para suscitar y alimentar el sueño de la libertad de los israelitas y revelarles que este sueño es su misma voluntad: hacer de Israel un Pueblo libre, su Pueblo, unido a Él por una alianza de amor, llamado a testimoniar la fidelidad del Señor ante todas las personas".
"Pero para que Moisés pudiese realizar su misión, Dios quiere que "descienda" con Él en medio de los israelitas". El corazón de Moisés debe ser como el de Dios, atento y sensible a los sufrimientos y a los sueños de los hombres, a lo que gritan a escondidas cuando alzan las manos hacia el Cielo, porque ya no tienen asideros en la tierra". +