Las personas están antes que los programas, recordó el Papa a Cáritas
- 23 de mayo, 2019
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Ciudad del Vaticano
"La presencia de Dios, no está en la grandeza de lo que hacemos, sino en la pequeñez de los pobres que encontramos en el camino", dijo el papa Francisco durante la homilía de la misa de inauguración por la XXI Asamblea de Caritas Internacional, celebrada este jueves 23 de mayo en la basílica de San Pedro.
"La presencia de Dios, no está en la grandeza de lo que hacemos, sino en la pequeñez de los pobres que encontramos en el camino", dijo el papa Francisco durante la homilía de la misa de inauguración por la XXI Asamblea de Caritas Internacional, celebrada este jueves 23 de mayo en la basílica de San Pedro.
El Papa se dirigió a los 450 representantes de Cáritas que participan de la Asamblea general, del 23 al 28 de mayo, sobre el tema: "Una familia humana, una casa común", inspirado en la encíclica Laudato si?, para invitarlos a pedir "la gracia de elegir el camino señalado por la Palabra de Dios: humildad, comunión, renuncia". Para hacerlo, señaló Francisco, es necesario renunciar al "eficientismo", a la "mundanidad" y al "culto de sí".
En la misa, celebrada en el altar de la cátedra, en la basílica vaticana, participaron unos 40 obispos de todo el mundo, además del presidente del organismo, el arzobispo de Manila (Filipinas), cardenal Luis Antonio Tagle.
Reflexionando sobre las lecturas de la misa del día, el pontífice criticó, ante todo, "la tentación del eficientismo". "Jesús no quiere que la Iglesia sea un modelo perfecto, que se complace de su organización y es capaz de defender su buen nombre. La fe no es una hoja de ruta, sino un "camino" que recorremos juntos, siempre juntos, con espíritu de confianza". Sin embargo, hay que descubrir "tres elementos, esenciales para la Iglesia en camino: la humildad de la escucha, el carisma de estar juntos, el coraje de la renuncia".
Refiriéndose al "coraje de la renuncia", el Papa -citando también la Lectura de los Hechos de los apóstoles, que habla de las decisiones en el concilio de Jerusalén- dijo que "por el bien de la misión, para anunciar a quien sea, de un modo transparente y creíble, que Dios es amor, incluso contra esas convicciones y tradiciones humanas que son más un obstáculo que una ayuda, y que pueden y deben ser dejadas", eso trae aparejado "la renuncia a nosotros mismos".
"Para seguir al Señor -continuó- hay que caminar como enviados, y para caminar como enviados es necesario estar más ligeros, si bien esto cuesta. Como Iglesia, estamos llamados a compromisos empresariales, pero a impulsos evangélicos. Y al purificarnos, al reformarnos, debemos evitar el "gatopardismo", es decir, fingir cambiar algo para que en realidad nada cambie. Esto sucede, por ejemplo, cuando para procurar estar al ritmo de los tiempos que corren, se maquilla un poco la superficie de las cosas, pero no es más que para aparentar que somos jóvenes. El Señor no quiere ajustes cosméticos, quiere la conversión del corazón, que pasa a través de la renuncia. Salir de sí mismos es la reforma fundamental".
La humildad de la escucha
El "coraje de la renuncia" proviene "de la humildad de la escucha". "Sólo sabe escuchar aquél que deja que la voz del otro entre en él de verdad. Y cuando crece el interés por los demás, aumenta el desinterés por sí mismo. Uno se vuelve humilde siguiendo el camino de la escucha, que nos preserva de querer afirmarse, de llevar adelante y de manera resuelta las ideas propias, de buscar el consenso por todos los medios".
La escucha es sobre todo "la escucha de la vida; Pablo y Bernabé cuentan experiencias, no ideas. La Iglesia hace un discernimiento así, no frente a la computadora, sino frente a la realidad de las personas. Personas antes que programas, con la mirada humilde de quien sabe buscar en los demás la presencia de Dios, que no habita en la grandeza de lo que hacemos, sino en la pequeñez de los pobres que encontramos en nuestro camino. Si no los miramos directamente, terminamos mirándonos a nosotros mismos; y haciendo de ellos instrumentos para nuestra afirmación".
Los pobres: sagrarios vivientes
"Desde la humildad de la escucha al coraje de la renuncia, todo pasa a través del carisma de estar juntos. De hecho, en la discusión de la primera Iglesia, la unidad siempre prevalece sobre las diferencias. Para cada uno, en primer lugar no están las diferencias o estrategias de cada quien, sino el hecho de ser y sentirse Iglesia de Jesús, reunida en torno a Pedro, en la caridad, que no crea uniformidad, sino comunión".
Dicha comunión se funda en este permanecer "en su amor". "¿Cómo se hace? Hay que estar cerca suyo, el "Pan partido". Nos ayuda estar delante del sagrario y delante de tantos sagrarios vivientes que son los pobres.
La Eucaristía y los pobres, tabernáculo fijo y tabernáculos móviles; allí se permanece en el amor y se absorbe la idea del "Pan partido". Allí se entiende el "cómo" del que habla Jesús: "Como el Padre me ha amado, así los he amado a ustedes". ¿Y cómo ha amado el Padre a Jesús? Dándole todo, no reteniendo nada para sí. Cuando, en cambio, nos frenamos en el dar, cuando en primer lugar están nuestros intereses por defender, no imitamos el "cómo" de Dios, no somos una Iglesia libre y liberadora. Jesús pide permanecer en Él, no en nuestras ideas; salir de la pretensión de controlar y administrar; nos pide confiar en otros y entregarnos a otros".
"Pidamos al Señor -concluyó- que nos libre del eficientismo, de la mundanidad, de la sutil tentación de rendir culto a nosotros mismos y a nuestra habilidad. Pidamos la gracias de acoger el camino señalado por la Palabra de Dios; humildad, comunión, renuncia". +